El transporte es el responsable del 15% de emisión de gases de efecto invernadero y el 24% de dióxido de carbono, según datos del Ministerio de Desarrollo productivo; iniciativas para reducir sus efectos nocivos
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Los expertos analizan y la gente coincide: el transporte es uno de los principales responsables de emitir gases de efecto invernadero y dióxido de carbono. No por nada las automotrices tienen un objetivo claro de cara al futuro: apostar por la energía eléctrica, dejar atrás a la combustión y convertirse en una industria “cero emisiones”. El camino es largo, claro está, e imponer una tendencia semejante va a costarle a la humanidad varios años. La meta está puesta, primero, en dejar de producir vehículos con motorización tradicional y luego, que el tiempo los reemplace en las calles con naturalidad. Mientras todo eso ocurre, aparecen iniciativas como la semana de la movilidad sustentable que ofrecen alternativas para este período de transición.
La pandemia cambió la forma de moverse, alentó el trabajo remoto y un estilo de vida completamente diferente. Años atrás, era común viajar todos los días a una oficina y hoy, el trabajo remoto e híbrido permite reducir considerablemente esos viajes. El Observatorio de Tendencias de Seguros SURA detectó que más allá del efecto pospandemia, la “tendencia de movilidad desanclada” venía imponiéndose en el último tiempo. ¿A qué hace referencia? A trabajar conectado desde cualquier parte del mundo y optar, para recorrer distancias más cortas, por medios de micromovilidad como bicicletas o monopatines eléctricos.
En el caso de las bicicletas, en los últimos 10 años se multiplicó por 10 la cantidad de personas que se mueven con ese medio de transporte por la ciudad de Buenos Aires. La red de ciclovías cuenta hoy con más de 275 kilómetros y busca llegar a los 300 kilómetros para el año que viene.
Pero la micromovilidad, o la posibilidad de combinar distintas alternativas (como la bicicleta o el monopatín eléctrico), si bien forma parte de una tendencia en crecimiento, sigue siendo limitada y muchos todavía necesitan un medio de transporte público para poder viajar. Entre las opciones existentes, el subte es una de las que busca posicionarse en los últimos tiempos por su menor huella ecológica.
Emova, empresa que tiene hoy la concesión del subterráneo de la Ciudad de Buenos Aires, elaboró un informe donde comparó los trayectos que realizan las líneas A y D con el mismo viaje en auto para advertir las diferencias de emisiones de CO2 entre ambas formas de movilizarse.
Según los datos recopilados por la compañía, un viaje estándar en auto -se estima que ronda los 5km- de una persona emite cerca de 950gr de CO2 mientras que hacer el mismo trayecto en subte reduce esa emisión a 250gr. Además, de no mediar inconvenientes con los recorridos de las trazas, el promedio de tiempo de viaje puede reducirse a más de la mitad. Por ejemplo, para ir de punta a punta en la Línea A -San Pedrito a Plaza de Mayo- se demora 26 minutos en subterráneo y se recorre una distancia total de 9,58km; hacerlo en auto puede llegar a demorar hasta una hora en los momentos pico del día para viajar los 9,7km de distancia entre punto y punto.
Este medio de transporte convive con otros tantos y juntos se presentan como variantes. Sin desplazar al uso del auto, la micromovilidad y el transporte público bajo tierra se transforman incluso en dos formas de viajar combinables que pueden, en un futuro, convertirse en primeras opciones para ciertos sectores de la población.