Según un estudio global, la Argentina es el sexto peor país para manejar; qué hay detrás de las formas poco empáticas de los argentinos al volante, y cuánto está influyendo la situación económica
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Manejar puede ser un desafío. En algunos lugares más que en otros, y la Argentina está muy arriba en la lista de los peores países para probar suerte. Según un estudio de Compare the Market, un sitio web de aseguradoras del Reino Unido, el país ocupa el sexto lugar, después de Malasia y antes que Estados Unidos, en el ranking de los peores países del mundo para agarrar el volante.
En el estudio se contemplaron los marcos legislativos e infraestructuras viales de cada país, factores como el límite de velocidad y de alcohol en sangre y la tasa de muertes por accidentes de tráfico, entre otros parámetros. También se realizaron encuestas para medir la sensación de seguridad al volante de los conductores, y se elaboró un índice de tráfico para obtener el tiempo que tarda el argentino promedio en ir al trabajo y en los embotellamientos típicos de toda ciudad. En el análisis comparativo, la Argentina demostró tener un límite de velocidad laxo de 130 km/h; el tercer peor nivel de calidad de infraestructura vial; una tasa de mortalidad de 16 muertes cada 100.000 personas por año; y uno de los peores índices de tráfico y niveles de emisiones de CO2.
Desde acercar excesivamente el auto en el tráfico (una mala costumbre que está causando un aumento de los arreglos de guardabarros por impactos, según admiten en algunas automotrices), pegar volantazos sin aviso previo y hacer giros donde no corresponde, hasta lanzar insultos desquiciados por la ventanilla, las quejas de los conductores que sufren violencia en las calles son permanentes.
Llegar primero antes que respetar al otro
Para Omar Alzugaray, psicólogo (MN 24.536) especializado en amaxofobia (miedo a manejar), en el país la cultura de la violencia en las calles está generalizada y tiene un trasfondo psicológico importante. El experto admite que si bien se trata de una realidad que se potencia en el frenesí de las ciudades, en la Argentina el desapego a las normas es denominador común en todos lados. “Tenemos fácil la tendencia a esquivar y a trasgredir las normativas para sacar ventaja. Priorizamos el llegar primero antes que respetar al otro conductor”, explicó en un diálogo con LA NACION.
Para Alzugaray, en la Argentina la cultura del manejo es agresiva desde los orígenes de la actividad. “Por años los argentinos fueron considerados buenos conductores con habilidades y destrezas al volante. Pero hoy se empieza a entender que manejar bien debería definirse desde el respeto a las normas”, señaló el profesional que en 2004 creó un método (@animate_a_manejar) mediante el cual acompaña terapéuticamente a personas que quieren superar su miedo al volante, y las anima a empezar. “Tenemos que entender que uno maneja en un ecosistema en el que hay muchos actores. En el tránsito convivimos muchos conductores”.
Por otro lado, el especialista menciona al machismo como el gran disparador de todos los males asociados con la actividad de manejar. “Si bien cada vez hay más mujeres en las calles, la configuración del tránsito es históricamente machista. El manejo fue en un principio propiedad de los hombres, y la violencia que a través de este se generó, es típicamente masculina”, opina.
Con Alzugaray coincide Axel Dell’Olio, especialista en Seguridad Vial cuyo eslogan es “se conduce como se vive”. “Aunque vivimos en un contexto de plena deconstrucción, nuestra sociedad sigue siendo machista y esto se observa sin dudas en las calles”, expresó.
Respaldado en el dato de que ocho de cada 10 muertos fatales por accidentes viales son hombres, según la Agencia Nacional de Seguridad Vial, el profesional argumenta que el varón tiende mucho más a ser irresponsable e inconsciente que la mujer, y estas características personales se potencian al volante. “Cuando el ser humano se encuentra solo en el habitáculo de su auto se convierte en lo que realmente es. La carrocería pasa a ser su careta, y el daño que comete queda escudado en una bolsa de metal de 1500 kilos”, dispara.
Efecto rebote post pandemia
Dell’Olio habla también de un efecto rebote generado a partir de la pandemia, potenciado por la inestabilidad económica. “La cosa empeoró en los últimos años. La pandemia nos guardó a todos en nuestras casas por mucho tiempo, y cuando finalmente salimos empezamos a descargar todo en la vía pública”, afirma. “A esto se suma el estrés generalizado que tenemos por no llegar a fin de mes, que hace que el conductor esté distraído pensando en cualquier otra cosa menos en la tarea del manejo”, concluye.
¿La mujer es la solución?
Tanto Alzugaray como Dell’Olio coinciden en que, en términos generales, frente al volante la mujer se comporta mucho mejor. ¿Por qué? Esencialmente porque es más consciente de la existencia de un otro y, por esto, presta más y mejor atención.
De la opinión de los expertos dan cuenta los datos del último informe del Directorio Nacional del Observatorio Vial, realizado en diciembre del 2021. Este expuso que siete de cada 10 infracciones cometidas fueron realizadas por varones; que los límites de velocidad permitidos son sobrepasados en mayor porcentaje por varones (21% por varones frente a un 14% por mujeres); y que son los varones los que exceden un 50% más los controles de alcoholemia en relación a las mujeres. Las mujeres, por su parte, superan los porcentajes de los varones en respetar el semáforo (96,5% de las mujeres frente a 94,5% de los varones); y usar el cinturón de seguridad (62,5% de las mujeres frente a 53,4% de los varones).
Estas estadísticas arrojan un resultado: los varones tienen tres veces más probabilidades que las mujeres de provocar un accidente fatal en la vía pública, según el estudio.
“La mujer es más prudente, ordenada y responsable y menos violenta y agresiva con el resto”, aseguró Alzugaray, que en su trabajo recibe alrededor de 40 consultas mensuales, de las cuales el 80% corresponde al género femenino. “Es una tendencia que se repite en muchos países del mundo”, completa.
En este sentido, Dell’Olio explica que, hasta que no hayan cambios sustanciales en la “filosofía machista del manejo”, las calles van a seguir siendo caóticas, intempestivas y desordenadas. “Dicen que el auto funciona como una extensión del cuerpo cuando manejamos los argentinos. De manera que tiene que cambiar el argentino para cambiar la dinámica del tránsito”, concluye.
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