La guerra se libra hoy también en el ciberespacio, y los riesgos de un ataque sobre los sistemas que gobiernan la movilidad en las ciudades están latentes; ¿qué pasaría si eso ocurre?
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Los sistemas de movilidad en las grandes ciudades tienen una alta dependencia de sistemas de software que guían, controlan, conectan y ordenan. Pero, ¿cuál es el precio que pagamos por esa dependencia?
Existen sistemas abiertos y de uso general, como Waze o Google Maps, que nos ayudan a decidir la mejor ruta para ir del punto A al punto B, hasta sistemas de seguimiento en tiempo real de trenes y colectivos, pasando por aplicaciones que nos permiten pedir servicios, como remises y taxis, o reservar bicicletas y monopatines.
Por otro lado, hay varios sistemas que no vemos a diario, que controlan los gobiernos para ordenar y tomar decisiones, algunas en tiempo real. Estos sistemas incluyen sensores varios, cámaras y gestión de semáforos que configuran redes sobre las que se aplican algoritmos de inteligencia artificial que apuntan a hacer una ciudad inteligente, dinámica y adaptativa. Por ejemplo, pueden adaptar los tiempos de espera de semáforos dependiendo de la cantidad de autos en la cola o si hay o no peatones esperando para cruzar en la esquina; o dar la orden de despacho de trenes o colectivos si detectan una concurrencia masiva a un lugar.
Cuando vemos, vivimos y utilizamos la tecnología, normalmente vemos los beneficios. Pero detrás de todo lo bueno se pueden ocultar grandes amenazas. En el mundo de la guerra se denomina al ciberespacio como el quinto espacio. Los espacios son los entornos donde se libran contiendas bélicas y hoy se dividen en tierra, agua, aire, espacio exterior y ciberespacio. Sí, Internet también es un lugar donde se practica la guerra.
Todos los sistemas de defensa del mundo, en mayor o menor medida, desarrollan capacidades de defensa y ataque en este espacio que está poco regulado, no está delimitado, pero en el que se puede hacer mucho daño a través del ataque a infraestructuras críticas. Atacar sistemas de redes de distribución de energía, para producir sobrecargas u apagones, atacar sistemas bancarios para crear caos económico, atacar sistemas de control de plantas de generación para dañarlas. Los sistemas de movilidad no se quedan afuera del alcance de la ciberguerra.
El 1° de septiembre pasado un grupo de hackers denominados IT Army for Ukraine atacó el sistema Yandex Taxi de Moscú, uno de los sistemas de solicitud de taxis más populares. Los atacantes hicieron pedidos masivos a la zona de Fili generando caos y congestiones de más de 40 minutos. El caso puede parecer anecdótico, y hasta simpático, pero dentro del mundo de la ciberdefensa es mucho más complejo. Cuando se habla de ataques ciber-físicos, se piensa en ataques coordinados que incluyen el uso del software como parte de las operaciones. En este caso, aparentemente, el caso no pasó de un embotellamiento de tránsito, pero ¿qué hubiera pasado si, en conjunto con ese embotellamiento, se lanzaba un ataque físico (misil) en la zona?
La tecnología nos propone grandes avances y también grandes desafíos. ¿Cuán expuestos estamos a los ataques cibernéticos? ¿Cuán conscientes estamos de esos riesgos? ¿Cuánto van a escalar estos riesgos cuando la movilidad autónoma avance? ¿Podemos pensar en futuros con ataques cibernéticos masivos a sistemas de movilidad, semáforos, autos, o sistemas de control ferroviario? En el caso de Rusia fue en el contexto de una guerra, pero ningún sistema que esté conectado está ajeno a ser atacado sea por cuestiones militares, políticas o, simplemente, por diversión.
Sin dudas, quién escribe está más que a favor de la tecnología, la automatización, y la evolución, pero no por eso debemos dejar de medir y gestionar los nuevos riesgos a los que nos exponemos.