Es importante poder identificar qué combustible se necesita en cada vehículo; qué puede ocurrir ante la equivocación y cómo actuar para evitar desperfectos graves
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El motor es el corazón del auto y de su correcta comprensión y mantenimiento depende el funcionamiento del vehículo. No es lo mismo uno fabricado para funcionar con diésel que uno naftero y equivocarse de combustible puede ser letal para la maquinaria y caro para el bolsillo. Desde el proceso de diseño hasta que salen de la línea de montaje, los motores se piensan para funcionar con determinado tipo de combustible y es algo que el usuario no debe olvidar.
Si bien quienes conocen de mecánica lo saben, no faltan los que preguntan si pueden cambiar de combustible y dejar, por ejemplo, de cargar diésel para pasarse a una nafta de menor octanaje y, por ende, menor precio, dado el aumento del precio de los combustibles en la Argentina.
Es en esa línea que Jorge Kowalski, gerente de Capacitaciones y Servicios en Neumen Performance Center, le explicó a LA NACION por qué poner un combustible erróneo en el auto puede ser altamente perjudicial para la mecánica general del vehículo y analizó cómo repercute el cambio en cada tipo de motor.
“Si se carga nafta en un motor diésel, los problemas empiezan desde el primer segundo. La falta de lubricación destruye a la bomba de inyección y a los inyectores, que dependen del diésel para lubricarse y funcionar. A esto se le suma que la nafta, mucho más volátil, se enciende fuera de tiempo debido a la alta compresión, generando explosiones descontroladas que pueden destrozar los componentes internos del motor”, explicó.
“La combustión incompleta no sólo reduce la potencia sino que llena el escape de humo y residuos peligrosos. El sobrecalentamiento de piezas debido a la quema inadecuada de nafta puede causar daños irreparables”, advirtió también. En resumidas cuentas, esto es lo que podría pasar al poner nafta en un motor hecho para diésel:
- Desgaste prematuro de la bomba de inyección e inyectores.
- Detonación descontrolada (pre-ignición) que puede dañar componentes internos como por ejemplo los pistones del motor.
- Combustión incompleta, lo que genera pérdida de potencia y humo.
- Daño al sistema de inyección por falta de presión adecuada.
- Sobrecalentamiento por quemar nafta en un motor diseñado para diesel.
“Si se carga diésel en un motor a nafta, el motor prácticamente entra en crisis. El diésel es más denso y difícil de encender y hace que le motor falle o directamente no arranque. Si por algún milagro arranca, se viene una experiencia desastrosa: el motor detonará y vibrará como si estuviera a punto de desarmarse, rodeándote de una nube de humo negro mientras el sistema de inyección lucha por quemar un combustible que no se enciende adecuadamente”, sintetizó el especialista.
“Ese diésel sin quemar deja residuos que pueden perjudicar inyectores, bujías y dañar componentes delicados”, añadió. El resultado final son costosas reparaciones y mucho tiempo en un taller mecánico. En otras palabras, cargar diésel en un motor naftero puede provocar los siguientes problemas:
- Fallo de encendido debido a la baja volatilidad del diesel.
- Posible obstrucción de inyectores por la viscosidad del diesel.
- Depósitos de carbono que ensucian el motor.
- Contaminación del sistema de escape y daño al catalizador.
- Pérdida de potencia y problemas de eficiencia.
En caso de equivocarse en la carga de combustible hay que apagar el motor con celeridad y, de ser posible, nunca ponerlo en marcha. Sin encenderlo en ningún momento, hay que trasladarse a un taller mecánico para proceder al drenado del tanque y la limpieza del sistema de combustible. “Cuanto antes actúes, menor será el daño y los costos de reparación”, sintetizó Kowalski.
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