Estudios científicos demostraron que el uso constante del GPS puede tener efectos adversos significativos en el cerebro; qué áreas están especialmente comprometidas
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En la última década, el uso de sistemas de navegación por GPS al volante dejó de ser una herramienta presente en algunos vehículos y pasó a ser una condición no negociable antes de iniciar casi cualquier trayecto en auto, puesto que cualquier persona con un smartphone tiene acceso a las aplicaciones celulares que ofrecen el servicio de manera gratuita.
Si bien se trata de un gran facilitador de tareas, especialmente para los desorientados y para las nuevas generaciones que nunca tuvieron que aprender a usar los mapas físicos, varias investigaciones sugieren que el uso cotidiano de esta tecnología genera una dependencia que puede tener efectos adversos en el cerebro.
Los estudios plantean que la navegación humana implica una variedad de procesos cognitivos y perceptivos -como planificar rutas, leer mapas e identificar puntos de referencia- que construyen un sentido de dirección en distintos entornos, una función mental fundamental que, al no ejercitarse, puede reducir significativamente la actividad en el hipocampo y la corteza prefrontal, áreas cruciales para la memoria y la toma de decisiones y planificación.
Un hipocampo menos desarrollado
Uno de los estudios más populares fue el llevado a cabo por Eleanor Maguire en la University College de Londres, en el que tomó como sujeto de estudio a una población de 79 aspirantes a taxistas londinenses durante cuatro años -que para aprobar el examen tenían que memorizar 25.000 calles de la capital inglesa- para medir el crecimiento de sus hipocampos a través de pruebas de memoria y resonancias magnéticas.
Para poder comparar, la neurocientífica también midió el crecimiento cerebral de 31 personas que no manejaban taxis pero que tenían edades, educación e inteligencia similares a las del primer grupo.
La investigación demostró que las exigencias de navegación a las que los taxistas se enfrentan a diario estimulan el desarrollo del cerebro. Concretamente, que estos tienen más materia gris en el hipocampo posterior.
Maguire explicó que el aumento del volumen del hipocampo se debe al desarrollo de nuevas neuronas dentro de este, el aumento de conexiones entre las neuronas existentes y, por otro lado, la prevalencia de las células no neuronales (células gliales) que ayudan a sostener y proteger a las neuronas.
El estudio también probó que existe una relación entre el tiempo de trabajo y el tamaño del hipocampo: cuánto más tiempo llevaban manejando un taxi, más grande su hipocampo.
Dependencia, ansiedad espacial y mala performance
Por otro lado, en la McGill University de Montreal, Louisa Dahmani y Véronique D. Bohbot se concentraron en estudiar los efectos adversos que puede tener el uso constante del GPS al manejar. Las mujeres, especializadas en los campos de la neurociencia y la salud mental, evaluaron las habilidades de 50 conductores al volante.
Los resultados expusieron que las personas más habituadas a usar el GPS tienen peor memoria espacial durante la navegación autoguiada (sin GPS). Esto se debe a que pueden depender menos de su hipocampo para esta actividad, ya que muestran un uso reducido de estrategias de memoria, y habilidades reducidas para el mapeo cognitivo y la codificación de puntos de referencia, además de presentar más dificultad para aprender información al volante.
Además, la investigación argumenta que el uso regular del GPS afecta la memoria espacial de manera dependiente de la dosis: es decir, cuanto mayor es el uso del GPS, mayor es el declive en la memoria espacial con el tiempo.
Esto es consistente con un estudio del grupo de Spiers, en el cual los participantes que recibieron instrucciones sobre dónde doblar, exhibieron menos actividad en el hipocampo en comparación con cuando los participantes se guiaban por sí mismos y tenían que tomar decisiones sin ayuda.
Los hallazgos demuestran que usar el sentido de orientación y participar activamente en la navegación permite mantener las habilidades de memoria espacial y activar el desarrollo del hipocampo, mientras que el uso excesivo de un sistema estímulo-respuesta (como el GPS) puede deteriorarlo.
“El nivel de compromiso es un factor importante para el aprendizaje espacial. Usar un GPS hace que uno esté menos involucrado en la navegación y menos consciente de los puntos de referencia en comparación con leer un mapa o navegar sin ayuda”, señalan en el paper. “Las futuras tecnologías de GPS podrían optar por incluir puntos de referencia en las instrucciones guiadas, como una forma de volver a involucrar a los usuarios con su entorno”.
En la misma línea, un trabajo publicado en el sitio web de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (de 249 participantes), asoció un mayor uso reportado del GPS para obtener direcciones paso a paso no solo con un peor sentido de la orientación, sino también con una mayor ansiedad espacial.
Por último, hay artículos médicos que sugieren que el uso excesivo del GPS podría complicar la detección temprana del Alzheimer.
La lógica detrás de esta relación es que las deficiencias en la navegación y la memoria espacial -en otras palabras, perderse- son algunos de los primeros signos que delatan el padecimiento de esta enfermedad neurodegenerativa y, al depender del GPS, las personas afectadas podrían no notar estos déficits, retrasando así el diagnóstico, la intervención temprana y, en consecuencia, el tratamiento.
M.R. O’Connor, periodista y autora de Wayfinding, un libro sobre cómo navegamos nuestros entornos, argumenta que ser guiados por una aplicación te hace ignorar los puntos de referencia, una habilidad animal ancestral, y que el GPS está arruinando nuestro sentido de topofilia (amor por el lugar), un concepto que refiere a los paseos como “una forma de estar y no de llegar”.