La historia despertó muchas reacciones; una familia unida por las cuatro ruedas que encontró en su pasión un punto de encuentro
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Joe Al y su papá siempre fueron muy unidos. Ellos encontraron en los autos una pasión en común, un lugar donde estar mano a mano y poder pasar un rato de intimidad. Entre grasa, repuestos, aceite y algún que otro neumático, de seguro habrán compartido charlas que se reservan a lo privado de ese garage. Con el tiempo, el joven Joe siguió su vida y tomó las riendas de la restauración y venta de vehículos. Sin embargo, no fue sino hasta que vendió un camión en el que trabajó mucho tiempo que quiso volver a compartir esa adrenalina con su papá.
Él siempre había querido reencontrarse con un Camaro. Recordó, en diálogo con Motor Trend, cuando siendo chico vio cómo su papá vendía el Camaro de 1967 que tenían para poder “llevar comida sobre la mesa”. Por eso, cuando vio la oportunidad y se enteró de que una de sus primas, Irma, estaba dispuesta a vender un modelo 1969, no dudó ni un segundo.
La familia de Irma había comprado el vehículo en el año de su lanzamiento y lo utilizaron hasta 1977 cuando la transmisión se rompió y decidieron no seguir adelante con las tareas de reparación y mantenimiento. Irma, en cambio, nunca pudo subirse al vehículo y desde que nació -en 1976- hasta la fecha, vio cómo el querido auto acumulaba polvo en el fondo de un galpón en su casa.
Un padre y un hijo lo querían y una ya crecida prima necesitaba hacer lugar. La combinación perfecta. Se pusieron en contacto y los entusiastas restauradores viajaron hasta las afueras de San Antonio, Texas, Estados Unidos, para ver el auto, pagar por él y coordinar un día para llevárselo. “Una semana después pudios abrir la puerta del garage y ponerle las manos encima al Camaro de 1969 para sacarlo del fondo del garage lleno de polvo y objetos”, sentenció Joe.
Como era de esperarse, el vehículo no arrancaba y el tiempo había hecho estragos en su mecánica y en el interior. Eso, sumado a que ya de por sí había sido descartado por problemas técnicos, hará de la tarea de restauración un poco más complicada de lo que parecía. Sin embargo, padre e hijo son expertos en la materia y esta será una oportunidad única para reencontrarse con un modelo que les trae recuerdos y volver a trabajar en algo juntos. “Tenía la urgencia de restaurar otro auto con él. No nos estamos volviendo más jóvenes y me encantaría tener más recuerdos juntos”, definió Joe en diálogo con el portal antes mencionado.
LA NACION