Fundado en 1904 por veinte precursores del mundo del automóvil, el ACA promovió las carreras y hasta se ocupó de mantener rutas en sus primeros años; un acuerdo con YPF en los años 30 para construir estaciones de servicio le permitió extender su red en todo el país; hoy tiene 300.000 socios
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El modelo agroexportador había parido la Argentina potencia y sobre los adoquines de Buenos Aires hacía ya un puñado de años que circulaban unos vehículos a motor, más ruidosos que veloces, más excéntricos que confortables. El siglo XX era aún una página en blanco cuando en 1904 se fundó el Automóvil Club Argentino.
Unos veinte hombres amantes de los fierros, de esos primeros fierros, fueron los que comenzaron a moldear la idea de crear un club que nucleara a los autos en la Argentina, a imagen y semejanza de lo que ya ocurría en Europa, en países como Bélgica, Francia e Inglaterra.
La reunión fundacional se llevó adelante en la Sociedad Hípica Argentina y fue encabezada por el barón Antonio de Marchi. Tomaron parte de la misma Dalmiro Varela Castex, Juan Abella, Carlos de Alzaga, Félix Alzaga Unzué, Juan Drysdale, Alfredo T. Fernández, Emilio D. Laborde, Nicanor Magnanini, José Pacheco y Anchorena, Ubaldo de Sívori, José Semprún, Henry Thompson, Luis Valiente Noailles, Alfredo Tornquist, Félix Gunther, Miguel Marín Carlos Morra, Elías Romero, y Carlos Tornquist.
En esa tarde fría de Buenos Aires las manos levantadas consagraron a Varela Castex como presidente del Automóvil Club Argentino para el período que se extendería hasta 1908. La fecha está marcada en rojo en el calendario histórico del ACA: 11 de junio de 1904. Faltaba poco para que el general Julio Argentino Roca culminara su segundo mandato presidencial. Algunos meses antes, en marzo, Alfredo Palacio había sido elegido como el primer diputado socialista de América. Jorge Luis Borges tenía 5 años.
La elección de Varela Castex, nieto de Florencio Varela, no fue casual. Era un pionero en materia de automovilismo. Tanto que grabó su nombre en bronce al importar en 1892 el primer automóvil que circuló en la República Argentina, un Benz a caldera. Tres años más tarde compraría un Daimmlerde encendido por incandescencia y en 1896 trajo al país el Decauville a explosión.
El Automóvil Club Argentino tuvo su primera sede en la calle Rodríguez Peña 178. Allí se pergeñaron los planes que, con el transcurrir de las décadas, llevaron a que la entidad se extendiera como una enorme red de servicios por toda la República Argentina.
El primer objetivo estuvo centrado en la promoción del automovilismo deportivo, toda una rareza por estas pampas. Hacia el año 1906 la Comisión Directiva trazó las líneas del reglamento para la carrera que uniría Buenos Aires con Rosario, una prueba singular para Sudamérica. Se trabajaba sin prisa pero sin pausa.
La Argentina del centenario tenía tal precariedad en su infraestructura vial que fue el ACA quien debió hacerse cargo de la señalización y la confección de los mapas carreteros. De hecho, hacia 1923 fundó la Oficina Técnica Topográfica, que diseñó las hojas de ruta y los detalles de lo que para entonces no eran más que senderos a veces intransitables.
La iniciativa derivó en que la entidad comprara las primeras máquinas viales del país para mantener las rutas. La Argentina, granero del mundo, no se ocupaba del asunto. Una de las formas que encontró para financiar este emprendimiento fue, a partir de la firma de convenios, lograr que los importadores de automóviles pagaran una cuota por cada unidad que desembarcaba en estas orillas.
Junto con las competencias, que ya se habían extendido a ciudades como La Plata, Córdoba, Mendoza y Rosario, proyectándose también hacia la Patagonia, el ACA comenzó a difundir la por entonces insólita práctica del camping. Sus primeras instalaciones se levantaron en Chascomús, San Miguel, Luján, Punta Chica, Quilmes, Punta Lara, Timbúes, Carlos Paz, La Margarita y San Clemente del Tuyú.
El salto de calibre internacional lo dio en 1926, cuando se afilió a la otrora Asociación Internacional de Automóvil Clubs Reconocidos, antepasado de la actual Federación Internacional del Automóvil (FIA). La membresía otorgaba beneficios y cierto reconocimiento y prestigio en Europa y los Estados Unidos. Era codearse con los grandes.
Diez años más tarde, sin embargo, tendría lugar el hito que le dio al Automóvil Club Argentino la fisonomía de servicios tan conocida en el país. El 1 de agosto de 1936, tras la firma de un acuerdo con Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), entró en vigencia el esquema mediante el cual el ACA pasaba a vender de manera exclusiva el combustible y los lubricantes de la compañía estatal, además de comprometerse con la construcción de estaciones de servicio en las nuevas rutas del país.
El impacto fue inmediato. De acuerdo a los datos del Boletín número 220 de Informaciones Petroleras del año 1942, el ACA pasó de vender 1.750.000 litros de nafta argentina y extranjera en 1935, a comercializar 150 millones de litros de nafta nacional en 1941. La venta de lubricantes escaló de 14.000 kilos a 1.500.000. La masa societaria, advertida de los beneficios, creció de 35.000 miembros a 48.000.
En modo obra
“El club está por encima de los dirigentes”, dice el presidente del Automóvil Club Argentino, Jorge Rosales, en una idea que de manera tácita se repetirá a lo largo de toda la entrevista casi como un mantra. Pese a que el contexto económico del país, en estado de crisis permanente, no surge alentador, el ACA parece haber llegado a sus 119 años en un envidiable estado de solidez institucional.
“La verdad es que el aniversario nos encuentra muy bien –sostiene Rosales-. Estamos sólidos económica y financieramente, manteniendo el salario real de nuestros trabajadores y con un plan de obras que no cesan en los últimos 20 años”.
En la lista de obras en ejecución se encuentra la remodelación de las estaciones de servicio e instalaciones diversas ubicadas en Río Gallegos, Rafaela, Cipoletti, Sarmiento (Chubut) y Tucumán, la mejora del Paso de Jama en Jujuy y la reforma del puesto de Iguazú, además de la inauguración del Centro Integral de Atención de Siniestros en el barrio porteño de Almagro. En carpeta están los proyectos en Ascochinga, Córdoba; Catamarca, Itá-Ibaté (Corrientes), San Juan, Sierra Grande, Valle Fértil y Villa María, en Córdoba.
Aunque el escenario macroeconómico no ayuda, las obras continúan. Parece trascender, de alguna manera, el legado de los padres fundadores. “No paramos, por supuesto siempre dentro de nuestras posibilidades y recursos. No somos una petrolera. Está todo bastante complicado pero tratamos de hacer las obras con recursos propios. No tomamos créditos para los proyectos”, subraya el presidente.
El Automóvil Club Argentino cuenta con 300.000 socios en todo el país, de los cuales 50.000 son vitalicios. ¿Son buenos números? “Si me preguntan desde la perspectiva de la historia del club, no es una buena cifra. Pero dado el contexto en el cual se desarrollan los clubes de automóviles del mundo, la situación de la Argentina y la mentalidad de los argentinos, diría que es satisfactorio”.
Como todo, la entidad ha tenido que aprender a amoldarse a los nuevos tiempos. Hay un cambio cultural que en cierta medida los pone en jaque. Rosales explica que las encuestas internacionales determinan que los jóvenes de entre 20 y 35 años de edad no tienen como prioridad el auto. Menudo problema.
“En la Argentina mucho más, por dos razones: porque no pueden acceder fácilmente por su costo de mantenimiento y porque la juventud se ha acostumbrado a salir y tomar alcohol y se manejan muy fácilmente con los medios alternativos. Eso ocurre en todo el mundo. Y, además, la tecnología de los autos hace que cada vez nos necesiten menos”, reconoce.
Es verdad que, pese a las nuevas costumbres en el uso del automóvil, persiste una identificación, algo así como una voz que llega desde el fondo de los tiempos, que atraviesa generaciones, y que dice ‘te conviene el ACA porque está en todas partes’. Eso y tener el logo de metal atornillado junto a la patente del auto es casi una misma cosa.
En el siglo XXI, sin embargo, la competencia exige, levanta la vara. “Nos cuesta mucho y las otras estaciones en materia de venta de combustible, fundamentalmente dos grandes de ellas, han crecido enormemente y han hecho unas inversiones fenomenales con las cual nosotros lo único que podemos hacer es acompañar a YPF en algún desarrollo pero no podemos competir en los montos de inversión”, recalca Rosales.
Y agrega: “Tratamos de mantener las nuestras, seguir dándole descuentos al socio que carga con nosotros. Estamos muy conformes con el nivel de ventas de combustibles que tenemos. Hay un montón de dependencias que son altamente deficitarias pero las mantenemos en el conjunto de la rentabilidad del combustible en sí mismo”.
A las pistas
Hablar del Automóvil Club Argentino es hacer mención también a los grandes hitos del deporte motor, recordar a Juan Manuel Fangio, José Froilán González y Carlos Reutemann, entre otras figuras legendarias. Es el logo del sol naciente en los carteles de los circuitos, pintado en los cascos o bordado en el buzo antiflama.
- Dada la situación económica del país, la volatilidad del tipo de cambio, ¿hay chances de que el ACA organice alguna competencia internacional?
- Siempre negociamos. Un representante nuestro está negociando el rally para el año 2024 pero la cuestión se hace muy difícil por el dinero que piden. La FIA (Federación Internacional de Automovilismo) ha delegado en los promotores el manejo directo de las contrataciones en los países en los que ellos quieren correr. Las cifras que piden no digo que son inviables pero sí muy difíciles de obtener en países como el nuestro con el dólar como está y como sólo Dios sabe cómo estará. Imposible no hay nada, si aparece alguien con los millones de dólares y los quiere poner, la competencia se consigue. No es que la Argentina está eliminada.
- ¿La Fórmula Uno es una utopía?
- Hoy hay que firmar un contrato de cinco años por el monto que ellos piden y, salvo el primer año, después hay que hacer las obras en el autódromo para adecuarlo a lo que es hoy la Fórmula Uno Internacional. Es algo realmente cuantioso. Pero uno nunca sabe, ojalá venga un grupo inversor que el día de mañana encuentre el modo de explotarlo y que la Argentina vuelva a brillar como brilló en las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70. Tenemos a Franco Colapinto que está haciendo un carrerón en la Fórmula 3. Tiene muchísimo futuro, pero cuando hablamos de las cifras que el muchacho necesita para seguir compitiendo y eventualmente cambiar de categoría, en la Argentina es imposible de solventar.
Con la expectativa siempre latente, el Automóvil Club Argentino acelera el pulido de detalles del Gran Premio Histórico, que este año se correrá entre el 30 de septiembre y el 6 de octubre por las rutas del Noroeste Argentino y el centro del país.
“Estamos muy contentos por cómo responden los socios. La idea era que lo corrieran exclusivamente los socios pero al fin y al cabo hay muchos aficionados que tienen derecho a correrlo, por eso pusimos un precio diferencial. Este año vamos a andar en un buen volumen de competidores. Ahora se están ajustando los detalles del recorrido”, culmina Rosales.
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