Luego de la experiencia fallida de los servicios de alquiler, vuelven a verse por las calles en los pies de usuarios particulares que los elijen como alternativa sustentable; cuánto cuestan los diferentes modelos
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Todo comenzó como un fenómeno vinculado con la movilidad sustentable, ese concepto de ciencia ficción que se hizo cotidiano en todo el mundo. Los monopatines eléctricos se abrieron paso en ese nuevo universo. Primero lo hicieron de la mano de los servicios de alquiler, aunque este servicio fue desvaneciéndose hasta desaparecer hace un año. Hoy, el sector se mueve al ritmo ondulante de la economía y quienes los usan se aferran a la idea de que van por vida en un medio de transporte amigable con la ecología, seguro, versátil, silencioso y, al mismo tiempo, divertido.
Sofía Cisneros, Sofía Urtasun y Federico Espósito tienen un par de cosas en común. Son profesores de Educación Física y escogieron al monopatín eléctrico como el vehículo ideal para desplazarse en la Ciudad de Buenos Aires.
Urtasun, de 27 años, cuenta que “me compré el monopatín eléctrico para no subirme a los colectivos en pandemia y también para ahorrar tiempo y dinero”. Cisneros, de 30, eligió esa forma de recorrer la Ciudad porque “me parece práctico y fácil para moverte en ciertas distancias”. Mientras que Federico, de 38, se decidió por los monopatines “porque estaban de moda y me resultó práctico para trasladarme en trayectos cortos al trabajo”.
Los tres optaron por recurrir a ese elemento que dejó de ser un juguete como la forma ideal para viajar de casa al trabajo en itinerarios de entre tres y 10 kilómetros. La practicidad de elegir por dónde transitar y evitar el trasbordo de una línea de colectivo a otra asoman como buenas razones para subirse a un monopatín.
Está claro que la elección va de la mano con tener a flor de piel el concepto de movilidad sustentable. Espósito, de hecho, jura que su vida cambió a tal punto que “no uso casi nada el transporte público”. En el caso de Cisneros, fue un paso en una dirección que ya había tomado: “Yo usaba la bici para moverme, así que para mí no hay mucha diferencia. Y sigo manejando por la ciclovía”. Urtasun, por su parte, explica que trata de “ir por calles poco transitadas o por las bicisendas, lo que me parece un poco más seguro”.
Aquí se instala una cuestión no menor y que tiene que ver con la relación con los automovilistas. Espósito relata que ha tenido algunos desacuerdos con los conductores, pero para evitar situaciones de ese tipo deja en claro que “uno también tiene que respetar las reglas de tránsito”. Cisneros dice que “nunca experimenté ninguna situación mala manejando el monopatín. Pero claramente al tener un trasporte más chico que un auto y con menor velocidad, andás con otras precauciones”. Urtasun aporta un dato que muestra a las claras que andar a bordo de un monopatín no es un juego: “En cruces de calles los autos no siempre te ven, al igual que cuando vas en bicicleta”.
Tomás Zwanck, propietario de Eco Motors, una empresa que se dedica a la comercialización y servicio técnico de estas soluciones de movilidad, tiene definido el perfil actual de los usuarios de monopatines. “Se anima la gente que sufre el tránsito. Se trata de animarse a cambiar los hábitos, aunque somos muy estructurados y nos cuesta arriesgarnos”, sostiene.
El precio de la comodidad
Montarse sobre un monopatín eléctrico es un asunto que no se resuelve en un abrir y cerrar de ojos. Antes se hace necesario meditar bastante, pues existe una variada gama de modelos y precios.
“Antes de que el cliente elija el modelo que más le gusta le hacemos una entrevista y un test drive para poder asesorarlo y orientarlo a que elija el más indicado para cubrir sus necesidades, así como sus gustos, preferencias y posibilidades”, explica Zwanck.
Al respecto, asegura que “hay mucha diferencia entre los monos que son portables (livianos) y los que son más potentes (pesan más de 40 kilos). Además, no porque el mono sea más caro será mejor que otro de la misma marca”.
El representante de Eco Motors revela que “las mejores marcas del mundo son VSETT y Minimotors” y que en el mercado local “los modelos más demandados son los más económicos, justamente por la situación que vivimos actualmente, ya que los productos vienen con precios en dólar billete”.
Según el catálogo de esta compañía, los monos más accesibles rondan los US$1000 y los más costosos llegan a los US$12.000. Los dos extremos están determinados por el Segway Ninebot Max (US$990) y el Rion E 90 (US$11.999).
Un rápido repaso de marcas y precios arroja el siguiente detalle. Los modelos de Dualtron van de US$1450 a US$7500; los de Zero, de US$1199 a US$3850 y los de VSETT, de US$1050 a US$4000. Pero eso no es todo: el valor de los Speedway oscila entre US$1000 y US$1110, mientras que el Nami Burn-e Viper cuesta US$5000.
Existen cadenas de electrodomésticos como Frávega y Naldo que los ofrecen en moneda nacional. En el primero de los casos tienen disponibles monos de entre $60.000 y $152.000 y en el segundo los productos varían de $76.000 a $123.000.
A simple vista es posible apreciar una dispersión muy grande entre los precios de Eco Motors y los de Frávega y Naldo. Eso tiene explicación. “Se debe tener en cuenta que la marca del mono sea reconocida mundialmente, que la batería sea de marca y, sobre todo, conocer la trayectoria de la empresa que lo vende, que sea seria, que tenga repuestos y servicio técnico”, acota Zwanck.
Si bien irrumpieron siguiendo las tendencias que marcan países que hicieron de la movilidad sustentable una forma de vida (como muchos europeos, donde coparon las calles), su presencia en Buenos Aires fluctúa al vaivén de una economía muy golpeada. Por momentos aparecen en oleadas de mayor o menor intensidad, pero siempre están.
No sucede lo mismo con las ventas, que en los últimos dos meses prácticamente se frenaron por la incertidumbre en torno de la cotización del dólar y la escalada inflacionaria. Aquí conviene citar un dato que refleja las características del mercado: el monopatín más caro, el Rion E 90, cuesta más que un auto usado mediano, por ejemplo, un Volkswagen Gol Power 2012, tasado en alrededor de $1,5 millones.
En Eco Motors confían que cuando se asienten las variables económicas, las ventas se reactivarán, más allá de que entienden que se trata de un artículo reservado a un segmento particular de usuarios. “Las ventas se frenaron con la pandemia. Luego de algunos meses arrancó todo nuevamente. Pero actualmente con la situación económica lastimosa que atraviesa el país, no hay mucho ánimo de compra, aunque es un rubro que va creciendo y a la vez, evoluciona en todo el mundo”, dice Zwanck.
Más allá de los vaivenes, el monopatín eléctrico recorre las callecitas de Buenos Aires. Lo hace en nombre de la movilidad sustentable, la comodidad y, por qué no, de la posibilidad de volver a sentirnos niños por un rato.
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