¿Preferiremos comprar autos o iremos hacia un esquema de movilidad como servicio, comprando el viaje? Los posibles escenarios para los próximos años que anticipan hacia dónde va la industria
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La práctica de diseño de futuros nos ayuda a enriquecer nuestras decisiones estratégicas, proponiendo escenarios plausibles, desafiantes y basados en hechos del presente. Una de las formas de abordar el desarrollo de escenarios es identificar aspectos actuales que representan incertidumbres críticas. Luego desafiar las polaridades -posibles direcciones- que podrían tomar en el futuro. Por último, pensar las consecuencias de que se vuelquen hacia un lado o hacia el otro.
En septiembre tuve la oportunidad de trabajar con el Copenhagen Institute for Future Studies (https://cifs.dk/), desarrollando escenarios de movilidad 2040. Propusimos dos grandes ejes de incertidumbre: preferencias de movilidad y planeamiento. La combinación dio lugar a cuatro posibilidades: movilidad compartida versus propia y normas de movilidad regulada versus libre.
En el eje de preferencias de movilidad, compartida vs. propia, la incertidumbre está en hacia dónde se volcará el mercado: ¿en el 2040 preferiremos comprar vehículos, o iremos a un esquema de movilidad como servicio, comprando el viaje? Todavía no queda claro si el concepto de propiedad seguirá siendo válido en la sociedad de acá a 15 años. Se habla mucho sobre la falta de apego a la propiedad de la generación millennial y las sucesivas, pero también hay estudios que indican que esa falta de sentido de propiedad viene de la mano de la falta de acceso: si tuviesen la posibilidad lo comprarían. También el auto como símbolo de categoría social es importante para analizar en este eje. ¿Hasta dónde la sociedad está dispuesta a dejar de ver el ‘tener un auto’ como símbolo de estatus? No es menor el análisis relacionado con el impacto ambiental: ¿hace falta que todos tengamos vehículos propios? ¿podríamos reducir la huella de carbono compartiendo vehículos?
El segundo eje tiene que ver con las regulaciones, donde vemos que varias ciudades van restringiendo los accesos a ciertos tipos de vehículos, o priorizando el uso de un tipo por sobre otro. En la mayoría de las ciudades europeas, por ejemplo, es cada vez más complejo acceder a los centros urbanos en vehículos propios con motor de combustión. En la Ciudad de Buenos Aires vemos que se impulsa el uso de bicicletas entorpeciendo adrede el uso de autos. Así, la regulación -o no regulación- también define un punto de inflexión en la movilidad del futuro.
Si hacemos la cruza de estos dos ejes, podemos pensar en cuatro escenarios mutuamente excluyentes:
1) Movilidad Propia – Alta Regulación:
Este escenario supone que las personas querrán seguir teniendo su propio vehículo, y que los gobiernos regularán los accesos de modo de reducir la huella de carbono e impacto ambiental.
En este futuro posible, la industria automotriz deberá prestar especial atención a las regulaciones ya que los usuarios basarán la opción de compra en aquellas plataformas que les permita acceder a la mayor cantidad de lugares. Asimismo, es probable que la regulación también vaya en función de la reducción de uso de automóviles, sean a combustión o eléctricos. Sería razonable que se forjen alianzas entre empresas de autos y de otros medios de transporte, como bicicletas, motos de baja cilindrada, o monopatines. Las empresas podrán establecer su marca como expertos en transporte, más allá del medio.
2) Movilidad Propia – Baja Regulación:
Este escenario es el que más se parece a la realidad actual. La mayoría de las personas prefiere tener vehículos propios y las políticas de movilidad, si bien van en una dirección, siguen siendo laxas.
En este caso la industria de la movilidad se debe seguir diferenciando por cuestiones asociadas a lo estético, a generar sentido de pertenencia con la marca, y a los adicionales que mejoran la experiencia de traslado pero no tienen que ver exactamente con el auto en sí. Seguro que las características adicionales asociadas a reducir el impacto ambiental van a ser bien recibidas, y las tecnológicas van a jugar un papel importante.
3) Movilidad Compartida – Alta Regulación:
Este escenario implica que las personas no serán tan permeables a comprar un vehículo sino más bien se volcarán a la lógica de la economía compartida, y que los gobiernos regularán minuciosamente los accesos y la forma de moverse. Es probable que el foco esté en el transporte público combinado con plataformas de movilidad compartida, como sistemas de bicicletas, taxis a-demanda -tipo Uber-, y autos de alquiler por tiempo, como GoMore o KintoShare.
En este caso, la industria automotriz se verá obligada a reconvertirse. Por un lado, deberá desarrollar vehículos de todo tipo, ajustados a las normas que impongan los reguladores. Y, por otro, deberá prepararse para reducir significativamente la cantidad de unidades producidas ya que el recurso compartido hace que la necesidad de abastecimiento sea mucho menor. Es probable que veamos a las marcas actuales promoviendo sus propias plataformas de movilidad-como-servicio compitiendo o colaborando entre sí.
4) Movilidad Compartida – Baja Regulación:
Este escenario es el más abierto de los cuatro. Acá se plantea que el concepto de propiedad perderá valor, y que no habrá grandes regulaciones o restricciones en torno a la movilidad. Es un escenario donde la regulación se da por oferta y demanda, las personas optan por bajar su huella de carbono y eficientizar el uso de recursos.
La industria, en este caso, sufrirá un impacto mayor: al no haber demasiadas regulaciones es probable que los grandes ganadores sean las plataformas de software de movilidad compartida, que puedan rápidamente desarrollar estándares que combinen distintos medios de transporte prevaleciendo el viaje por sobre el medio en sí. La industria automotriz se verá reducida a ser un commodity de hardware, con muchas menos unidades que las actuales, y subordinadas al próximo unicornio de Silicon Valley.
El arte del diseño de futuros no es la predicción, sino el proponer riesgos y amenazas posibles para que los actores tomen mejores decisiones pensando en qué puede llegar a suceder. Probablemente no suceda ninguno de estos cuatro escenarios de manera precisa, pero sí nos alertan sobre posibles evoluciones del entorno donde la industria vive.
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