Su verdadero origen data de hace muchos años, pero su significado ha sido falsamente adjudicado a funciones que no realizan
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En 1888, el veterinario John Boyd Dunlop quería arreglar el triciclo de su hijo y decidió inteligentemente recubrir con caucho y lona las ruedas de madera del vehículo. Sin saberlo, cambió la industria del transporte para siempre al crear los primeros neumáticos de caucho con cámara de aire.
Ese fue el disparador. A partir de ahí, los gigantes productores se dieron cuenta que existía una gran oportunidad comercial en ese material. Esa sustancia, que se puede obtener tanto artificial como naturalmente, tiene la capacidad de resistir a la electricidad y repeler el agua, entre otras funciones.
Se convirtió en un elemento indispensable para todo automóvil, moto, bicicleta y cualquier medio de transporte que implique ruedas. Según la información que publica el diario El País, de España, “Goodyear explica que un neumático contiene hasta 30 tipos de caucho mezclados con otros ingredientes para crear un compuesto gomoso de color negro”.
Es decir, su proceso productivo implica muchos factores y, claro, con el tiempo evolucionó notablemente a la hora del empleo de maquinaria y mezcla de materiales.
Sin embargo, tanto en aquel entonces como ahora, hay una parte del neumático que nadie sabe bien para qué sirve. El ojo atento habrá evidenciado en autos recién salidos de fábrica o en neumáticos “0km” que se evidencian algunos “pelitos” que recubren la goma.
Y es que su presencia tiene una explicación, pero no una función. Hay quienes dicen que disminuyen el ruido en el camino o que generan un mejor agarre a las superficies; incluso, que son responsables de una aerodinámica más avanzada. Nada de eso es real.
Lo que ocurre realmente tiene que ver con el proceso productivo de los neumáticos. Dado que hay varias versiones y tamaños, se utilizan moldes para poder darles la forma adecuada. En esas matrices se inyecta caucho líquido dentro de ellas, las cuales tienen también pequeños orificios para que el aire escape por allí y no forme burbujas en el interior del neumático.
Cuando no queda aire en la mezcla, un poco de ese caucho líquido se escapa por esos espacios y se forman los famosos “pelitos” que, una vez frío, quedan bordeando la rueda. No afectan en nada a la conducción y se caen solos con el paso del tiempo. Quizás, su única utilidad sea para ver si efectivamente se está comprando un neumático nuevo.
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