Unos desistieron de comprar por las demoras y la falta de precio; otros prefirieron pagar de más hoy para tener una unidad; LA NACION habló con compradores y clientes que fueron a un concesionario y se llevaron más de una sorpresa
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Julián quería comprar un Toyota Etios. Revisó en la web oficial de la automotriz y constató con sus ahorros si le alcanzaba para pagar la totalidad del auto. No podía, pero su papá le había dicho que si le faltaba un poco, ponía la diferencia y “después arreglaban”. Fue a la concesionaria de su barrio, miró los autos y fue interceptado por un vendedor.
“Siempre están bien vestidos estos tipos. Entrás y ya tenés a cinco encima”, definió. Después de un “¿Cómo estás?”, “¿Te sirvo un vaso con agua?” y algún que otro comentario del clima, preguntó por el precio y la disponibilidad del auto en cuestión. Tal como ocurre en muchos casos de la red de Toyota, el precio coincide con el de la web. Es decir, no hay sobreprecios. Hasta ahí, todo marchaba acorde a los planes. El problema vino después. “Me dijo: ‘Mirá, ahora no tengo stock. Te puedo poner en una lista de espera, te llamo cuando lo tenga, pagás una seña y te lo reservo’. Le pregunté si el precio iba a ser el mismo y me dijo que iba a tener que pagar lo que saliera cuando llegara”, le contó a LA NACION.
Julián pidió que su apellido no fuera revelado. Estaba enojado. “Se piensan que yo voy a tener los nosecuantos millones que va a salir cuando llegue. Pregunté por un plan de ahorro y me ofrecieron entrar por un auto más barato y cambiarme sobre la marcha pero no, a mí esas cosas no me gustan”, se sinceró.
Él vivió lo que viven hoy muchos potenciales compradores de un 0km en un mercado dominado por las demoras y los faltantes de unidades en un contexto de inflación en alza. Algunos ceden resignados, otros no. Julián empezó a estudiar alternativas para comprarse un nuevo auto. Otros deciden ir para adelante en el momento con la oferta que reciben, como el caso de Carlos Roca.
Carlos trabaja en el campo y viaja de allí a la ciudad casi continuamente. Necesitaba un auto grande pero no quería comprar una pick up, por lo que después de revisar un poco y seguir el consejo de unos conocidos, se fue a un concesionario de Ford y se compró al contado un Bronco Big Bend, la entrada de gama del modelo SUV.
En tres semanas logró sacar el vehículo, ventaja de pagar en el momento. Además, tuvo la suerte de que había stock con entrega inmediata. El problema fue el precio. Toda la operación la hizo en abril y por el auto pagó cerca de $13 millones, significativo sobreprecio dado que en mayo, cuando fue contactado por este medio, el SUV se publicaba en la web oficial de Ford a $12 millones. Pero se lo llevó en el momento.
Más ejemplos
Sebastián Tulino no dice que se las sabe todas, pero del mercado de los rodados algo entiende. Siempre trata de hacer preguntas directas y específicas porque es testigo de que en los concesionarios hay un fanatismo por hacer trampa, dice. En su historial de compras ya lleva 10 operaciones concretadas, y no todas fueron positivas.
“A la hora de comprar un 0km tuve muchas malas experiencias. Principalmente con los planes de ahorro. Malas al punto de desistir, pedir la devolución del dinero e irme a otra marca a comprar otro auto”, admitió con soltura. “Me han querido engañar mucho con los números. Siempre terminaba habiendo un sobreprecio importante y costos adicionales que no sabías de dónde salían y que no te habían dicho al principio”, agrega.
Explica que, según su experiencia, la única forma de darse cuenta de que hay gato encerrado es comparando en la mayor cantidad de concesionarios posible. “Cuando uno analiza la oferta en otros lugares y compara se va encontrando con muchas curiosidades (para no decirles de otra manera)”, afirma.
Tulino también tuvo malas experiencias pagando al contado. “Yo quería comprar un auto que tenía un precio bárbaro”, relató con el diario del lunes, como arrepintiéndose no haber sospechado de la aparente “oportunidad” antes, cuando todavía estaba a tiempo. “Me engañaron con la fecha de patentamiento, para poder cumplir con el cupo de ventas de la agencia. Lamentablemente me enteré cuando ya era tarde”.
En definitiva, el camino que le tocó atravesar a Tulino -y que le toca hoy a muchos que quieren comprar un 0km- fue duro, pero finalmente llegó a buen puerto y las palabras mágicas son “Plan nacional” o “Plan de fábrica”. “Me apareció promocionado por Instagram. Al principio pensé que era mentira pero preguntando a fondo confirmé que había una posibilidad real de acceder a un 0km a buen precio”.
Esta forma de pago que, según aclara Tulino, no es ni difundida ni bien recibida por las agencias, es un plan de ahorro que evita la intervención del concesionario a través de comisiones extra. Por eso, el precio suele ser más económico y fiel. Con esta modalidad compró el año pasado un Peugeot 208. El cliente experimentado resaltó que una de las claves de su última transacción fue elegir el modelo de base y después solicitar el cambio al tope de gama por una diferencia de $100.000, un salto que en otras agencias le habían cotizado por más de $1.000.000.
“En los concesionarios siempre te la tratan de hacer difícil para que tengas que acceder al patentamiento a través de ellos, y ahí es donde te sacuden con los precios porque una gestoría te la cobran seis veces más de lo que puede llegar a salir”, concluyó a modo de reflexión.
Las razones de los faltantes
Es sabido que hay problemas para importar autos debido a la falta de dólares. Eso desencadena dos efectos: por un lado, los vehículos de producción nacional tienen más salida (por eso están en lo más alto en los rankings de ventas); por el otro, el precio que se paga por un auto, es el valor con el que llega... cuando llega.
Es decir, si no hay disponibilidad de un modelo en el momento de la visita al concesionario, se lo paga al precio al que figure cuando esté disponible varios meses después (hay listas de espera de más de un año por algunos modelos). Los 0km vienen aumentando en promedio en el orden del 6/7% por mes, siguiendo a la inflación. Y la escasez de unidades en momentos en que la demanda continúa empujando conduce a los sobreprecios que tantos cuestionamientos despiertan entre los compradores.
La justificación que aplican en el mercado es: ¿qué es preferible, pagar de más hoy y llevarse el auto o esperar unos meses sin saber cuánto costará o cuál va a ser la inflación en ese período? A mayor demanda que oferta, el precio sube. Del lado de las automotrices, se limitan a publicar precios sugeridos, dado que por la relación contractual que mantienen con su red no pueden impedir que las agencias vendan un auto al precio que les parezca más conveniente.
La forma de normalizar el mercado es simple. Tal como explicaron expertos en ocasiones anteriores, hay que traer más autos. Si la oferta se equilibra con la demanda y hay disponibilidad de unidades, los precios se acomodan y dejan de existir los sobreprecios y las complicaciones.
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