Es la primera vez en la historia que se publican los resultados de pruebas similares; el estado de la aviación supersónica, entre promesas y anuncios
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El futuro de los aviones supersónicos parece ser cada vez más concreto. La industria atraviesa momentos de avanzada experimentación que, de resultar exitosos, podrían sugerir que la llegada de la aviación supersónica a vuelos comerciales está más cerca que nunca. Las dos noticias que emocionan a los interesados se dan en países que pusieron el ojo en esta tecnología hace tiempo: China y los Estados Unidos.
Empezando por América, es la NASA la encargada de traer auspiciosas noticias. Y es que este año se llevó adelante la primera prueba del X-59 Quesst, nave en la que vienen trabajando hace varios años con el objetivo de poder convertirlo en uno de los primeros aviones supersónicos comerciales del mundo.
La prueba realizada, según informó la agencia Europa Press, fue “volar a una velocidad de 1500km/h a más de 18.000 metros de altura y producir un sonido tan fuerte como el cierre de la puerta de un automóvil”.
Pero mientras eso ocurre en los Estados Unidos, en China se dio a conocer una noticia por demás interesante y que involucra a un avión Mach 9, es decir, que vuela a más de 11.000km/h. Acorde a lo que reporta el Instituto de Mecánica de la Academia de Ciencias de China en la voz de Liu Yunfeng, ingeniero senior de la institución, se llevaron adelante experimentos para alimentar aviones supersónicos con el combustible más barato del mundo.
Los científicos de la comunicad internacional que trabajan en esta tarea “han construido motores de detonación, pero utilizan principalmente hidrógeno como combustible, lo que conlleva un alto precio y riesgo de explosiones”, explican en portales chinos. El motor desarrollado por Liu utiliza un combustible hecho a base de queroseno.
“Es el combustible elegido para los motores que respiran aire debido a su alta densidad energética y facilidad de almacenamiento y transporte”, explicó el ingeniero. La dificultad encontrada es que el queroseno se quema más lentamente que el hidrógeno, motivo por el cual los motores que funcionan a base de él necesitan una cámara de detonación más larga para retener la mezcla de aire y combustible por más tiempo.
Es decir, se necesita hacer aviones más grandes para poder alimentarlos con queroseno y eso, en la aviación supersónica, presenta un problema. “Cada milímetro cuenta, con la longitud adicional necesaria sería imposible [aplicarla] en aviones hipersónicos”, explicó el equipo de Liu.
Con esa premisa, el equipo de científicos identificó que “añadir una protuberancia del tamaño de la uña de un pulgar a la superficie de entrada de aire del motor podría facilitar el encendido del queroseno”, todo sin perjudicar el tamaño de la aeronave. Las pruebas llevadas adelante en el famoso túnel JF-12 permitieron entender que estos desarrollos incluso “ayudarían a limitar las explosiones a un espacio pequeño, generando un suministro constante de empuje”.
LA NACION