La historia de Mahanandia, el joven que viajó de India a Suecia en bicicleta y hoy vive con el amor de su vida en el medio de un bosque; qué dicen 50 años más tarde
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Si hubiese que elegir una canción para describir la historia de PK Mahanandia sería sin dudas “When a Man Loves a Woman” (cuando un hombre ama a una mujer), de Michael Bolton. Oriundo de Odisha, un estado al este de India, el hombre es un romántico empedernido que no vacila en decir que lo más importante que hizo en su vida fue seguir a su corazón. Hoy su historia es internacionalmente conocida y hay varios artículos y hasta un libro que la cuenta. Sin embargo, él la vio venir mucho antes de que se escribiera. Literalmente cuando nació, un sacerdote le profetizó que su destino sería casarse con una chica de una tierra lejana, dueña de un bosque, flautista y nacida bajo el signo de Tauro.
No fue hasta el 17 de diciembre de 1975, a sus 25, que la profecía empezó a materializarse. Era una tarde fría de invierno como cualquier otra, podrían argumentar algunos, excepto que era muy distinta a todas las vividas, porque fue la tarde en la que la primera pieza del dominó cayó, y Charlotte Von Schedvin, una sueca de 19 años que estaba en Nueva Delhi de turista, se cruzó en su camino.
Mahanandia trabajaba como dibujante en el distrito Connaught Place, en el centro de Nueva Delhi, donde tenía una galería de arte al aire libre junto con otros estudiantes. Su eslogan era “tu retrato en 10 minutos por 10 rupias”. “Recuerdo claramente su pelo largo y rubio y sus ojos azules mientras se sentaba enfrente mío y me pedía que le hiciera un retrato”, recordó en un diálogo con LA NACION.
El hombre relata que, mientras posaba su mirada en la de Charlotte, vio su propio rostro en sus pupilas y empezó a temblar, porque escuchó una voz interna que le decía que era la mujer de la profecía. Capricorniano, en lugar de preguntarle su nombre, le preguntó si había nacido en mayo, si tenía un bosque y si se dedicaba a la música. “Ella respondió que sí a todo. Entonces supe que no me quería separar de la mujer nunca más. Fue un encuentro muy mágico y muy difícil de expresar con palabras”.
A la secuencia del retrato destinado a ser y un amor evidente a primera vista le siguieron seis días románticos de viaje en tren alrededor de la India y, cuando Charlotte volvió a su país natal, Mahanandia decidió que la iba a seguir. Como no tenía plata para costearse un pasaje en tren, sus posibilidades eran limitadas, pero no limitantes. Fue en 1977 que emprendió el viaje que sellaría su destino para siempre: 6000 kilómetros en bicicleta desde Nueva Delhi a Gotemburgo, Suecia.
“De a momentos estaba tan agotado físicamente que pensaba que en cualquier momento me moría”, admitió haciendo énfasis en que, por suerte, se cruzó con muchos hippies y viajeros que le dieron una mano o un lugar para pasar la noche siempre que necesitó. “Mi mantra era “hacer o morir” y mi fortaleza era mi falta de conocimiento sobre la geografía de la región. Si en ese momento hubiese sabido la distancia real, así como las dificultades que presentaban los lugares qué atravesé, como el desierto de Afganistán, Irán y Turquía, posiblemente nunca me hubiese animado a salir de India”, reveló Mahanandia. “Sin embargo, el desafío más grande de todos fue hacerle frente a mis dudas y miedos. Con el tiempo aprendí a controlarlos y a convertir mis problemas en oportunidades, usando más el corazón que la cabeza”.
Cuando se le pregunta si todo eso valió la pena, Mahanandia se ríe. Para él la respuesta es obvia. “Lo cierto es que estaba perdidamente enamorado y lo que más quería en el mundo era estar con ella”. Hoy, 48 años más tarde, el joven de pelo oscuro y dientes blancos y Lotta, la chica de ojos color océano (que hoy tiene 68) no solo están felizmente casados, sino que también tienen dos hijos: Emelie y Karl Siddharta, ambos ya jóvenes adultos.
Con 74 y 68 años respectivamente, ambos están retirados y llevan un estilo de vida tranquilo pero pleno. “Cada día nos levantamos, hacemos yoga, meditamos y damos una caminata en el bosque cerca de nuestra casa, donde muy seguido nos encontramos con zorros y venados”, cuenta. A lo largo de los años fueron invitados en múltiples ocasiones a instituciones académicas y eventos para hablar sobre su historia, como si se tratara de una especie de masterclass sobre cómo triunfar en el amor.
Y es que, desde que se conocieron en los años 70, las cosas cambiaron mucho en el mundo que la pareja habita y, para algunos, las reglas del romance se derrumbaron. “En ese entonces no habían celulares para distraernos y nuestra comunicación dependía de cartas que tardaban entre tres y cuatro semanas en llegar. No teníamos otra opción que practicar la paciencia. Hoy, en cambio, mandás un mensaje en cuestión de segundos. Podría decirse, que la tenemos servida, pero no”, reflexiona.
Mahanandia cree que siempre va a haber esperanza para dar un giro de 180 grados en la forma en la que cada persona encara su vida, pero que para esto es fundamental animarse a escuchar cada corazonada.
Para el artista que hoy tiene la sabiduría de un veterano, la vida es una mezcla entre un viaje externo físico y uno interno espiritual, y las relaciones amorosas dependen de qué tanto coinciden dos personas en esta intersección. “Muchas veces la clave es encontrar el balance entre la mente y el corazón. Pero, en lo que respecta al amor, la clave es priorizar el canto del corazón. Tanto yo como Lotta seguimos a nuestros corazones incluso sin conocernos tanto. Por eso, aunque pudiera, no cambiaría nada de lo ocurrido”, finaliza.