El 280 ZX Datsun aparece en buena parte de “DejaVu” y “Rapto”, dos videos que acompañaron la difusión de Fuerza Natural, el último álbum solista del ex Soda Stereo; su dueño, el chef Danilo Ferraz, habla del vínculo con el músico y de cómo su auto llegó a los sets de casualidad
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“Similitudes que soñás, lugares que no existen vuelves a pasar…”, versa un fragmento de la lírica de “Deja Vu”, el primer corte de difusión del disco Fuerza Natural de Gustavo Cerati. Idea de loop y repeticiones infinitas en un camino que parece no tener horizonte. Poesía, auto y ruta interminable como hilo conductor de los trabajos audiovisuales que acompañaron al disco, de los dos que se estrenaron y de los que no llegaron a ver la luz.
Ese sería el quinto y último álbum de estudio del cantante y compositor en modo solista. Fue lanzado en septiembre de 2009 y en tan sólo una semana alcanzó las 20.000 copias vendidas, lo que le valió el certificado de disco de oro. Luego sería platino y vendría una catarata de premios. La saga de clips estilo road movie arrancó justamente con “Deja Vu”, la segunda canción del disco, en cuya secuencia inicial se ve un auto a lo lejos, atravesando una ruta montañosa para, luego de un par de escenas, pasar a un primer plano del músico empuñando el volante, con guantes de manejo y claras señales de cansancio.
Un paisaje de Salta fue el elegido como locación, y el coprotagonista es un Nissan 280 ZX Datsun, color gris plata. El segundo trabajo audiovisual ilustró la canción “Rapto”, en el que ese mismo auto es conducido por Anita Álvarez Toledo (integrante de la banda), mientras el ex Soda viaja atado y oculto el baúl. La idea era que los clips aparecieran respetando el orden de las canciones en el disco y tanto “Magia” como “Cactus”, vendrían a completar una primera etapa. El estilizado dos puertas es el automóvil de ese viaje, el del misterioso rapto, de la enigmática caja, de la ruta, de las paradas y de los extraños personajes. Elementos y secuencias que unirían cada pieza fílmica.
En mayo de 2010, mientras la gira de la banda pisaba suelo venezolano, Gustavo sufrió el accidente cerebrovascular que lo tendría cuatro años en coma. Falleció el 4 de septiembre de 2014 a los 55 años. Esa es la parte bien conocida de la historia, pero no tanto así la del deportivo japonés, el otro astro de los clips y que también tiene su propia historia para contar.
El famoso auto y su verdadero dueño
A todos, o a la mayoría, nos queda bien a mano apelar a la simplificación para sencillamente catalogarlo como “el auto de Cerati”, aunque sólo haya sido de su posesión durante las grabaciones. Es Danilo Ferraz su dueño real. Nacido en la ciudad de Buenos Aires, es un reconocido cocinero y a quien se le adjudica la reinvención de la pizza, porque revolucionó el rubro con su especialidad a la parrilla. Creador de emprendimientos muy exitosos (Hell’s Pizza, Morelia y “Mil & Pico”), cada tanto también cultiva su faceta como DJ, aunque en menor intensidad que años atrás. Amante de la música electrónica, llegó a participar de algún “Creamfields”, en su juventud también fue modelo y tuvo su época de windsurfista. Es creativo, talentoso, emprendedor, pero su vida tiene esta otra particular arista: su coupé es la que se utilizó para esos videoclips de Fuerza Natural.
Se trata de un ejemplar de 1980, equipado con un motor 2.8 litros (6 cilindros en línea) con inyección Bosch, que entrega 170 CV y se asocia a una caja manual de cinco marchas. Plateado, de inconfundible capot lanzado (con protuberancia central y dos rejillas para disipar el calor), con ópticas empotradas en los guardabarros, vistosas llantas y puertas sin marcos en las ventanillas, jamás pasará inadvertido. Su remate trasero, un distintivo, con esa caída fastback en la que la luneta se extiende oficiando de tapa del baúl.
A la pregunta de cómo llega a sus manos y en qué momento, cuenta que lo tiene desde 2003, cuando se lo compró a un amigo (Pedro Schojet) que se dedica a la compra-venta de autos, el mismo que le prestaba alguno cada vez que venía desde Barcelona (donde tenía su emprendimiento gastronómico) para andar por Buenos Aires, y el mismo a quien no quiso restituir este 280 ZX. “Antes de retornar a Europa se los devolvía, pero en este caso me negué (admite entre risas) y le dije que se lo quería comprar. Me costó, no fue nada fácil convencerlo”. Estaba muy bien cuidado y encima era barato por aquel entonces, en comparación con otros vehículos. “Me gustó siempre porque es un auto lindo, canchero, divertido de manejar”, afirma quien también supo tener un Mustang 65 -entre otros fierros- además de alguna moto. “Siempre me atrajeron los autos, aunque lejos estoy de ser un verdadero entendido. Me gusta usarlos y que me lleven y me traigan”.
Sobre su relación con la coupé, cuenta que durante un largo tiempo fue su única movilidad. “Cuando definitivamente regresé de Europa, fue mi único vehículo”. De hecho, fue con el que llevó a casa a su hijo recién nacido (Felipe, hoy de casi 15 años) dispuesto en el “huevito” fijado a las plazas traseras. “Le guardo un enorme cariño y como ahora tengo otro para trabajar y usar a diario, lo dejo para pasear cada tanto o para ocasiones especiales”. Más allá de que le gusta por su diseño y comportamiento dinámico, el empuje del motor y la caja de cambios, no deja de cautivarlo la dotación tecnológica, de avanzada en muchos aspectos.
A pesar de tener más de 40 años, el listado hace alarde de espejos y levantavidrios eléctricos (con one touch para el conductor), computadora de a bordo, antena eléctrica, frenos a disco en las cuatro ruedas y ciertos chiches como la perilla que permite sectorizar el sonido de los parlantes. “La verdad es que es un placer andar en este auto, siento que representa lo que soy y que va con mi personalidad”, remata. Asegura que ni se le cruza por la cabeza desprenderse de él, “y luego de todo esto, menos”, dice sonriendo y confirmando que toda esta historia cambió su relación con el vehículo.
De Villa Crespo a los sets de filmación
“Llegué a saber que Gustavo había elegido este modelo - no mi auto puntualmente- para hacer sus clips, porque le gustaba su estética, su procedencia japonesa y toda su onda en general”, señala. “Entiendo o quiero pensar que no quería caer en la clásica de un muscle car o típico superdeportivo que irradia potencia y extravagancia. Es decir, no tanto un V8 sino algo más estético, más acorde a su estilo. Creo que por ese lado cierra muy bien la historia”, agrega. “Yo vivía en los lofts de Darwin, donde hay muchas productoras, y mi auto estaba estacionado siempre ahí, y es ahí donde lo vieron”, comenta.
Apoyado en la alargada trompa del Datsun, el cocinero de 58 años confiesa: “A Gustavo lo conocí bastante. Nos habíamos cruzado en Barcelona, salimos a divertirnos un par de veces y había venido a comer a mi restaurant, pero lo curioso es que nunca supo que el auto con el que grabaría los videoclips era mío”. Dice que nunca se lo mencionó, porque la productora encargada la filmación se lo había alquilado a un valor bastante elevado y para él significaba un buen negocio. “Me daba no sé qué decirle, aunque tenía pensado comentárselo más adelante”. Así fue que, hecho el trato, se lo llevaron en un camión.
El primer video se hizo en el NOA. Ese paisaje había sido idea del músico, porque inspiraba efectos de espejismos en un encantador marco cinematográfico. Ya el segundo se grabó en su mayor parte en algunas locaciones de la zona norte de la ciudad de Buenos Aires y en un aeropuerto abandonado. “Me insistieron mucho para que vaya y sea testigo de las filmaciones, o incluso participar. Pero no quise. Yo tenía una buena relación con él y no quise mezclar”.
¿Qué significó verlo en los videos? “Un placer total, sobre todo porque el auto tiene mucho protagonismo. Hay tremendas imágenes en las que se lo ve andando y parece más el video del producto que el de un tema musical. A mí realmente me maravilló que a Gustavo le haya gustado estéticamente el auto y ni hablar cuando lo vi manejarlo, porque es un artista que admiré siempre. Soda fue la banda que marcó mi adolescencia y luego seguí su carrera como solista”, señala con una sonrisa matizada por la emoción. “La verdad es que hoy pienso que fue una pena no haberle contado, yo esperaba agarrarlo de sorpresa y decirle ‘es mi auto’, y ver qué cara ponía”. Fue a Charly Alberti y a Zeta Bosio, los históricos compañeros de ruta del músico, a quienes sí llegó a contarles.
Al abrir el baúl y levantar la placa cubre-equipaje dispara un “hay que meterse acá eh”, haciendo alusión al arranque de “Rapto”, en el que el rockero yace ahí cautivo, maniatado. Claro, es un baúl chico, propio de un deportivo. “Seguramente sacaron el auxilio e hicieron parte de la filmación así y el resto en post producción”, dice en tono conformista.
Del brillo de las cámaras y la fama, a una larga pausa
Así como toda la trama del disco, el suceso con la salud del músico y la magia que él intentaba plasmar en sus creaciones, la historia del 280 ZX también tiene su lado místico. Resulta que después de las grabaciones, el auto dejó de andar bien, y entre una cosa y otra quedó en un estado de letargo. “Fue algo muy loco e incluso es algo que yo no pensaba en ese momento, pero mientras Gustavo estaba internado, mi auto había dejado de funcionar y no podía dar con el problema”. De hecho, cuenta que hace poco lo pudo solucionar, luego de pasar por un par de mecánicos, hasta que dio con Nicolás Toso, quien logró revivirlo. Durante todo ese período que estuvo parado, como no había lugar en uno de los talleres lo sacaron a la intemperie y se empezó a venir abajo. “A partir de Nico se mejoró todo porque lo puso al día tanto mecánica como estéticamente, y el hecho de volver a usarlo, fue clave. Lo cierto es que tenía serios problemas en la inyección, combinados con una mal puesta a punto. Solucionado eso, le fueron haciendo diferentes detalles, como pintarle las llantas, arreglar la salida de escape, cambiar todos los fluidos y dejarlo listo para andar”.
El modelo, un mix de avances para la época
Este nipón no pasó inadvertido en los mercados en los que se vendió, y nuestro país no fue la excepción, donde en los 80 supo ganarse un lugar en el corazón de buena parte del público. El 280 ZX se lanzó en Japón en 1978 como sucesor del Z, al cual superaba en longitud y también en equipamiento. Un auto liviano, ágil, moderno, que supo hacer frente a los renombrados deportivos de entonces, pero costando hasta cuatro veces menos. Bajo ese anguloso e interminable capó siempre estuvo el mismo bloque que empezó entregando 135 CV, para luego ganar unos 10 caballos, hasta llegar finalmente a los 170 CV. Más tarde sumaría turbo para erogar 180 CV primero, y unos 200 más tarde. Dirección servo asistida, aire acondicionado, control crucero, un buen equipo de radio/pasacassette, tapizados de cuero y otros ítems considerados de lujo para la época, además de la suspensión trasera independiente.
Hubo dos tipos de carrocerías, con techo rígido y tipo Targa (semi-desmontable) y dos longitudes diferentes. Se retiró del mercado en 1984, cuando aparece el 300 ZX como sustituto. Su reconocimiento a nivel local llegó al pico máximo al crearse el Club Argentino de Pilotos (CAP), categoría monomarca nacida en 1982 gracias al impulso de dos históricos como Carlos Pairetti y Jorge Cupeiro. Juan María Traverso, Luis Rubén Di Palma, Roberto Mouras, Cocho López, Silvio Oltra, Miguel Ángel Guerra, Ernesto “Tito” Bessone y Gustavo Der Ohanessian, entre otras figuras, animaron el pelotón.
Días de filmación
Los videos estuvieron a cargo de Andy Fogwill (en la dirección) y la productora Landia. La idea original fue hacer una especie de ‘film clip’ con los mencionados videos en secuencia, e incluso se dijo que cada tema del disco tendría el suyo. Se consiguieron los permisos para cortar la ruta y así tras, dos extenuantes jornadas, a pleno sol y calor extremo, quedaba registrado el crudo para que comience la edición. El no estreno de “Magia” impide saber qué nuevo grado de interacción había entre el artista y el 280 ZX. Tampoco quizás nunca se sepa la trama del resto de los clips y qué participación tendría el auto. Mismo misterio para el contenido de esa “caja luminosa” que viajó tantos kilómetros en el auto de Ferraz.
El viaje que ya es leyenda y la charla que nunca ocurrió
Eso fue Fuerza Natural, un viaje lleno de sonidos con mucho matiz country/folk, movilizados en un auto al que se le confió la encarnación de ese de mix entre volver a las fuentes -con guitarras acústicas y ritmos de altiplano- con tramos de retrospectiva y una mirada hacia lo que está por venir. Un periplo repleto de misticismo y magia, naturaleza e inmensidad, a bordo de un modelo que representa una época y remite a otros tiempos, sin perder estilo ni vigencia. Al fin de cuentas, Gustavo nunca supo que el auto pertenecía a Danilo, y éste tampoco llegó a conocer la opinión del artista luego de haberlo manejado. ¿Nos permitimos suponer que le gustó? Si claro, que sí. Está impecable y es un emblema de los 80, cuando Soda nacía y arrasaba. Tiene un encanto visual muy particular, es sofisticado y decididamente pop. En fin, un auto muy Cerati.