Priva a muchas personas de disfrutar de los beneficios de ponerse al volante de un vehículo; sin embargo, hay acciones que pueden hacerse para superar esta fobia
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“Mi papá sufría de amaxofobia porque aprendió a manejar de grande y moverse en el tránsito para él era un verdadero problema. Sufría cada viaje, traspiraba al hacer sobrepasos, frenaba en exceso, circulaba a velocidades muy bajas en autopista y manejaba tenso, porque cada situación habitual de manejo para él era de riesgo... Además, otros conductores tenían una actitud intimidatoria con él y eso acrecentaba su miedo. En ese momento se conocía poco de algún tratamiento para que superara este problema”, comentó Gustavo B. (60 años).
En tanto, Marina C. (45 años) describió cómo desde siempre quiso aprender a manejar porque le encantaba (y encanta) viajar en auto. Sin embargo, al tener la edad y oportunidad de hacerlo no pudo, pues su miedo al entorno, a los otros conductores, de chocar, de lesionarse o lesionar a alguien, etcétera, le impidieron siquiera intentarlo.
Luego, al volverse madre se inscribió en una autoescuela y un par de días antes de tener su primera clase teórica desistió. Actualmente, sigue un tratamiento que le ha permitido “conducir un auto y disfrutarlo”.
Los ejemplos anteriores reflejan algunas características de la amaxofobia (del latín miedo a los carruajes) o fobia a conducir. Una fobia es el temor irracional ante un determinado objeto que normalmente no produce ese tipo de respuestas; en el caso de la amaxofobia el principal síntoma es el terror a conducir.

Datos de la Fundación Club Europeo de Automovilistas (CEA) indican que en España uno de cada cuatro conductores sufre cierto miedo y ansiedad al conducir, afecta en un 87% a las mujeres y un 13% a los hombres y la edad media en la que aparece es entre los 34 y 37 años.
En tanto, desde el CESVI Argentina expresaron que no existen estadísticas sobre esta fobia. Sin embargo, se estima que del total de los conductores que en algún momento de su vida se inician en la conducción, un 40% abandona abruptamente en esta etapa y generalmente la tasa de abandono es más frecuente en personas que deciden aprender luego de los 30 años.
¿Por qué surge esta fobia?
Como explica la titular del capítulo Ansiedad, Estrés y TOC de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) y ex presidente de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), Alicia Andrea Portela (MN 76.442), la amaxofobia puede iniciarse en cualquier momento de la vida y pueden padecerlo personas que han conducido, que lo hacen habitualmente o que nunca han llegado a conducir.
“El inicio puede tener que ver con alguna experiencia traumática como accidentes, pero no necesariamente. Se vincula más a personas con rasgos de ansiedad en general, más propensas a desarrollar estos tipos de fobias. Otros factores son la falta de confianza en las habilidades de conducción y factores sociales: comentarios negativos o experiencias compartidas en el círculo social", explica.
“Hay quienes son más propensos a que las experiencias negativas marcan una impronta o memoria emocional fuerte”, detalla la profesional. Y aclara: “Puede pasar que, frente a la situación, en este caso conducir, la enfrenten con sufrimiento, temor y otros síntomas físicos o bien que no puedan hacerlo. En este caso dejan de conducir o tratan de evitarlo siempre. En síntesis, muchas veces no hay una experiencia traumática aparente”.
Algunos de los síntomas que presenta este miedo intenso y sostenido a conducir vehículos se manifiestan en una inquietud permanente, antes o durante la conducción, que genera en el conductor un fuerte malestar mental y físico, sudoración, rigidez muscular, taquicardia, malestar digestivo y otros síntomas, llevándolo muchas veces a una inhibición total para conducir como describió la presidente de Luchemos por la Vida Asociación civil, licenciada María Cristina Isoba.
Explicó que cuando se instala el problema la persona padece síntomas cognitivos en forma de pensamientos negativos recurrentes que lo dominan y que desencadenan fuertes emociones displacenteras; y, en muchos casos, malestares físicos diversos que pueden llegar a manifestarse como ataques de pánico. Lo sufren hombres y mujeres de todas las edades, aunque el porcentaje es un poco mayor entre estas últimas.
Sí, puede superarse
Los profesionales concuerdan en que la amaxofobia puede superarse con ayuda psicológica. Y destacan que quienes se acercan a consultar es raro que lo hagan personas que no haya tenido una experiencia traumática como accidentes, y que las consultas se dan más entre personas que están sufriendo frente al trauma y sus consecuencias (conocidos como trastornos de estrés postraumático o adaptativos).
“Quienes no han tenido o vivieron eventos menores, pueden vivenciar este temor como algo que afecta su autoestima. Sentirse inadecuado, con falta de habilidades, genera emociones de vergüenza. Por lo que no se consulta e, incluso, no se habla”, describió Portela.
Según Isoba, generalmente a la persona que padece amaxofobia no le basta con un curso de conducción convencional para aprender a conducir; necesita ayuda profesional. Y que para eso existen distintos tipos de ayuda terapéutica individual y/o grupal.
“Hasta el momento las terapias cognitivas, solas o combinadas con otras, resultan las más efectivas, ya que se focalizan en una reestructuración cognitiva que ponga el foco en los pensamientos negativos automáticos para que, con distintos recursos didácticos, la persona afectada pueda lograr cuestionarlos y cambiarlos por pensamientos positivos, combinada esta tarea con la exposición gradual a la situación temida (al tránsito y la conducción)”.

En esta línea, Portela comentó que hay que tener en cuenta que este tipo de fobias no mejoran con una medicación sino con volver o empezar a manejar es una exposición. “La exposición es la forma más efectiva de terapia de una fobia en general. A través de esta el miedo se va ‘desensibilizando’, esto es, reduciendo progresivamente. Pero si el profesor no tiene en cuenta las características de la persona que tiene miedo y es excesivamente crítico o ‘malhumorado’ puede favorecer el abandono de la práctica”.
Pero, en algunos casos lo anterior puede no servir y empeorar aún más el miedo. Por eso, además existen otros aspectos a considerar: “Por ejemplo, si la persona ha tenido una situación muy traumática hay que evaluar si es necesario un tratamiento previo de psicoterapia del trauma. Incluso en casos severos en que adopte formas de estrés postraumático puede requerir medicación por un tiempo. Y en otros casos personas con mucha inhibición, alto nivel de perfeccionismo o ansiedad que sobreestiman demasiado la posibilidad de consecuencias negativas de sus hechos, pueden requerir una terapia que acompañe el inicio de una escuela de manejo con profesores adecuados. En cada caso concreto hay que adaptar las estrategias para resolver este problema”.
A la acción
Así, junto con la consulta a un profesional especialista se necesita el acompañamiento de la familia y el entorno (siendo menos críticos y más comprensivos cuando la persona está al volante). En este sentido, el psicólogo y director de Anímate a Manejar, Omar Alzugaray, precisó que en principio no hay que minimizar el problema, pues “las personas que tienen miedo suelen pasarla mal con sólo pensar de ponerse frente al volante”. Y que “frases tales como ‘agarrá el auto y salí a practicar’ no son muy acertadas”.
“Si bien pueden pedirle ayuda a algún familiar o amigo, es necesaria la intervención de un profesional, ya que la mayoría de las veces esas intervenciones de personas cercanas pueden resultar fallidas al no tener los conocimientos necesarios para hacerlo”, dijo. Y destacó: “El primer paso importante es conocer, adaptarse y ‘amigarse’ con la herramienta que van a utilizar”.
El profesional, quien también es instructor de manejo, señaló que el proceso de tratamiento inicia con ejercicios de respiración profunda, relajación corporal y visualización de lo positivo basados en el mindfulness, sumados a otros ejercicios de adaptación.
“Luego de eso es necesario realizar un proceso, en el que una de las técnicas principales es la exposición controlada y progresiva al objeto temido, en este caso manejar en tránsito, de la forma más real posible (es decir, en la calle con el mismo auto que seguirá usando y por sus recorridos cotidianos, teniendo el registro vigente). La psicoeducación y los aportes técnicos en relación a la conducción son necesarios también en caso de ser principiantes. Las ayudas se realizan tanto presencial (un psicólogo acompaña a la persona arriba del auto) como virtual individual o grupal”, explicó.
Esta exposición controlada con el objeto temido no le resulta a la persona fácil ni exenta de malestar. Así, Alzugaray comentó que debe saber que va a convivir durante un tiempo con el miedo y las manifestaciones desagradables de la ansiedad y en el proceso lo preparan para enfrentarse a eso.
“Tienen que tener muy claro para qué quiere exponerse a ese malestar, qué le va a mejorar conducir en su vida cotidiana. Si no está dispuesta a eso o pretende que el miedo desaparezca inmediatamente, puede ser que no pueda retomar la conducción. Puede llevar tiempo y esfuerzo, pero el éxito del proceso no está en lograr el objetivo en tiempos preestablecidos, sino que el éxito radica en mantenerse en el proceso todo el tiempo necesario evaluando las variables que indican que van por buen camino”, relató.

En su experiencia ha podido ver cuando las personas van al volante y están superando el miedo que de manera objetiva transitan una mejora en la calidad de vida cotidiana y disfrutan de la independencia, seguridad, comodidad, elevación de la autoestima y la sensación de ‘misión cumplida’ que a muchas las impulsa a enfrentar nuevos desafíos.
Los resultados de todo el proceso los alcanza cada persona cuando puede superar el miedo ya que es más que la posibilidad de utilizar el recurso del manejo. Puede mejorar mucho la autoestima y generalizarse a sentimientos adecuados de autoeficacia en otras áreas de la vida.
Como aporta la doctora Portela, hay quienes deciden no manejar, como tantas elecciones en la vida que son absolutamente válidas. Pero hay quienes han disfrutado manejar y no lo pueden hacer. Esto puede generar sentimientos negativos con consecuencia en su autoestima, o se les complica la organización de su vida por cuestiones de distancia.
“En estos casos recomiendo considerar una estrategia para resolverlo. Como otras fobias, el tratamiento puede comprender estrategias de afrontamiento del problema, con exposición gradual y sistemática, a la fobia en imaginación y en vivo. En algunos casos reestructuración cognitivas, por ideas irracionales que se imponen. La farmacología no es adecuada para el afrontamiento y desensibilizar el miedo. Se puede de todos modos evaluar el grado y tipo de ansiedad y evaluar el beneficio como en cualquier persona con ansiedad desregulada”.
Finalmente, a medida que se producen los cambios cognitivos, se reducen hasta desaparecer los síntomas físicos y las emociones negativas, y la conducción del vehículo se asume como una actividad segura y placentera, con riesgos acotados (como toda actividad humana), pero que pueden minimizarse conduciendo con confianza en uno mismo y con un buen entrenamiento. “El mayor logro es poder hacer lo que siempre ha deseado, estar al volante de un vehículo, con toda su significación de autonomía y libertad para movilizarse. Y al sentirse seguro poder disfrutar del acto de conducir sin sufrir malestar físico ni psíquico. Lo cual aumenta la autoestima de la persona”, concluyó la titular de Luchemos por la Vida.
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