Con sus últimos diseños y concepts, Citroën viene recuperando la mística de modelos legendarios de su historia como el 2 CV y el DS, que perseguían el afán de innovación; por qué el Ami, el Oli y el C3 van contra la corriente establecida
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Qué bueno que es cuando una marca se reencuentra con su esencia. Y mucho más si esa esencia es audaz, popular y humanista. Es el caso de Citroën, que en los últimos tiempos viene recuperando su mística, aquella que se forjó con modelos legendarios como el Traction Avant (uno de los primeros autos con tracción delantera), el 2 CV (la popular “ranita”), el fabuloso DS, y siguen las firmas (CX, BX, XM, H, SM, Xsara Picasso). Todos ellos compartieron, de una u otra manera, un afán por la innovación: la búsqueda de soluciones “laterales” a problemas de movilidad, no importa si se tratara de familias, mercaderías o altos diplomáticos.
Pero es cierto que en las últimas décadas, la industria automotriz dejó de ser permisiva con los “excesos de imaginación”. Los autos se volvieron cada vez más complejos, cada nuevo modelo requiere inversiones multibillonarias, y por eso hay una marcada aversión a tomar riesgos. Citroën no fue ajena a esta tendencia, y poco a poco esos autos sorprendentes y “distintos a todo” se fueron desdibujando en su portafolio de productos. Últimamente solo hubo algunos destellos, mayormente de carácter estético, como el C4 Cactus con sus simpáticos airbumps o la saga de los monovolúmenes Picasso. Pero eso parece estar cambiando: el enfoque desde la “identificación y solución de problemas” ha vuelto a ocupar el centro de la escena en Citroën.
Ami
En 2021, justo en medio de la pandemia, se presentó el Ami, un pequeñísimo vehículo eléctrico para uso urbano. Con solo 2 plazas, un pequeño espacio de almacenamiento, una velocidad máxima de 45 km/h y una autonomía de 75 km, el abordaje es más que correcto: para el 90% de los traslados dentro de las ciudades no hace falta mucho más. El Ami, además de una estética muy simpática, también propone soluciones de diseño muy originales para minimizar los costos. Por ejemplo, se usa la misma puerta de ambos lados de la carrocería (se abren en forma opuesta), con el consiguiente ahorro en matricería. Y eso se nota en el precio (tanto de compra como de alquiler o leasing) que es muy accesible considerando que es un vehículo eléctrico.
Oli
El más reciente golpe de efecto de Citroën es el OLI Concept (una combinación de letras que suena “all-e”, por “todo eléctrico”). Como todo concept car, propone un montón de novedades, empezando por un nuevo logo para la marca –que se suma a la tendencia del “flat design”, o diseño minimalista– y una estética muy disruptiva (y controversial). Pero el OLI es mucho más que eso: es una declaración de principios, un manifiesto, incluso tal vez una nueva narrativa para la marca. Y en ella hay una palabra clave: “Suficiente”.
Con esa consigna, Citroën se planta de frente contra una tendencia cada vez más extendida en la industria en su pasaje hacia la electrificación: en aras de aumentar la autonomía, los autos cargan baterías cada vez más grandes, que los hacen más pesados y requieren entonces baterías todavía más grandes. Es un círculo vicioso impulsado por el temor a “quedarse sin energía”, que parece ser el gran problema de muchos usuarios de autos eléctricos. Y como sucede con las decisiones impulsadas por el miedo, las respuestas terminan siendo casi siempre conservadoras, aunque se disfracen de audaces.
Ahí es donde el Oli se planta y dice: “suficiente” (o “assez”, en francés, que suena tan lindo). El camino es el contrario, es ser más eficiente: bajar el peso para que se requieran menos baterías. Parece simple, pero es audaz en un contexto en el que el número mágico para publicitar autos eléctricos son los kW/h que almacena la batería, que sería algo así como promocionar a los autos convencionales por la cantidad de litros del tanque de nafta.
Como toda propuesta disruptiva, el Oli no está exento de críticas. Las mías personales pasan por ciertos aspectos del diseño. Para lo que es su mensaje tan humanista, me parece un vehículo un poco agresivo visualmente. Y lo del parabrisas plano –por más que el auto tenga una velocidad máxima limitada a 110 km/h–, es todo lo contrario de la eficiencia: ya a partir de los 40 km/h una superficie plana y vertical de cara al aire es una aberración desde el punto de vista aerodinámico. Pero más allá de estas críticas, el auto sigue siendo divertido, juguetón y seductor… un distinto. Y sí, puede parecer un “mini Hummer”, pero es como si estuviese hecho con piezas de Lego.
C3
Unos cuantos miles de kilómetros hacia el Sur, Citroën también presentó un nuevo modelo en Sudamérica. Y no se trata de un concept car, cuya razón de ser es llamar la atención o comunicar un determinado mensaje. El nuevo C3 es un de un producto hecho y derecho, de esos que la gente va a poder comprar y conducir.
El C3 “sudamericano” (el que se vende en Europa es totalmente distinto) es un hatchback chico un poquito “levantado”, bastante alineado con las tendencias regionales del momento. A primera vista pareciera ser todo lo contrario del Oli: un producto totalmente convencional. Pero no está en su diseño el carácter transgresor del C3. Lo novedoso es que Citroën no tiene reparos en comunicar que una de sus mayores virtudes es un precio bajo. “Será el auto más accesible del mercado”, dijo uno de los voceros que lo presentó, y fueron palabras que hace años no se escuchaban por estos lares, al menos con la confianza de estar diciendo algo positivo.
Parece una tontería, teniendo en cuenta que un menor costo siempre ha sido uno de los mayores y mejores argumentos de venta para cualquier tipo de producto, en cualquier mercado y a lo largo de toda la historia del comercio. Pero en la industria automotriz local venía siendo un poco distinto. Desde hace un largo tiempo pareciera haberse instalado entre las marcas generalistas una especie de terror a competir por precio, incluso en los segmentos más bajos, a riesgo de que sus autos sean tildados de populares o –peor– “baratos”. Por el contrario, casi todas promocionan sus productos como “aspiracionales”, esa palabra que suena como un mantra, se apuntala desde el marketing, y cuyo único objetivo es generar más rentabilidad solo con el peso de la marca. Es más, algunas han llegado a promocionar sus modelos económicos como “premium”, como si el mero hecho de usar esa expresión hiciera a esos productos más deseables o las habilitara a cobrar más por ellos.
Por eso me parece audaz lo de Citroën: implica cierta osadía desmarcarse de esos vicios y volver a recuperar el valor del precio, como medio para hacer más atractivos a sus productos. Se trata, en definitiva, de volver a pensar los autos “para la gente común”, esa que no está reclamando una aceleración de 0 a 100 en menos de 10 segundos, que todos los plásticos del cubretablero sean blandos, o que su diseño haga que todo el mundo se desnuque para mirarlos. Aquí, a su manera, Citroën también está diciendo “suficiente”.
Todavía no tuve la oportunidad de probarlo, pero estoy seguro de que el C3 va a ser blanco de críticas por muchas de esas “falencias”, que para los “expertos” son muy importantes. Pero cada vez estoy más convencido de que las marcas, sobre todo las generalistas, tienen que volver a reconectarse con ese amplio sector de la gente a la que “los autos no les importan demasiado”, pero los necesitan para moverse del punto A al punto B, de la forma más simple y –atención–, más económica posible. Después de todo, esa fue justamente la propuesta del legendario 2 CV. Hoy todos los entusiastas lo veneran, y hasta muchos desearían tener uno, pero con los criterios de exquisitez que se usan actualmente para valorar los autos, un nuevo producto así seguramente hubiese sido defenestrado.
Suficiente
El desafío de Citroën es ser rentable con esta estrategia de hacer autos “más accesibles” o “menos caros” (para no decir “baratos”, tratándose de bienes que están fuera del alcance de la mayoría), ya que por definición generan menos ganancias. Una cuestión importante es que la marca no está limitada a vender solo productos con estas características. No hay que olvidar que Citroën también tiene una larga tradición en hacer vehículos de gama alta, como la saga DS, CX y XM. Aunque también es cierto que otras marcas del Grupo Stellantis (¡entre las 14 que son en total!) ya cubren ese espacio, incluido su “desprendimiento” DS. Hay ahí una cuestión estratégica que tiene que ser bien definida.
Una de las claves va a pasar por la tecnología, y el Oli es un gran demostrador de posibilidades. Materiales reciclados, más ligeros y económicos (como el cartón), sistemas de producción de baja escala que no requieran matricería (impresión 3D); todo esto tiene que contribuir a que la ecuación costo-precio sea lo más favorable posible para el fabricante.
En nuestra región, menos ambiciosa si se quiere en términos de ruptura tecnológica, algo crucial será la inteligencia para elegir la mínima cantidad de atributos y equipamientos, los justos y necesarios alcancen para satisfacer a los usuarios reales del auto. En términos de diseño, por ejemplo, parece poco probable que el nuevo C3 latinoamericano gane premios internacionales, pero acierta ahí donde se deposita el ojo de mucha gente, como el techo en un color diferente del resto de la carrocería. Una pantalla grande, con un funcionamiento ágil e intuitivo, también puede ser un factor determinante, por sobre otros equipamientos más complejos (y caros), como un climatizador bizona o ciertas ayudas automáticas a la conducción (ADAS).
En definitiva, en una época donde todos tratan de ofrecer más y más de lo que sea, Citroën ha elegido la estrategia de encontrar el punto justo de cuándo ya es suficiente. Es un camino audaz, porque implica el riesgo de no ser entendido o aceptado. ¿Pero no es acaso esa voluntad de ir contra lo establecido lo que le ha dado identidad como marca? Por eso, bienvenida nuevamente Citroën a su zona de confort, que es justamente la de sacarnos a todos los demás de la nuestra.
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