El país tiene potencial para ser referente en el área pero debe agilizar el lanzamiento del marco regulatorio y la inversión en infraestructura; el futuro de la movilidad, la opinión de los expertos y el detrás de escena del Foro Global de Hidrógeno Verde
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San Carlos de Bariloche (enviado especial).- La ciudad patagónica amanece con el fresco típico de esta época del año. Aguarda atentamente el inicio de la temporada alta y el aluvión de turistas que recorrerán sus calles en apenas unas semanas mientras una llovizna se lleva la atención de sus visitantes actuales. Ese marco, definido de esta manera por obra de la naturaleza, es el escenario para el segundo Foro Global de Hidrógeno Verde que tras su primera edición en Barcelona se trasladó a nuestro país. Y así como la naturaleza enmarca el contexto climático de este encuentro, también posiciona a la Argentina en un cómodo lugar para convertirse en exponente productor de esta energía. Eso sí, si logra seguirle el ritmo a lo que demanda el mundo.
La provincia de Río Negro es quizás el lugar ideal por sus vientos, los puertos patagónicos y sus condiciones geográficas. La Argentina, nuevamente por sus recursos naturales, está en una posición inmejorable si la sabe aprovechar. El contexto internacional, por su parte, pide celeridad. Tal como expuso Annemieke Verrijp, embajadora de Países Bajos en la Argentina, “para 2050 se espera que haya una demanda de 20 millones de toneladas de hidrógeno verde de los cuales Europa solo podrá producir un 50%, debiendo importar el resto”.
Línea similar en la que se mueve Alemania pero con los tiempos más acotados. Si bien sus proyecciones también alcanzan 2030 y 2050 como metas, Stefan Kaufmann, Hydrogen Executive Advisor de Thyssenkrupp, necesita un proveedor de hidrógeno para 2026. “Estamos buscando un supplier en todo el mundo. El norte de Europa, Oriente medio y la Argentina son los países y regiones en las que estamos mirando proyectos prometedores”, sintetizó. “Alemania necesita 1,5 millones de toneladas de hidrógeno verde para llegar a 2030 con las metas de reducción de emisiones y necesitará importar entre un 60% y 70% de esas cantidades”, amplió Peter Neven, ministro de la Embajada de Alemania en la Argentina.
Por necesidades similares atraviesan otros tantos países como Australia y el Reino Unido que también tuvieron participación en el foro. El pedido está abierto y las metas trazadas. Lo que falta ahora es la acción de las naciones con una alta capacidad productiva. Es ahí donde entra la Argentina pero también Brasil, uno de los países latinoamericanos con la mayor cantidad de procesos en desarrollo; Guatemala, que para 2022 ya logró que más del 75% de la energía producida allí sea con energías renovables e Israel, que ya aplica el uso de hidrógeno verde en drones y especula en convertirse en exportador mundial, entre otros ejemplos.
La Argentina no solo cuenta con una ventaja natural sino que está dentro de los cuatro países de Latinoamérica más desarrollados en este sentido, quedando en cuarta posición debajo de Chile, Costa Rica y Brasil según el índice elaborado por la consultora H2Lac. Condiciones dadas, por algún lado hay que empezar y lo que todos -representantes de países, empresas y funcionarios- pidieron para pisar el acelerador del proyecto es que se establezca un marco regulatorio.
La movilidad, también en el foco
Hace tiempo se instaló en la agenda internacional el problema climático como consecuencia de las altas emisiones de efecto invernadero de las distintas industrias. Con estudios de impacto ambiental y masivas solicitudes, los principales países del mundo empezaron a trabajar en una agenda que busque reducir esas emisiones, reemplazar a los combustibles fósiles altamente contaminantes y buscar alternativas para alimentar energéticamente a los distintos insumos.
Ejemplo claro de esto es lo que ocurre en materia de movilidad. La industria está en plena transición, buscando alimentar a los vehículos con energías alternas y reducir significativamente las emisiones en sus plantas. Empujados por una agenda impuesta por los gobiernos (principalmente en Europa, donde se había puesto fecha de caducidad a la combustión tradicional en autos) las inversiones e innovaciones están a la orden del día. Ciudades “libres de autos”, desarrollos en micromovilidad, instalación masiva de cargadores y empuje del auto eléctrico a nivel internacional son algunas de las cosas que se fueron viendo. Falta, pero la hoja de ruta está puesta. ¿Hay lugar para el hidrógeno verde en el mundo de los autos? Sí, y Toyota es ejemplo.
La automotriz japonesa produce a pequeña escala el Mirai, un auto del que se fabrican 3500 unidades por año, tiene una autonomía de 700 kilómetros y carga sus baterías gracias al hidrógeno verde. Es el único con estas características que se vende en el mercado y si bien por ahora es muy difícil que llegue a la Argentina, sí es posible que, por ejemplo, camiones con esta alimentación energética arriben a nuestro país en el largo plazo, según aventuró una fuente cercana a la empresa. Todo, siempre y cuando, se cumplan ciertas condiciones.
Y es que en su esencia, el hidrógeno verde apunta a una movilidad más a gran escala. Tal como se explicó en el encuentro, más allá de todos los usos que se le podría dar a esta forma de generar energía, el foco en el futuro estaría puesto en su uso aplicado a barcos, aviones y grandes transportes. Formas de movilizarse por largas distancias en las que resultaría más seguro alimentar los motores de esta manera que con una batería y dejando de lado los combustibles fósiles hoy utilizados.
Algunos tecnicismos y la famosa ley
El hidrógeno verde es el llamado “combustible del futuro”. Es, por definición “aquel obtenido total y exclusivamente a partir de fuentes de energía renovables” como, por ejemplo, la electrólisis (la que se impulsa en Río Negro). Ese método separa el hidrógeno del oxígeno que hay en el agua extrayéndose en plantas específicas que generan su propia energía gracias a molinos de viento. Es decir, se genera energía limpia gracias a la energía limpia.
En el Foro Global de Hidrógeno Verde se pidió con fuerza la sanción de un marco regulatorio, una ley que establezca reglas claras, seguras y constantes para el desarrollo y la inversión. En términos reales, la ley está escrita hace tiempo pero su llegada al Congreso estuvo demorada. Según explicó Flavia Royón, secretaria de Energía de la Nación, en su disertación en Bariloche, “el texto ya fue enviado a Presidencia para su posterior llegada al Congreso”. Según pudo saber LA NACION, el proyecto ya estaría en manos de la Secretaría Legal y Técnica.
De no mediar inconvenientes, la ley debería ser tratada en el corto plazo y, de sancionarse, atraer las nuevas inversiones que rondaban, según cálculos iniciales, los US$8400 millones. Acorde al texto al que tuvo acceso este medio, en el proyecto no solo se contempla el hidrógeno verde sino también el azul (involucra combustibles fósiles en el proceso) y rosa (energía producida con fuentes de origen nuclear).
“Es una industria que todavía no existe. Establecer un proceso industrial con una inversión en infraestructura ya genera movimiento económico en la región. Habrá que promover la actividad paulatina y escalonadamente a medida que se crea el mercado internacional y se establece un precio. Los estados tenemos que acompañar a cualquier empresa o emprendimiento para fomentar su instalación”, comentó Anabela Carreras, gobernadora de la provincia de Río Negro, en un encuentro con la prensa.
“Latinoamérica es una región clave. Hay que ayudar a despejar la incertidumbre que tiene el hidrógeno y ver qué está pasando en el mundo. Hace poco, Brasil y Países Bajos firmaron un acuerdo para crear el primer corredor de hidrógeno verde”, explicó Sebastián Delgui, Government Affairs Latin America en Fortescue Future Industries, una de las empresas interesadas en invertir en la Argentina.
En resumidas cuentas de esta primera jornada del foro, la oportunidad para nuestro país así como para la región es enorme y el mundo empieza a demandar la producción de estas energías limpias con más fuerza que antes. Sin embargo, si la Argentina no quiere quedarse atrás tiene que poner el pie en el acelerador, como señalaron varios asistentes al encuentro. La sanción de la ley fue pedida a viva voz por los ponentes del día pero miran con cautela los próximos movimientos internos. Argentina puede ser actor fundamental en una industria que podría asistir en la producción de hierro, alimentación de grandes buques, autos, producción de fertilizantes y otros tantos usos. “Según un reporte, para 2030 vamos a necesitar US$300.000 millones en inversión y el número que buscamos de América Latina es al menos US$50.000 millones para los próximos seis a ocho años”, proyectó Jonas Moberg, CEO de Green Hydrogen Organisation.
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