En tiempos de inflación, la elección de un auto no se limita solo al color y sus prestaciones; qué aspectos financieros hay que mirar para hacer un buen negocio: desde aceptar un sobreprecio para tener el auto hoy en lugar de esperar, al costo de los préstamos prendarios
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La decisión de adquirir un vehículo personal o familiar siempre ha sido una elección importante en la vida de las personas, y es que la compra de un automóvil es una inversión que requiere de un análisis detallado para elegir el modelo adecuado y ajustado a las necesidades y presupuesto del comprador. Anteriormente, la elección del vehículo estaba determinada por factores como la comodidad, la tecnología y el rendimiento, y según cada uno la cabeza o el corazón, pero en tiempos más recientes en las decisiones de muchos estos aspectos quedan fuertemente relegados por variables económicas y financieras, o el bolsillo.
Y no me refiero exclusivamente a la posibilidad de acceder a un vehículo o no, eso dependerá de la situación de cada hogar, sino a cada vez más tendemos a hacer buenos negocios antes que comprar buenos vehículos.
En países con fuertes restricciones a la importación como el nuestro, la elección de un automóvil se limita fuertemente a las opciones nacionales disponibles, o a aquellas opciones regionales cuyos fabricantes tienen saldo exportador positivo. Esto limita la variedad de modelos, tecnología y comodidades que pueden ofrecer los fabricantes extranjeros, lo que lleva a los consumidores a priorizar la economía en lugar de la calidad. En este sentido, los modelos nacionales suelen ser más económicos, y aunque pueden no ofrecer los mismos avances tecnológicos, sí pueden tener una mejor relación calidad-precio.
Pero, además, el factor financiero y la inercia inflacionaria, suman nuevas variables a la elección, disponibilidad de crédito e incluso sobreprecios son conceptos que deberían ser pensados bajo una óptica integral y no la simple cotización.
Por ejemplo, si un vehículo tiene 6 meses de demora, pero la concesionaria nos ofrece esa misma unidad con un 30% de sobreprecio y entrega inmediata, ¿es un buen o mal negocio? Los hechos nos dicen que en un país con 6% de inflación, cualquier lista de precios que la siga acumulará un 41,85% de aumento aproximadamente al cabo de ese tiempo (si es que se cumple) o incluso con aumentos más previsibles o constantes como el 5% que han adoptado algunos fabricantes el número sería 34%, todavía mayor que el sobreprecio.
Si un crédito prendario tiene un costo financiero total anual del 120% (suena increíblemente grande, pero hoy sería uno de los más económicos del mercado), ¿ese vehículo podría terminar teniendo un costo financiero negativo en un escenario de inflación creciente? ¿Qué hubiera pensado hace un año si le ofrecía un crédito al 70% anual final? ¿Hubiera sido buen negocio?
¿Cuál es el valor de un usado de muchas marcas, cuando uno tiene la posibilidad de esperar su entrega? La respuesta podría sorprendernos, y es posible que en algunos casos el valor del cero sea inferior a la entrega de una unidad con pocos kilómetros de manera particular.
¿Qué ocurre cuando sumamos al costo de propiedad y mantenimiento el cambio por una alternativa híbrida o eléctrica, en aquellos distritos en los que esos vehículos no pagan patente? ¿Podría el diferencial impositivo contribuir al pago de una cuota más alta? Por ejemplo, para un vehículo que paga $500.000 anuales, hablaríamos de un ahorro de $40.000 mensuales al cambiarlo por un cero con esas tecnologías, la calle lo entiende y lo refleja.
Incluso la mecánica de la reventa del usado juega un rol significativo: una unidad que tenga una incidencia importante en el vehículo nuevo puede ser más útil como plata en mano para resolver otras urgencias financieras más costosas (un crédito indexado como el UVA, o un crédito personal sin garantía) que ser aplicada al nuevo rodado, si es que existe el recurso prendario.
Y pasando por el tema nunca exento de polémica de los créditos UVA, uno de los sectores que más cuestionaron dichos préstamos fueron aquellos que los tomaron no para una propiedad sino para la adquisición de un cero o un usado, los que -como todo deudor UVA- vieron crecer cuatro, cinco o más veces el valor de la cuota en un tres o cuatro años. Lo que rara vez se pregunta es si el costo de ese auto usado no acompaño o incluso superó el incremento de la cuota, como lo hace en cualquier plan de ahorro, con la ventaja de que a diferencia de estos últimos el aumento de la cuota no es arbitrario en función del valor que le otorga la terminal, sino que depende de una medición aún confiable como la del Indec. Además de evitar en el camino una serie de gastos administrativos y de gestión, demoras, etcétera.
Antes de ir a la concesionaria
El motivo entonces de esta nota no es asustar a nadie, ni reflexionar sobre aspectos de la crisis económica que todos ya conocemos, sino plantearnos algunas ideas a pensar antes de encarar la renovación del automóvil familiar.
En primer lugar, infórmese en la concesionaria y fuera de ella acerca de todas las alternativas de crédito prendario existentes para esa unidad. Muchas suelen trabajar con un banco en particular, lo que significa que se simplifique o no el acceso, pero existen muchas más opciones en la calle, aunque suelen ser poco publicitadas.
Respecto del valor de la unidad nueva, analice financieramente los sobreprecios antes de enojarse o indignarse: muchas veces es la inversión de la concesionaria para tener stock, y en algunos casos puede ser más conveniente que esperar, sobre todo a fin de mes cuando se cierran los objetivos de venta.
Considere su deuda total y no solo la que aplica su movilidad: los argentinos solemos ser muy cuidadosos a la hora de endeudarnos, y esa precaución sumada al poco crédito disponible dan uno de los índices de endeudamiento más bajos de la región. Sin embargo, si se encara con dedicación y se considera la posibilidad de elegir mejores deudas dentro de nuestra cartera, tomar crédito más barato para un auto y cubrir una deuda en tarjeta o un hipotecario sería un ejemplo, se pueden hacer muy buenos negocios.
Con seguridad alguna vez volverán los tiempos en los que elegir el diseño y el color, las prestaciones, o algún accesorio irresistible sean los elementos claves a la hora de decidir una compra, pero por ahora no deje de pedirle una segunda opinión al bolsillo.
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