Un hombre cambió el rumbo de su vida cuando decidió mudarse a un colectivo inglés de dos pisos; no se arrepiente y dice que vive como un rey gratis
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En el escenario de Falmouth, una ciudad costera en la desembocadura del río Fal, en el mero sur de Cornualles, en Inglaterra, la historia de Neil Wainwright y su forma particular de encarar la vida desató un debate entre vecinos y autoridades locales.
Con 61 años, el hombre y ahora ex ingeniero electromecánico se describe a sí mismo como “uno de los últimos gitanos ingleses”. A sus 57, infeliz en la vivienda social que le habían asignado, decidió mudarse a un colectivo de dos pisos -de esos rojos, clásicos y típicamente ingleses- y lo convirtió en su nuevo hogar. Para él su nueva forma de vida poco convencional es un símbolo de independencia y, en muchos sentidos, una declaración de principios.
“Vivo como un rey y me encanta. Soy un gitano viviendo gratis en un colectivo. Nadie me quiere acá pero yo siento que me gané la lotería”, dijo Wainwright en una entrevista con el medio británico The Sun, en la cual explicó que su apellido significa “fabricante de caravanas”, y que él lo está honrando al vivir una caravana.
Wainwright hizo énfasis en que vivir así es un camino de ida, porque abarata significativamente los costos y, de acuerdo con sus valores, vivir bien no debería ser caro. Para aclimatar el rodado y dejarlo en condiciones habitables, el hombre dice haber invertido una suma total de £32.000 (menos de US$40.000).
Parte de la remodelación supuso elevar el piso, para tener más espacio de almacenamiento. Instaló un tanque de agua dulce de 600 litros, una unidad de desecho de 600 litros; puso una cama y una televisión para replicar el efecto “sala de estar”, en la planta superior; y una heladera en la inferior.
En definitiva: el colectivo cuenta con cuarto, living, baño, ducha y cocina. “Todo lo que tengo parece caro pero en realidad son cosas que me fui encontrando. Quiero mostrarle a la gente que no necesitás un montón de plata para vivir bien”, manifestó.
Una de las particularidades del hogar móvil del británico es la temática: el colectivo está decorado y ambientado con motivos de Spider-Man y otros cómics de Marvel.
¿Por qué genera bronca entre sus vecinos?
La decisión de Wainwright no pasó desapercibida y esto se debe a que, cuando decidió cambiar drásticamente su estilo de vida, optó por hacerlo en una zona residencial, y estacionó a su nuevo hogar sobre ruedas en la calle donde se ubicaba la vivienda social en donde se suponía tenía que vivir.
Su argumento, frontal, planteaba que terminar ahí no fue su culpa. “Probablemente pasen 10 años antes de que me encuentren un lugar adecuado para vivir. Yo contento de que alguien más pueda ocupar mi ex vivienda, pero van a tener que traerme un container de 10 metros para transportar mis cosas”, dijo el protagonista del cuento en un diálogo con el medio inglés. “La gente se queja, pero no es mi culpa; es la culpa del Consejo Municipal que me puso acá”.
También planteó su imposibilidad personal de vivir en una casa no movible. “No puedo vivir en una casa porque no se mueven. A menos que se mueva, no me siento seguro”, confesó.
Los vecinos no lo digirieron de la misma manera. Los cuatro años que Wanwright pasó arriba del colectivo emitieron quejas, señalando que el hecho de que esté estacionado de manera permanente frente a la vivienda les molestaba y hasta los intimidaba. También se mostraron preocupados en relación a la seguridad, puesto que -según explicaron- el hombre conectaba cables eléctricos desde su casa en la vivienda social, hasta el colectivo.
A raíz de los reclamos, la problemática trascendió y el Consejo Municipal de Cornwall intervino. “Como con cualquier individuo del que tenemos el deber de cuidado, debemos analizar cada caso y encontrar una solución acorde a los hechos. Nuestra prioridad es proporcionar un lugar seguro, equilibrando las necesidades del individuo y la comunidad local”, declararon abiertamente las autoridades.
Recién hace dos semanas, el colectivo de Wainwright fue remolcado y trasladado al estacionamiento de la sede del Consejo Municipal en Truro, en la parte norte de Falmouth. Jayne Kirkham, consejera local, emitió un pedido de disculpas con los residentes de Falmouth a través de sus redes sociales.
“Finamente, el colectivo se fue, después de mucho trabajo por parte de mucha gente y una consejera muy insistente”, publicó en su perfil de Facebook haciendo referencia a ella misma. “Lamento que haya tomado tanto tiempo resolver una situación muy difícil para todos los involucrados”.
La cuestión levantó debate y muchas críticas. “Debo admitir que no entiendo por qué se gastó tanto tiempo, recursos y dinero de los contribuyentes en un individuo que se niega a vivir en uno de los costosos sitios que proporciona el Consejo en Falmouth. No me sorprendería que el mismo Consejo haya sido el responsable de comprarle al hombre el colectivo de dos pisos. Es realmente extraordinario”, exclamó Dulcie Tudor, la vicepresidenta del Comité de Planificación Estratégica del Consejo de Cornwall, en el servicio de información de democracia local.
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