Con 26 años, una hija pequeña, y sin hablar inglés, Perla Fagundez se mudó a Inglaterra en el 2001 para empezar su propia empresa especializada en soporte de aeronaves ejecutivas.
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Dicen que el idioma incide sobre nuestra forma de concebir el mundo, pensamos en palabras, símbolos. Si es así, el salto que dio Perla Fagundez al mudarse a Inglaterra, un país a más de once mil kilómetros del que la vio nacer, sin saber hablar una palabra de inglés, es quizás una metáfora que revela su carácter emprendedor: su historia habla de la capacidad de reinventarse, crecer y crear nuevas formas, siempre originales, de ver el mundo.
Nacida en la zona sur de Buenos Aires, en Lanús, cuenta que se crió en una familia humilde rodeada de mujeres fuertes como su madre, que tenía tres trabajos, y su abuela Antonia, un pilar fundamental que marcó su espíritu emprendedor: “Mi abuela Antonia fue viuda muy joven, tenía tres hijos y los sacó adelante atendiendo un kiosco en la estación Avellaneda. Recuerdo que era de esos kioscos ingleses que tenían como una cúpula. Con ese trabajo ayudaba también a otros niños que vivían con ella en el conventillo”, dice y se conmueve al recordar a esa mujer que signó, de alguna forma, su destino.
El rostro de Perla es alegre, vivaz, como si en sus gestos pudiera traducirse la energía vital que la mantiene siempre en movimiento, conectada. En su tono también fluye por momentos la emoción, una sensibilidad que la lleva a contar, por ejemplo, que la idea de viajar a Londres surgió, posiblemente, de imágenes guardadas en su memoria, también relacionada con su abuela, a quien cuando ella tenía ocho años la escuchaba hablar con una vecina cuyo hijo se había ido a vivir a Inglaterra.
La vecina le contaba a Antonia sobre las cartas que recibía, describiendo el lugar, las costumbres, y la pequeña Perla tomaba nota, en algún lugar de su mente, de ese destino que algún día conocería.
“Yo fui mamá muy muy joven, a los veintidós años y eso ya es un gran emprendimiento. Con Priscila fuimos aprendiendo juntas de alguna manera. Y fue también por ahí que a mí se me despertó muy fuerte la necesidad del hacer. Priscila era chica, y yo recuerdo que tenía miedo de quedarme encerrada sin conocer el mundo, así que surgió una posibilidad y viajamos a Inglaterra en 2001. Llegué sin conocer el idioma y empecé como empleada doméstica cuidando a un bebé en una casa en la que podía ir con mi hija. Ahí la dueña de casa era una gran empresaria y me hizo mentoring sin que yo me diera cuenta”, bromea Perla, quien señala que si bien no fue fácil, está convencida de que las oportunidades hay que aceptarlas tal como se presentan porque siempre hay algo positivo para aprender de todo. Destaca que su trabajo como niñera en la casa de Mary y Jan fue muy importante para su desarrollo, ya que aprendió mucho gracias a los consejos que le daban.
Luego de un año en este trabajo, se lanzó, decidida, con su primer emprendimiento propio en Inglaterra, importando carteras de cuero argentinas. Cuenta que la idea surgió pensando en qué podría hacer sin necesidad de manejar tan bien el idioma, en el que ya se sentía muchísimo más cómoda, pero no era su lengua materna. Así, se presentó a un certamen para emprendedores en el cual ganó cinco mil libras y una mentoría que la ayudó a avanzar.
Sin embargo, este emprendimiento no prosperó. “El fracaso tuvo que ver con que vendía demasiado y había que pagar los impuestos de importación y la mercadería por adelantado, mientras que las tiendas a mí me pagaban a sesenta días. Entonces, si bien iba a eventos de polo en los que obtenía efectivo, me faltaba liquidez. Tuve algunas propuestas de gente que quería invertir, pero creo que pequé de falta de humildad quizás. Si hubiese entendido que no podía sola, no hubiera fracasado. Esto fue un gran aprendizaje: es importante saber pedir ayuda: económica, organizacional, consejos, lo que sea”, afirma con la firmeza de quien capitaliza cada experiencia.
Por esos tiempos decidió tomar un trabajo formal en relación de dependencia para ordenar sus finanzas. Así fue como inició su carrera en Arinc Direct - que hoy es parte de Rytheon Technologies -, donde la tomaron para hacer la traducción entre los ingenieros ingleses y españoles en uno de los primeros desarrollos de comunicación digital para pasajeros. Allí fue realizando diversas tareas como telemarketing o comercialización de las comunicaciones para aeropuertos, es decir, el sistema que usan los aeropuertos para el check in.
Luego empezó a trabajar con su gran amigo y mentor en la aviación ejecutiva . Todos los conocimientos de esos años fueron cruciales, según Perla, así como los contactos que estableció en diversos puntos del mundo. Sin embargo, una de las cosas que más destaca de esta experiencia es el amor por la industria aérea, algo que no abandonaría más.
Escalera al cielo
“Aerowise arrancó en la cocina de casa charlando con un amigo, y hoy tenemos empresa en Estados Unidos, Uruguay y Argentina”, dice Perla en tono casi casual. Se refiere al emprendimiento que fundó en 2018 y del que hoy es CEO: una empresa especializada en dar soporte de operaciones y administración de aeronaves ejecutivas con un enfoque boutique en la atención a pilotos y propietarios.
Perla cuenta que, luego de dejar la empresa a la que había dedicado tanta energía, se sentía decaída, por lo que su amigo la empujó a volver al ruedo. Así, dice, su primer servicio fue atender un vuelo en el que viajaba la embajadora de Irlanda. “Atender un vuelo es chequear y gestionar que todo esté bien, desde el combustible, hasta hacer el check in del pasajero, o tramitar permisos y coordinar para que los aviones sean atendidos. Me acuerdo que en ese vuelo con la embajadora yo fui toda formal y ella me dijo: “Vení, sentate a tomar un café de mujer a mujer”, sonríe al recordar lo que fue el puntapié inicial de Aerowise.
Después, cuenta, vino un servicio a Estados Unidos, y trabajó sola varios meses hasta que se sumó Tomás, hijo de un piloto que había sido su cliente y estaba cumpliendo horas para recibirse. Hoy, dice Perla, Tomás vuela full time en otra empresa, y la empresa cuenta con más de treinta trabajadores. Muchos, al igual que Tomás, suman horas, y la compañía es un gran espacio para despegar, literal y metafóricamente.
“La mayoría somos mujeres, pero tenemos un equipo muy diverso, con gente muy joven y gente más grande. A veces el desafío es amalgamar la diversidad y capitalizarla, todos tienen un aporte positivo”, afirma Perla, quien señala que sus años de trabajo en Inglaterra, en una edad en la que estaba en plena formación y pasaje de la juventud a la adultez, marcaron mucho su forma pensar el mundo, pero también el modo de trabajar y abordar los proyectos: “La primera enseñanza es: hacé lo que decís que hacés, y además sé extremadamente ético. La ética en los negocios es no a la corrupción, no a tratar de tomar ventaja del otro. Los negocios tienen que ser un win-win. Eso lo tenemos muy claro. Son valores con los que nos movemos en el día a día. Decimos que somos transparentes y trabajamos de manera transparente. Se trata de hacer las cosas bien cuando nadie te ve”, destaca.
Para ella, emprender requiere de mucha perseverancia, y a quienes se inclinan por este camino, les recomienda tener mucha resistencia a los no, y entender que muchas veces se trata simplemente de una negativa a una determinada propuesta en un determinado momento, pero de todo se puede aprender. En la industria aérea, por ejemplo, ser mujer y emprendedora implica muchos desafíos, y cuenta que en un momento mucha gente le aconsejaba buscar un socio masculino para poder avanzar y abrirse camino.
Sin embargo, también destaca que son muchos los que apoyan su emprendimiento y confían en la empresa por su reputación y su compromiso con la excelencia, algo que les permite seguir creciendo. En este sentido, Perla cuenta entusiasmada que acaban de recibir el certificado de taxi aéreo: “nosotros lo que hacemos hoy es organizar la logística internacional para que las aeronaves puedan llegar a tiempo de manera eficiente, y tenemos la comercialización de aeronaves en exclusiva. La diferencia a partir de ahora es que esas aeronaves pueden estar bajo nuestro control absoluto”, explica, y adelanta que la proyección a partir de esto es conseguir inversiones y comprar una aeronave.
“Si tengo que decir qué es lo mejor de trabajar en la industria aérea podría hacerlo con una imagen, y es que yo camino entre los aviones, voy al aeropuerto y siento felicidad, eso me revitaliza completamente, amo estar entre los aviones. Me gusta estar en tierra, cerca del avión, haciendo que vuele. Amo estar abajo haciendo que siempre suceda. Es una industria que si entrás, te enamorás y nunca vas a poder trabajar en otra cosa. Es hermoso”, dice, y recomienda a los jóvenes interesados por esta industria, estudiar y formarse, porque hay muchas cosas muy interesantes para hacer en el rubro, desde pilotos hasta despachantes de aduana o trabajadores encargados de atender en rampa. Se trata de tomar la decisión, y despegar.
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