Una compañía estadounidense habilitó al público los viajes en taxis autónomos en San Francisco y tres periodistas del New York Times los probaron y relataron sus experiencias
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“Hola, Tripp”, dijo una voz de mujer incorpórea a través de los parlantes de un taxi sin conductor cuando paró cerca de las coloridas casas victorianas típicas de San Francisco, en Estados Unidos. “Esta experiencia puede parecer futurista”, agregó. “Por favor, no toques el volante ni los pedales durante el viaje. Si tenés alguna pregunta, podés encontrar información sobre cómo mantenemos nuestros autos limpios y seguros en la aplicación Waymo”.
Durante varios años, las calles montañosas y congestionadas de San Francisco sirvieron como pista de prueba para cientos de autos sin conductor operados por Waymo, una compañía de vehículos autónomos propiedad de la empresa matriz de Google, Alphabet, y Cruise, propiedad de General Motors.
El lunes pasado, a pesar de las objeciones de los funcionarios de San Francisco, que temen que los autos no sean 100% seguros, los vehículos de Waymo empezaron a operar como taxis pagos, sin el conductor. Por primera vez, algunas personas pudieron reservar viajes y pagar tarifas por viajes en un auto sin conductor. Cruise ya estuvo operando un servicio pago limitado en ciertas partes de la ciudad.
El New York Times mandó a tres reporteros por toda la ciudad para probar los taxis robot de Waymo. Yo empecé el recorrido en Alamo Square, hogar de las famosas casas de las Damas Pintadas. Yiwen Lu en marina Green a lo largo de la costa norte de la ciudad, y Mike Isaac en la histórica Basílica de la Misión Dolores. Nuestro destino: el restaurante Beach Chalet, donde el parque Golden Gate de San Francisco se encuentra con el Océano Pacífico. Waymo ofrece viajes limitados al centro de San Francisco, por lo que intentamos duplicar la experiencia que podría tener un turista recorriendo la ciudad en un taxi sin conductor.
Los viajes en taxi robot de Waymo comenzaron cuando aumentaron las tensiones sobre los autos sin conductor en San Francisco. Grupos de funcionarios y activistas de la ciudad están instando al Estado a revertir o retrasar su plan para que Waymo y Cruise empiecen a cobrar a los pasajeros por los viajes alrededor de la ciudad las 24 horas del día.
La semana pasada, un auto sin conductor de Cruise chocó con un camión de bomberos que respondía a una emergencia. Otro se quedó varado en cemento húmedo, y una semana antes varios habían bloqueado el tránsito en el barrio North Beach. El viernes, los reguladores estatales pidieron a Cruise que redujera a la mitad la cantidad de vehículos que tenía operando en la ciudad.
Por su parte, aunque fueron menos dignos de titulares, Waymo también tuvo problemas. En mayo, uno de sus autos atropelló un perro y, hace unos años, un auto Waymo autónomo pero con un conductor humano de seguridad en el volante atropelló un peatón que necesitó ser trasladado al hospital de urgencia.
Waymo One, la aplicación de Waymo, se ve y funciona igual que la de Uber. Los pasajeros ingresan su destino y obtienen un tiempo de espera estimado para un viaje. Una vez que ingresa sus solicitudes, la compañía envía su flota de 250 vehículos Jaguar blancos que opera por toda la ciudad y están equipados con sensores y cámaras de alta tecnología y valen hasta US$200.000.
Cada uno de nosotros esperó de cinco a diez minutos a que nos buscaran. La experiencia Waymo puede resultar confusa para quienes la usan por primera vez. Cuando el auto paró en la vereda en el punto de partida me arrimé para abrir la puerta, pero la manija no se abría. Para que esto pase es necesario desbloquearlas desde la app. Cuando lo hice, las manijas salieron disparadas de la puerta y pude entrar.
Mi viaje fue tan tranquilo que la novedad comenzó a desaparecer, convirtiendo un viaje al futuro en un viaje más por la ciudad. El automóvil era preciso y deliberado, aunque sin la flexibilidad o las interacciones que tendría con un conductor humano. Se detuvo para ceder el paso a los peatones y a los vehículos de emergencia.
El viaje de Yiwen también fue soñoliento. El auto era secamente preciso. Nunca excedió el límite de velocidad, usó su señal de giro mucho antes de cambiar de carril y cedió el paso a los peatones en los cruces siempre, cosa que los conductores que van rápido a veces buscan ignorar. El taxi robot de Mike, por otro lado, fue más agresivo. Saltó de la línea de salida más acelerado de lo que él esperaba. Lo dejó desconcertado por la forma en que el auto atravesó varios vecindarios muy poblados antes de tomar el camino hacia la playa.
Cuando mi Waymo se acercó a una obra en construcción que bloqueaba el carril derecho, redujo la velocidad de 48 km/h a 32 km/h y encendió su señal de giro para pasar al carril izquierdo. Momentos después, el auto estaba en una señal de alto cuando un camión de bomberos se acercó con luces intermitentes. El Waymo vaciló. Una pantalla táctil mostraba una breve explicación: “Ceder el paso al vehículo de emergencia”. Esperó hasta que pasó el camión de bomberos para acelerar por la intersección.
El volante giraba y giraba solo. Me preguntaba qué pasaría si tocaba el volante, así que lo agarré mientras el Waymo pasaba de un carril a otro. El auto me ignoró y siguió adelante.
El viaje de Yiwen empezó con una complicación: un accidente, que no involucraba al Waymo, junto a un estacionamiento en Marina Green. Los autos de la policía estaban bloqueando parte de la ruta, por lo que el Waymo cambió rápidamente su ruta. En lugar de tomar la calle principal, se dirigió a una calle residencial cercana y evitó la conglomeración a raíz del accidente.
En todos los casos, los Waymo respondieron rápido frente a la presencia de peatones. Mi vehículo esperó pacientemente en las intersecciones y cruces de peatones mientras la gente paseaba a sus perros, tomaba café y se subía a sus bicis para ir hacia el Golden Gate Park.
El de Mike, sin embargo, en la cima de una colina avistó a un hombre que cruzaba la calle por un paso de peatones, y siguió avanzando lentamente mientras esperaba que llegara al otro lado. El peatón miró al auto y al pasajero con odio.
Los autos Waymo ofrecen más comodidades que un Uber o un taxi estándar. Las pantallas táctiles de los asientos traseros están equipadas con un botón para encender la música. Hay una serie de listas de reproducción para elegir, que incluyen jazz, clásica, rock y hip-hop. Mike quería escuchar Armed, una banda punk. Para buscarla en la pantalla necesitaba descargarse otra app, Asistente de Google, y solicitar una canción específica hablando por el micrófono de su teléfono. En su primer intento apareció la banda equivocada y en el segundo apareció una versión en vivo de la canción que había pedido.
En lugar de tomar la ruta más directa a la playa por una calle congestionada, mi Waymo cruzó el Golden Gate Park y manejó por una calle menos congestionada, aunque eso añadió unos minutos extra al viaje. La mayor parte del recorrido mantuvo una velocidad de 46 km/h (casi dos kilómetros por hora por debajo del límite de velocidad establecido) y siempre cedió el paso a otros conductores. En un momento se quedó durante unos minutos detrás de un auto esperando girar a la izquierda en lugar de incorporarse al carril derecho para rodear ese vehículo.
Mi auto llegó a un estacionamiento seis minutos más tarde de lo previsto inicialmente, se deslizó por el estacionamiento hasta un espacio pequeño y vacío donde el mapa en la pantalla táctil mostraba un círculo. Una vez que entró en el círculo, frenó. “Estás aquí”, volvieron a decir los parlantes. “Por favor, asegurate de que esté despejado antes de salir”.
Cuando salí, el auto se llenó de la música electrónica meditativa que me había recibido al comienzo del recorrido. Mike llegó poco después de mí. El coche de Yiwen fue menos directo. Al comienzo de su viaje, le dijeron que habría una caminata de dos minutos hasta el restaurante desde su punto de llegada. El auto se lo recordó cuando llegó y la animó a usar la aplicación para guiarla mientras caminaba hacia el Beach Chalet.
Todos los viajes tuvieron un precio de entre US$18 y 21, mas o menos lo mismo que un Uber. Waymo tardará años, sino décadas, en recuperar los miles de millones de dólares que se invirtieron en su servicio porque, aunque no hay conductores, cada viaje cuenta con el apoyo del personal en un sitio de Waymo al que se puede llamar si un automóvil tiene problemas.
Sin embargo, eso es cosa de la compañía. Para el resto de nosotros, es fácil olvidar que no hay nadie detrás del volante de los taxis robot. La nostalgia llega cuando le agradecés al conductor antes de bajarte del auto y, con un vistazo al asiento delantero vacío te das cuenta de que estás solo.
The New York Times