La electromovilidad vive una transformación similar a la que atravesó la industria de los televisores, con el cambio de pantallas. Y China juega un papel clave
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Para esta primera columna en LN Movilidad me propuse dar una mirada sobre la transformación de la industria automotriz hacia su electrificación, que más allá del ritmo vertiginoso que aparenta mostrar en la sucesión de noticias y lanzamientos, es un proceso largo y complicado que requiere inversiones, cambios de paradigma, desarrollo de infraestructura y muchas decisiones en lo político.
Para tratar de entender este fenómeno me gustaría ofrecerles una metáfora de un cambio similar que vivimos hace poco más de una década: durante muchos años un televisor fue un aparato grande y pesado, dedicado a mostrar imágenes en dos dimensiones en una pantalla que habitualmente iba de las catorce a las veintinueve pulgadas, con algunos cambios como la llegada del color o el sonido estéreo, pero en general sin mayores novedades. En un lugar similar estaban los sistemas de movilidad a principios de este siglo: autos, motos, transporte público o incluso bicicletas, impulsados por distintas variantes del motor de combustión interna, con alguna participación incipiente de la electrónica y no mucho más.
Entonces llegaron las pantallas planas: primero de plasma, costosísimas, luego los LCD y finalmente la posibilidad de que todos tengamos uno o más televisores LED en nuestro hogar, movilizados por un proceso de innovación tecnológica, pero sobre todo por el efecto de la escala y baja de costos. En definitiva, es mucho más económico producir un TV moderno que uno de tubo.
La electromovilidad vive una transformación similar: primero llegaron los autos híbridos muy costosos y sofisticados (el plasma) que demostraron que podríamos movernos con menos consumo de combustible y emisiones, y más cerca en el tiempo empezaron a aparecer opciones enchufables y completamente eléctricas. Pero no están solos, también surgieron alternativas mucho más accesibles en la forma de bicicletas, motos y categorías completamente nuevas como dispositivos de movilidad personal: los monopatines que ya son realidad cotidiana incluso en países de bajos o medianos ingresos como el nuestro.
¿Cuáles son en este caso los factores de innovación? El elemento central de la movilidad eléctrica no es la disponibilidad de motores: el Automóvil Club Argentino tiene en su colección un vehículo de 1904 totalmente apto para circular que incluso puede usar una batería moderna. He aquí el disparador de esta revolución contemporánea: la batería de iones de litio, desarrollada en los ‘80 por Goodenough, Whittingham y Yoshino, quienes recibieron el premio Nobel de química en 2019 por su aporte, y que tuvieron su estreno comercial en una videocámara familiar de Sony en 1991; su mayor capacidad de retener energía y su bajo peso comparado con el resto de las alternativas existentes dieron lugar a una explosión de dispositivos portátiles como computadoras, teléfonos, y también autos que ahora sí podrían recorrer una cantidad razonable de kilómetros, a lo largo de muchos años.
El segundo impulsor notable de este fenómeno es China. Si bien los nombres más notorios de esta industria están en Estados Unidos y en Europa, con Tesla en el Silicon Valley como marca más reconocida, el crecimiento de volumen y su baja de costos asociadas -que serían los LED en este caso- están llegando sin dudas de Oriente. ¿Por qué? Porque básicamente China es un país con un importante atraso histórico en el desarrollo de su parque vehicular, que empezó a remontar a partir de sus políticas de apertura económica. La coincidencia con notables problemas locales de contaminación hizo que la decisión estratégica sea desarrollar directamente soluciones completamente eléctricas, la gran mayoría de los autos y motos chinos convencionales son copias o licencias en su tecnología de compañías europeas, pero los eléctricos tienen altísimos componentes de innovación local. Su volumen es difícil de igualar, así como las millonarias inversiones de su sistema científico académico para seguir generando nuevas soluciones, especialmente en tecnología de baterías a gran volumen. Y así volvemos al primer factor crítico de innovación.
Chinos y accesibles, como los televisores, así se nos presenta el futuro no tan lejano de una movilidad más limpia e inteligente, y les puedo asegurar que esto recién empieza.
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