El citycar made in Argentina que agotó preventas no fue planeado, pero demostró ser un exponente del cambio de era hacia una nueva movilidad; el origen de su nombre y los planes que vienen
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Algunos dicen que la demanda hace a la oferta, y otros que la oferta define la demanda. Pero en uno u otro caso, se trata de un ciclo que se retroalimenta constantemente, con factores externos en juego que inciden en el resultado final. Solo así puede explicarse el éxito de Tito, el citycar eléctrico que inauguró su llegada oficial al mercado local agotando preventas, y que en julio (cuando empezó a anotar estadísticas) superó en patentamientos a marcas importadas como Volvo, Lexus, Subaru y Mitsubishi.
“Está en nuestro ADN invertir en proyectos en los que creemos”, señala a LA NACION Juan Manuel Baretto, presidente de Coradir, la empresa que dio vida al concepto del auto sostenible. Fundada en la ciudad de San Luis por empresarios argentinos y capitales nacionales, la empresa se dedica desde 1995 al desarrollo de equipos electrónicos e informáticos, venta de servicios de Internet, integración de sistemas y desarrollo de software a medida.
Lo que no muchos saben es que la empresa no contaba con una hoja de ruta para llegar a donde está hoy; y que Tito nació de la negativa del mercado automotor. En otras palabras: cuando en 2019 incursionaron en el mercado de la electromovilidad, como proveedores de baterías de litio, se encontraron con que les faltaban clientes para que el negocio fuera viable. “Teníamos una vasta red de automotrices pero ninguna estaba lista para dar el salto”, cuenta Baretto.
Fue entonces como -sin buscarlo pero queriendo y con una pandemia de por medio- el equipo puntano decidió hacer su propia plataforma con las baterías de litio, que derivó en un prototipo de un auto funcional que hoy todos conocemos como Tito. “No había una idea original de un auto, el plan fue armándose en el camino”, resume Baretto.
El momento bisagra
Así y todo, ya con el auto de carne y hueso, y con el dato de una encuesta llevada a cabo por la misma empresa, en la que el 87% respondió que estaba dispuesto a comprar un auto eléctrico en los próximos 12 años, faltaba la prueba de fuego: testear si el auto era comercialmente viable.
Fue ese el origen de la primera preventa de Tito, para la cual se pedían U$S200 para reservar una unidad (monto que sostuvieron para todas las preventas que le siguieron). En menos de tres días y sin demasiada publicidad se anotaron 113 personas, más del doble de la meta propuesta. Por eso, al poco tiempo abrieron otra ventana en la que se anotaron 100 personas más. Y el resto es historia.
Bonito, chiquito, autito
Baretto hace énfasis en que el nombre de un producto es clave, porque es ahí donde reside el mensaje que uno busca transmitir. “En general se ven palabras raras y en inglés muy sofisticadas”, comenta. “Nosotros queríamos mostrar una idea totalmente distinta: la de una nueva forma de moverse pero adaptada a nuestro mercado, la de un auto familiar, simpático y amigable”.
Parecido a cuando una banda debate el nombre con el que van a bautizar a su música frente a la audiencia, el equipo de 10 empresarios puntanos se sentó alrededor de una mesa redonda para discutir la mejor forma de llamar a la cara de su debut en el mundo de los autos.
Fueron varios encuentros en los que se discutieron muchas ideas, y más de 300 nombres fueron descartados. “Estaba permitido decir cualquier cosa, hasta malas palabras”, confiesa Baretto. Y en una de estas reuniones uno de los chicos de gráfica imprimió un listado con las propuestas “y cuando lo vimos escrito fue una revelación”. A excepción de unos pocos reparos en la poca seriedad que suponía, no hubo mucha más conversación. Puede haber sido porque rimaba con bonito, chiquito, fitito, autito. “No sé, pero cuando lo vimos todos supimos que ese tenía que ser el nombre”. Y, efectivamente, ese fue el nombre que funcionó.
Un paso hacia la nueva tendencia
En definitiva, el de Tito fue un camino hecho al andar, y su éxito demostró que la Argentina sí puede ser parte de la nueva era de la movilidad.
En materia de capital, el presidente de Coradir revela que invirtieron inicialmente US$17 millones en el proyecto, y que los desembolsos continúan. “Seguimos invirtiendo para poder duplicar la capacidad productiva”, afirma. Del modelo 3 puertas, ya fabricaron 200 unidades y entregaron las primeras 150. La producción del de cinco puertas (cuyas primeras 50 unidades se agotaron en la preventa en 48 horas) todavía no arrancó. Para el año próximo Coradir planea aumentar la fabricación, aunque todavía no quiere compartir los números previstos.
Desde que empezó la corriente por lo eléctrico, la empresa que prefiere “no adelantarse tanto al futuro” oficializó la llegada del Tito de cinco puertas, y de Tita, la versión camioneta; pero los anuncios no terminarán ahí. “Tenemos una política de más hechos y menos palabras. Solo avanzamos con las cosas que son realmente viables, y que sabemos que vamos a hacer”, explica Baretto.
Cuando le toca resumir al concepto de Tito en una frase, el empresario dice: un paso en la dirección correcta. “El futuro de la movilidad es eléctrico, principalmente por todas las ventajas que supone”, entre ellas abaratar costos de mantenimiento, y dejar de pagar combustible y patente, enumera.
“Es importante ganarnos nuestro lugar. Queremos que Tito sea una opción porque se lo merece, y que la persona que no lo elija elija otro auto con un motor de combustión eléctrica. Queremos que la gente cambie su forma de moverse y comprometerse con el ambiente”, amplía y concluye: “No se puede detener el futuro. Las grandes compañías ya lo entendieron, y el planeta no para de decírnoslo”.
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