Desde su apertura en 1913, el boleto se pagó de distintas maneras; cómo era antes de la SUBE y cómo será a partir del 1° de diciembre
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Monedas, botones, medallas, dijes, chapitas y hasta libras esterlinas insertaron los pasajeros del subte en las ranuras de los molinetes, por error o en un intento por engañarlos, durante los más de treinta años de vigencia del cospel como medio de pago.
La forma de abonar el servicio de subtes tuvo varias modificaciones desde su inauguración, el 1° de diciembre de 1913. Y a fin de año habrá nuevas formas de pago que se suman a la no tan vieja tarjeta SUBE. Ahora se podrá pagar el boleto con tarjetas de crédito o débito, y también con el celular, dijo el Jefe de Gobierno, Jorge Macri, antes de anunciar la renovación total de los coches de la línea B.
Los nuevos medios de pago estarán disponibles desde el 1° de diciembre de 2024, exactamente 111 años después del primer viaje en subte que transportó pasajeros por la Ciudad. ¿Cómo se pagaba en esa época, cuáles fueron los medios de pago que se extendieron en el tiempo y cómo será ahora?
En la línea de tiempo de los medios de pago para usar la red de subterráneos, algo queda claro: siempre hubo pasajeros que quisieron evadir los controles para viajar gratis.
Pagar el subte: una historia porteña, del cospel al celular
El 26 de noviembre de 1913 la Ciudad repartió vales promocionales para que los porteños hicieran el primer viaje subterráneo de la historia. Había una gran expectativa por la apertura del nuevo medio de transporte que unía Plaza Miserere con la Plaza de Mayo.
“Durante dos años se había excavado a cielo abierto la Avenida Rivadavia y había expuesto sus entrañas”, cuenta Javier Ibáñez, de SBASE, la empresa que administra la red. Cinco días más tarde, esos pases fueron cambiados por un boleto y se inauguró el subte de la Ciudad, el primero de Iberoamérica.
“Picar el boleto”
Fueron 170 mil los pasajeros que se trasladaron en subte el primer día de servicio y para hacerlo, cuenta Ibáñez, debieron comprar un boleto: “Las boleterías tenían una ventanilla y se compraba un papel que tenía una numeración. Después ibas a una garita donde había una persona que oficiaba de control y lo que hacía, que después acuñó una palabra muy popular, era picar el boleto. Con una pinza le hacía un agujero y así te daba la posibilidad de entrar al subte”. A la salida, el pasajero debía mostrar el pase perforado.
La evolución del cospel
Esa forma de pago se mantuvo por casi 40 años, hasta 1962, cuando aparecieron los molinetes con fichas, pero no se eliminaron las boleterías. “El cospel era la evolución: del papel se pasó a una moneda de un material metálico. Se compraba en la boletería y se podía atesorar o comprar la cantidad necesaria para todos los viajes del mes”, dice Ibáñez.
En los más de treinta años que funcionaron los cospeles, se insertaron en los molinetes objetos extraños que, ocasionalmente, funcionaban. “Y a la noche se recogían los cospeles junto con los elementos que se usaron para evadir el subte”, añade el presidente de SBASE. Todos esos elementos se atesoran en el Laboratorio Patrimonial Centenera (Del Barco Centenera 777, Caballito), que abre el último sábado de cada mes, de 16 a 19, para un recorrido por la historia de este medio de transporte porteño.
En la entrada hay una pila de cospeles y un molinete con la tapa descubierta que permite observar el funcionamiento del mismo, desde que se inserta hasta que el contador crece cuando una persona empuja las varillas de madera. A su lado, hay una antigua boletería.
El acervo del Laboratorio incluye, también, uno de los primeros coches que circularon debajo de la Avenida Rivadavia, tableros enormes de la señalética del subte, más de 50 mil planos originales de la red -conservados en condiciones de temperatura y humedad especiales- y las mayólicas que decoran las paredes de las estaciones.
“Los tipos de fichas se fueron modificando, pero el sistema siguió siendo el mismo hasta finales del Siglo XX”, afirma el titular de Subterráneos de Buenos Aires. Entonces, en el año 2000, los memoriosos recordarán que arribó una nueva tecnología, revolucionaria para la época: la tarjeta preimpresa con una banda magnética, bautizada Subtepass.
La Subtepass era descartable, había de uno, dos, cinco y diez viajes y, a veces, promocionaban películas de cine que habían sido estrenadas en el momento de su emisión.
Pasada la vorágine del nuevo milenio, se implementaron las tarjetas sin contacto. “Como las que conocemos todos”, apunta Ibáñez. No obstante, coexistieron durante años con las Subtepass descartables. Estas últimas incluso siguen utilizándose para jubilados o beneficiarios del abono social, aunque dejarán de estar vigentes en diciembre, cuando se quiten los molinetes que las aceptan. En su lugar, la SUBE, en tanto esté registrada, cobrará el boleto según el abono que le corresponda a los pasajeros.
Ibáñez advierte en este método de pago una gran ventaja con respecto a los anteriores: “Es, también, un elemento de transferencia de información. Sabemos cuánta gente viaja, dónde se sube, dónde hay más carga en las estaciones. Todo eso sirve para la planificación del transporte integral”.
El nuevo sistema de molinetes para pagos con tarjetas y celulares será el final de la evolución de los medios de pago, al menos hasta 2024. Seguramente, más adelante, habrá nuevas innovaciones.
Mientras tanto, antes de que termine el año, se podrá abonar el subte con las tarjetas de débito y crédito de todos los bancos y desde los celulares que dispongan de la tecnología NFC, sin eliminar la SUBE como medio de pago.
Esto permitirá que turistas nacionales o extranjeros y personas que no tengan la SUBE también puedan pasar el molinete, con el objetivo, al final, de ofrecer más facilidades para viajar, como aquellos vales promocionales que se repartieron el 26 de noviembre de 1913.