“Que todo cambie para que nada cambie”, parece decir Maserati con el diseño de su nuevo GranTurismo, uno de los autos más hermosos de hoy; por qué es un exponente de la belleza clásica y atemporal
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Luego de casi 15 años (supuestamente con dos de demora por la pandemia), Maserati presentó la segunda generación del GranTurismo, su clásica coupé de 4 plazas que califica perfecto en la categoría que le da el nombre.
Tengo que reconocer que la primera vez que lo vi, a través de las fotos de prensa que publicó la marca, pensé que se trataba solo de un restyling. Y no creo que haya sido el único. Inmediatamente después, profundizando en la información, caí en la cuenta de que se trataba de un producto completamente nuevo. Aun así pensé que se habían “reciclado” piezas, sobre todo ciertas partes estampadas, por una obvia cuestión de costos. Pero no, el nuevo GranTurismo no comparte ni siquiera un tornillo con su antecesor. Es más, el cambio en la ingeniería es tan radical, que esta nueva generación del modelo incluye una versión 100% eléctrica, denominada Folgore.
Es bastante llamativo, porque después de 15 años hubiese sido esperable un cambio de diseño más radical, como para resaltar el hecho de que estamos frente a un producto totalmente nuevo, incluso revolucionario en términos de propulsión. De hecho el truco en la industria es generalmente el contrario: cambiar lo mínimo posible a nivel ingeniería y solo aquellos elementos estilísticos que claramente transmitan la sensación de mucha novedad, algo que siempre se supone que es un valor agregado desde que existe eso llamado “moda”.
Pero Maserati eligió un rumbo distinto. Una especie: “Que todo cambie para que nada cambie”, parafraseando a la famosa frase de la novela Il Gatopardo, escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en la década de 1960. ¿Y qué es lo que Maserati pretendería en este caso que no cambie? Bueno, siempre hubo un consenso acerca de que el GranTurismo original –el de 2007 diseñado por Pininfarina– era un auto bellísimo, casi perfecto, y por eso venía llevando tan dignamente el paso del tiempo. Y si bien se supone que el mercado siempre reclama novedad –y que el buen diseño siempre tiene que aportarla–, también se abre una pregunta acerca de la legitimidad de mantener esa belleza establecida, sin la necesidad de ir corriendo detrás de la moda, el impacto de la novedad, o las tendencias del momento. Es esa idea de belleza clásica y atemporal, la que Maserati quiere hacer prevalecer en sus nuevos autos. Y está muy bien que así sea, porque la idea de “una Maserati” es eso: algo más parecido al arte que a un auto de altísima performance (como podrían serlo una Ferrari o un Lamborghini).
Si el David de Miguel Angel es la idea del cuerpo (masculino) perfecto, “una Maserati” cumple ese mismo rol en el mundo de los autos. Esa relación con el arte es algo que tienen muy claro en la marca del Tridente. En palabras de su director de diseño, Klaus Busse: “Nosotros no diseñamos autos para un contrato de leasing de tres años; nuestros autos van ser coleccionados, van a concursos de elegancia, entonces necesitan expresar longevidad visual”. Como toda idea es discutible, pero es una idea fuerte, y está siendo ejecutada en forma consistente a lo largo de toda la gama de modelos de la marca.
Los cambios están
Escuchar a Busse describiendo el nuevo GranTurismo –en sus características generales, filosofía y proporciones– aplicaría perfectamente para el viejo modelo. Pero los cambios están. Los más evidentes están en el frente, con unas ópticas delanteras que adoptan una disposición vertical en lugar de horizontal y una trompa más prominente. De todas maneras, esos son los típicos cambios que se hacen en cualquier restyling, porque atañen a las zonas fabricadas en plástico, que son fáciles de modificar. Los verdaderos cambios, los que develan que estamos ante una nueva plataforma y una nueva matricería, son más sutiles. El principal está en la distancia entre el centro de la rueda delantera y la línea de la puerta –algo que se denomina “premium gap” en la jerga de diseño– que aumenta unos pocos centímetros para hacer que el capot se vea todavía más largo e imponente, y que la cabina se desplace ligeramente hacia atrás. Por eso la superficie vidriada lateral se acorta un poquito (se puede ver en la ventanilla trasera, que es sutilmente más pequeña), lo que refuerza esa imagen de cabina apretada e intimista que tiene que transmitir todo auto que se presume deportivo. Un dato importante: si se quiere averiguar si un nuevo modelo se trata de realmente de una nueva generación, hay que buscar en este tipo de variaciones estructurales.
Por lo demás, los cambios son estilísticos: una mayor redondez en las superficies, incluidos los guardabarros delanteros y traseros, un light catcher (así se les dice a las superficies que generan un reflejo de luz) más esculpido en el zócalo, manijas de puertas al ras y una estilización de las ópticas traseras. Y por supuesto están las ruedas, apenas más grandes, que traen un atípico diseño de llantas con 3 rayos en la versión Folgore eléctrica, en un intento por diferenciarse de las típicas de 5 rayos que equipan al 99% de los autos deportivos.
Puestos uno al lado del otro (o arriba y abajo, como en la foto superior), es difícil decir si el nuevo es más lindo que el “viejo”, o viceversa. Lo cierto es que el GranTurismo sigue siendo uno de los autos más bellos actualmente en producción. Es más sutil, elegante y equilibrado que, por ejemplo, un Aston Martin Vanquish, un Mercedes AMG GT o definitivamente que un BMW Serie 8. Y esta puede ser una opinión impopular –considerando la pasión que despierta el Cavallino–, pero el GranTurismo me parece muchísimo mejor ejecutado que la Ferrari Roma, el intento de Ferrari por transmitir al mismo nivel de “pureza y clasicismo”.
Juego de Espejos
Arriesgo una hipótesis extra a la estrategia de Maserati, que sospecho que cualquiera de sus ejecutivos negaría ante la corte: la marca del Tridente se está reconstruyendo a imagen y semejanza de Porsche. Ambas marcas ocupan un posicionamiento similar en el mercado –”semi luxury”– y se ha generado una suerte de juego de espejos que se puede ver en los respectivos lineups. Cada marca posee un vehículo equivalente en cada segmento que ocupan: Quattroporte vs. Panamera; Levante vs. Cayenne; Grecale vs. Macan; Ghibli vs. Taycan. Maserati se despega un poco con el nuevo MC20, aunque tiene un concepto similar al del Cayman/Boxster. Y con respecto al GranTurismo, su reflejo es el eterno 911. Es cierto que hay diferencias de tamaño entre ambos, pero los dos tienen precios similares y pueden calzar en la categoría “GTs de 4 plazas”. Pero lo importante es que ambos son los portadores de la esencia de cada marca, los que resumen la identidad y el ethos de cada una de ellas.
Lo interesante es que el 911 es una referencia absoluta en términos de cómo debe “evolucionar” un producto icónico. Desde 1964 van nueve generaciones que vienen sufriendo ajustes de diseño “homeopáticos” –por más que los cambios en la ingeniería sean sustanciales–, los justos y necesarios para mantener al modelo actualizado y sin hacer que la generación anterior luzca “vieja”. Las modificaciones son muchas veces tan sutiles que pueden pasar desapercibidas para un ojo no entrenado, y hasta pueden generar confusión, pero mantienen intacta la iconicidad del auto. ¿Suena familiar?
No es para nada una mala idea que Maserati siga por ese camino. El Grupo VW –y Porsche en particular– tiene muchos más recursos económicos que el Grupo Stellantis, y eso se nota en los tiempos de renovación: el 911 lo viene haciendo cada seis años aproximadamente… el GranTurismo tardó casi 15 para tener su nueva iteración. Pero la apuesta de Carlos Tavares (CEO de Stellantis) por apuntalar a la marca del Tridente parece sólida. El calendario de nuevos productos presentado con el lanzamiento del MC20 se viene cumpliendo con bastante rigor (a pesar de la pandemia), y por eso el lineup de Maserati es el más completo entre todas las marcas de alta gama del Grupo. Se nota en las cifras: 25.000 unidades vendidas el año pasado, que son bastantes menos que las 300.000 de Porsche, pero son muy significativas comparadas con las 50.000 de Alfa Romeo (que cuenta con solo 2 modelos pero se supone una marca mucho más masiva) o las 42.000 de DS (con 4 productos en su lineup y un posicionamiento similar al de Alfa). Y lo más importante: al tener un rango de precios bastante más alto, Maserati es muchísimo más rentable que sus “colegas” en el Grupo.
Así que siguiendo esa hipótesis (¿o es una expresión de deseo?) de Maserati emulando a Porsche, me animo a aventurar hacia el futuro –en 6, 7, 8, ¿10? años–, un GranTurismo totalmente nuevo en sus entrañas pero con cambios de diseño tan sutiles como los de este año con respecto a la antigua generación. Serán pequeños ajustes que lo mantengan “moderno”, sin que ello signifique necesariamente “estar a la moda”. Y así nos seguirá recordando lo que significa ser un verdadero “gran turismo italiano”. Por lo pronto, los amantes del buen diseño estamos más que agradecidos con este bellísimo nuevo modelo.
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