En 1910, Odell, Hijos & Cia abrió un garage y taller sobre la hoy Avenida Leandro N. Alem con modelos importados de Ford; la historia del local y el recorrido de las primeras plantas de la marca del óvalo y de Chevrolet, precursores de la industria automotriz local
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Eran, claramente, otros tiempos. La Argentina del Centenario se erigía como una potencia agrícola ganadera y la inversión extranjera fluía hacia un territorio donde, de alguna manera, estaba todo por hacerse. En torno a la leyenda del Granero del Mundo fue que desembarcó por estas pampas la primera compañía automotriz, que pronto comenzó a tejer su red de concesionarios.
Apagados los fulgores de la celebración, ya en los albores de la Primera Guerra Mundial, la empresa Ford eligió a la Argentina como una de las plazas adonde instalaría una planta de armado de vehículos, parte de su estrategia por convertir a la firma en una compañía de proyección internacional. Estábamos lejos de hablar de globalización, pero era ésta, de alguna forma, su idea en estado embrionario.
Lo cierto es que Ford Motor Company había alcanzado ya ribetes internacionales con la inauguración de su sucursal en Canadá, en el año 1904. Lo que siguió después fue la natural expansión de un proyecto ambicioso. En 1913, en el barrio porteño de La Boca, la marca del óvalo hizo su desembarco en la Argentina. Fue la tercera filial a nivel global, luego de la canadiense y la de Inglaterra, abierta en 1912.
La Argentina hacía punta en la captación de inversión extranjera, tanto que recién ocho años más tarde, hacia 1920, se inauguraron las plantas de Ford en Francia y España, mientras que más tarde les tocó el turno a Dinamarca (1923), Alemania, Austria, Sudáfrica y Australia (1925).
Pero existen, sin embargo, rastros tempranos de la presencia de Ford en la Argentina. La primera publicidad sobre un vehículo de esta marca en el país fue publicada en 1910 por la Revista Caras y Caretas, y correspondía a la firma Odell, Hijos y Cía.
El libro ‘Ford. 65 años en la Argentina. 75 años en el mundo’, destaca: “El señor Odell es un ciudadano cubano de origen norteamericano que ha instalado su depósito, garage y taller en el Paseo de Julio 2050 (hoy Avenida Leandro N. Alem). Por la puerta del negocio pasan los tranvías a caballo. Por el contrafrente lo hace el ferrocarril de Retiro a Ensenada”.
Este es considerado entonces el primer concesionario Ford de la Argentina, importador de los vehículos desde los Estados Unidos. Poco después, debido al éxito de ventas, el representante de la marca del óvalo mudó el local a la calle Florida, a metros de la Plaza San Martín. Odell, en la publicidad de la revista, se presenta como “únicos agentes” de Ford en el país, y trascribe una carta de agradecimiento de un cliente de Tandil, satisfecho por la compra y el rendimiento del vehículo.
Dice: “Carlos S. Viton, estancias La Paz, Tandil, enero de 1910. Me es grato enviar a Uds mi más sincero testimonio de la bondad del automóvil Ford, que uso constantemente desde hace un año y medio, con el mejor resultado. Usándolo en una región donde son muchas las pendientes, puedo asegurarle que jamás he defraudado mis esperanzas, subiéndolas siempre con facilidad ya sea en 1ª, como en 2ª velocidad. Caminos rocosos y accidentados, barriales, pantanos, cortadas de campo desparejas en extremo, (chacras, rastrojos, etc.) arroyos con bastante agua y barrancosos, etc., todo ha pasado sin la más mínima dificultad y muchas veces asombrando a los que lo vieron. Nada más justo que decirles y creo expresar todo, asegurándoles que bien podría calcular que mi coche hace diariamente y durante todo el año un recorrido probable de unas 8 a 10 leguas, no habiendo sido raros los días que ha andado alrededor de 30 a 40 leguas, es decir, ¡unos 150 o 200 kilómetros!... Como garantía puedo invocar el vecindario de Tandil, del cual es bien conocido mi coche”.
Hacia 1913, bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña, es que Ford Motor Company decide inaugurar su planta de ensamblaje en La Boca. Cuatro años más tarde, en 1917, comenzó el armado experimental de las unidades Ford T, el modelo producido con la línea de montaje móvil, una innovación que dio origen a un nuevo sistema de producción: el fordismo, que se constituyó como el paradigma de la producción industrial del siglo XX.
El Ford T comenzó a fabricarse en 1908 en Detroit, Michigan. Era un modelo económico con un motor de cuatro cilindros y tan solo 20 CV de potencia. Alcanzaba la velocidad máxima de 71 kilómetros por hora, con un peso contenido para su época de 540 kilos. Consumía 1 litro de nafta cada 5 kilómetros. Conocido en los Estados Unidos como Tin Lizzie o Flivver, en la Argentina fue rebautizado ‘Ford a Bigotes’.
Como ocurrió en otras partes del mundo, el auto fue un éxito también en nuestro país. Según datos de la empresa, hacia 1920, 8 de cada 9 automóviles que se vendían eran modelos Ford T, y seis años más tarde Ford Argentina ya contaba con 1.500 empleados, 2.400 talleres exclusivos en todo el país y más de 285 concesionarios. El crecimiento había sido explosivo.
Tras un proceso de expansión sostenida, la Planta de La Boca supo ensamblar distintos modelos Ford: del Ford T se pasó al Ford A, y se incorporaron también los modelos de cilindros en V, así como también los camiones F-500, F-600 y F-900.
Llega Chevrolet
Las primeras huellas de General Motos en la Argentina datan de 1918, a través del representante Mestre & Blatge S.A. que exhibió algunos modelos de sedán, doble faetón y voiturette durante la primera edición del Salón del Automóvil realizado en marzo de ese año.
Tras un fugaz paso por las manos del empresario Carlos Goffre, en 1921 la representación exclusiva para el país quedó en poder de la firma rosarina E. H. Watson, que se encargó de importar desde los Estados Unidos los modelos Chevrolet. Por ese entonces llegaban ya armados pero sin las ruedas, embalados en cajas desde el puerto de Nueva York hasta el de Buenos Aires.
El éxito de las ventas los llevó a pergeñar un plan mayor: armar los vehículos Chevrolet en el país para bajar costos. Importarían las piezas, incorporando a proveedores locales para los interiores, el tapizado, la capota y otros elementos menores.
Con ese fin en mayo de 1923 alquilaron en Buenos Aires una barraca de lanas ubicada en las avenidas Garay y Huergo. El edificio ocupaba un cuarto de manzana y tenía planta baja y primer piso, de acuerdo a los datos publicados en el número 471 de la Revista Corsa de junio de 1975.
El emprendimiento duró poco ya que pronto la General Motors de Estados Unidos organizó en Buenos Aires la GM Export, comprándole el contrato a Ellis Watson y quedándose con la producción local. Se trasladaron entonces a la calle Huergo 1167.
Según Corsa, “en abril pasó por la línea de montaje el Primer Chevrolet armando en la Argentina, un doble phaeton equipado con ruedas de disco, cubiertas balloon y capota de un tono marroncito. Se lo denominó ‘Especial Argentino’ a este modelo 1925 que se vendía a 2.085 pesos”.
Pronto hubo una avalancha de solicitudes. GM recibió más de 2.000 pedidos del primer Chevrolet Argentino, que se ensamblaba y comercializaba en Barracas. Por entonces, de acuerdo a los números de Corsa, circulaban en el país unos 180.000 autos para una población que pasaba los diez millones y medio de habitantes. Es decir, un vehículo para cada 58,4 personas.
Hacia 1925 la línea de producción de la marca del moño entregó 7.930 coches y 521 camiones, vendidos por una red de algo más de 100 concesionarios en todo el país. En 1927 se presentaron en la plaza local los modelos Oldsmobile Phaeton y el doble Phaeton, y se comenzó a fabricar las marcas Oakland y Pontiac.
Para esa época General Motors de Argentina invierte en un terreno de 30.000 metros cuadrados junto al Riachuelo e inicia la construcción de una planta propia sobre la calle Río Limay. Dice Corsa: “Las nuevas líneas de montaje que se habían construido permitieron ampliar la producción y al mismo tiempo introducir nuevas marcas: Marquette, La Salle, Buick, Opel y Vauxhall, entre los coches. Y camiones Bedford, Opel, GMC y Chevrolet”. Al llegar a 1930 hubo picos de producción récord de 160 unidades diarias, lo cual equivalía al 40% de la producción automotriz de la Argentina.
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