La electromovilidad, el hidrógeno y hasta los barcos a vela son tecnologías probadas que estaban adelantadas a su tiempo y hoy regresan con nuevos bríos; cómo están moldeando el futuro de la movilidad
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Aún faltan casi dos meses para el día de los muertos, o Halloween como cada uno prefiera celebrarlo, pero los zombies están entre nosotros. No, no son vehículos estropeados que deambulan sin sentido, sino tecnologías que considerábamos caducas y que regresan con nuevos bríos.
¿Por qué? En muchos casos porque más que fallidas estaban adelantadas a su tiempo, y por lo tanto, no podían ser exitosas en un contexto incapaz de acompañarlas o darles soporte; en otros, porque las necesidades de la humanidad han ido cambiando y las primigenias motivaciones de una movilidad masiva y, sobre todo accesible, han dado lugar a nuevas prioridades como el cuidado del medio ambiente, la necesidad de cuidar recursos de producción y quizá también a nuevos hábitos respecto de la propiedad de ciertos bienes.
En esta columna pretendo hacer un pequeño repaso no exhaustivo por aquellas tecnologías que están volviendo, algunas luego de muchos años, y otras que aún no están experimentando un regreso con gloria, pero podrían hacerlo en cualquier momento.
El ejemplo más claro sin dudas es la movilidad eléctrica: Aunque los autos eléctricos son vistos como una solución moderna al cambio climático, su origen se remonta a hace más de 140 años. Entre 1832 y 1839, se registra el primer vehículo movido por energía eléctrica, mucho antes del Benz Patent Motorwagen de 1886. El escocés Robert Anderson mejoró prototipos anteriores y presentó un carruaje eléctrico que alcanzaba 6 km/h. En 1881, el francés Gustave Trouvé presentó un triciclo eléctrico, considerado el primer auto eléctrico de la historia.
A finales del siglo XIX y principios del XX, los autos eléctricos ganaron popularidad, especialmente en Estados Unidos donde, por ejemplo, todos los taxis de la ciudad de Nueva York utilizaban esa tecnología. Sin embargo, con la aparición del Ford T y la cadena de montaje, el auto eléctrico perdió terreno contra su precio competitivo (alrededor del 15% de un vehículo eléctrico) y su mayor autonomía. El descubrimiento de petróleo en Texas pocos años después fue su sentencia de muerte, al menos entonces.
No fue hasta los años 90 que General Motors lanzó el EV1, precursor de la tendencia actual hacia la electromovilidad, y sobre todo que la aparición de las baterías de litio recargables, estrenadas por la Sony Handicam de 1994 habilitaron su resurgimiento como una opción viable.
Otros vehículos considerados en desuso también están experimentando un posible regreso. Aunque en muchas ciudades del mundo los tranvías fueron reemplazados por autobuses y coches, en los últimos años han resurgido como una opción de transporte público eficiente y ecológica. También los barcos de vela, con innovación en diseño y materiales: algunos barcos de carga están reintroduciendo velas para reducir el consumo de combustible y las emisiones. La electrificación también ha llegado a los dirigibles, estos grandes globos aerostáticos, que fueron populares en el siglo XX, están siendo reconsiderados para ciertas aplicaciones de transporte debido a su eficiencia energética y capacidad de carga.
Haciendo foco en las tecnologías detrás de estos vehículos también vemos muy cerca otros regresos con gloria:
El hidrógeno sin dudas es uno de los protagonistas de la transición energética. Fundamental en escenarios de abundancia energética (como los que podrían llega de la mano de la Fusión Nuclear) es el vector energético por excelencia, aunque presenta muchas dificultades para obtenerlo solo y debemos acompañarlo de otros elementos como el nitrógeno (formando amoníaco) o más frecuentemente con carbono, oxígeno y nitrógeno, dando lugar a todo tipo de hidrocarburos.
Pues bien, la abundancia de fuentes renovables y la necesidad de disminuir la emisión de nuevos gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, han dado lugar a que tengamos que repensar el desarrollo de combustibles sintéticos (ya investigados y desarrollados por la Alemania nazi a en la primera mitad del siglo veinte) que regresan de la mano de gasolina neutra en carbono, y también la utilización directa de este gas.
Tanto en el caso del combustible como del hidrógeno puro tenemos la alternativa de usar motores existentes a combustión, con ninguna o sencillas adaptaciones según el caso, o combinarlos con celdas de combustible para impulsar vehículos eléctricos. La gran diferencia entre unas y otras tecnologías tienen que ver con el desarrollo de una importante red de infraestructura para poder atender las necesidades de un creciente parque vehicular, que en todo caso se beneficia con importantes ganancias en autonomía y velocidad de reabastecimiento.
Y en este ultimo punto (como habrá apreciado hasta aquí, todo está vinculado de alguna u otra manera) otro regreso que quizá se demore un poco más, pero con seguridad tendrá un impacto importante es el de las baterías intercambiables. Éstas ya existían también a principios del siglo XX, otorgando una velocidad de recarga prácticamente instantánea, e incluso quisieron volver a la vida en la década pasada de la mano de Better Place, una startup creada por Shai Agassi en Silicon Valley pero que operó fundamentalmente en Israel entre 2007 y 2013 cuando cesó sus operaciones en bancarrota.
Se trataba de un modelo de suscripción con un modelo único de vehículo (Renault Fluence ZE) y batería, en estaciones de recambio específicos, aunque también podrían ser recargados en el domicilio del usuario para los desplazamientos diarios. Las principales desventajas eran la poca capacidad de un pack del volumen y peso compatibles con el recambio rápido, situación que persiste hasta el día de hoy y que pone en desventaja a esta tecnología respecto de alternativas de carga rápida en corriente continua, por ejemplo.
Sin embargo, es claro que en movilidad nunca nada está dicho ni nadie tiene la última palabra. Con el desarrollo de nuevas tecnologías y la emergente necesidad de pensar un modelo de fabricación más sostenible que integrar las baterías en el piso de un vehículo (haciendo de éste una unidad prácticamente “descartable” en el fin de su vida útil) es posible que regresen y sean por muchos años la principal solución. Los vehículos más pequeños ya lo han demostrado, y la taiwanesa Gogoro lidera este movimiento, con una rápida y sostenida expansión global, incluso cotizando en Wall Street con una cotización bursátil en torno a los US$800 millones.
¿Será ésta la tecnología que brinde energía a los automóviles de la próxima década? En el avance exponencial de la técnica de baterías probablemente encontremos la respuesta, y se trata de un sector en plena efervescencia.
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