La transición a la electromovilidad no implicará una desaparición masiva de empleos; los puestos que quedan, los nuevos que llegarán y los que pueden resultar afectados con el cambio de era
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En cada industria que sufre un proceso de fuerte disrupción se encuentra la creación de nuevas ocupaciones y el ocaso de otras que incluso se creían eternas. La movilidad no es excepción, y en este contexto surgen nuevas alternativas laborales para profesionales formados en áreas que a priori no tendrían nada que ver con la mecánica o el transporte, y sin embargo están siendo demandadas hoy mismo.
Para esta columna me permití hacer un breve repaso acerca de quiénes ingresan, quiénes -por ahora- se quedan, y qué ocupaciones están en retirada, o tienen un horizonte de vencimiento.
Las que llegan
Quizá los más sencillos de enumerar son aquellos que están vinculados a la transición a la electromovilidad y otras formas de impulsar los vehículos (hidrógeno, gas natural), tanto en el desarrollo, fabricación como el mantenimiento de los conjuntos de almacenamiento y fuerza motriz, y por supuesto con el foco en nuestra región aquellos que tienen que ver con las redes de provisión de los distintos formatos energéticos.
Y no son las energéticas las únicas redes que están creando nuevos empleos: la digitalización de la movilidad, en particular los sistemas que tienen que ver con la inteligencia del transporte como un sistema interconectado hace tiempo que está dando lugar a nuevos empleos, tanto en las áreas de desarrollo de software, como construcción de infraestructuras, desarrollo de sensores y conectividad de baja latencia (es decir, preparada para poder asumir desafíos cambiantes del entorno lo más cercano posible del “tiempo real”).
También la planificación estratégica y ejecución de ambas redes implica nuevas oportunidades laborales para carreras que por ahí consideramos convencionales, del campo de la ingeniería y la gestión, que tendrán que estar en la línea de batalla para mantener alta la disponibilidad de dichos servicios.
Dentro de la fabricación del vehículo en sí surgen algunas oportunidades que podrían resultar incluso contrafácticas: al contrario de lo que ocurre con un motor de combustión, existe por su menor complejidad una posibilidad mucho más clara de fabricar o ensamblar conjuntos motores regionalmente (ni hablar del caso de los packs de baterías), por lo que es posible que surjan esquemas fabriles más descentralizados con nuevas oportunidades de empleo, también en lo que hace a la construcción de carrocerías, aunque aquí el llamado será a la especialización porque sin duda crecerá la utilización de materiales alternativos (aluminio, titanio) y sobre todo compuestos, tanto plásticos como metálicos.
Los que se quedan
A pesar de lo que podría pensarse, la transición a la movilidad inteligente y electromovilidad no implicará la desaparición masiva de empleos, sino la reubicación de ciertas funciones y algunos cambios en la forma de operar de equipos ya existentes.
Existen actividades que tendrán cambios mínimos o que requerirán mayor especialización (y por lo tanto otorgarán mayores chances de ingreso): por el momento no existen planes de autos que leviten ni materiales inteligentes que se arreglen solos, por lo que las actividades de provisión y mantenimiento de neumáticos prácticamente no registrarán cambios, y hasta que se profundicen los modelos de conducción autónoma es posible que sigamos teniendo choques y por lo tanto, que recurrir a los profesionales de chapa y pintura.
Los vehículos del futuro siguen teniendo suspensiones y frenos. Es cierto que las variantes eléctricas usan mucho menos el frenado de fricción, y por lo tanto el desgaste de sus elementos, pero en general las actividades de reparación y mantenimiento de los trenes delantero y trasero seguirán siendo necesarias. También lo que se conoce como “electricidad del automóvil”, parece una paradoja en el mundo de los autos con baterías pero los sistemas de luces, batería de respaldo, entretenimiento a bordo y demás siguen requiriendo el soporte de un cada vez más sofisticado circuito de cables de potencia y datos.
Los que se van
Finalmente, no resulta del todo claro que estemos a punto de vivir una extinción masiva de mecánicos de vehículos a combustión, sino un proceso extendido en el tiempo, donde algunas fórmulas como los combustibles sintéticos de baja emisión global, o incluso la combustión directa de hidrógeno podrían establecer una fuerte prórroga al mantenimiento y reparación de estos motores, y por supuesto permanece un universo importante de vehículos pesados, clásicos e incluso de competición que no estarán afectados fuertemente por el avance de las normativas de emisiones, por lo que su desaparición tomará no unos cuantos años sino décadas.
Por otro lado, quienes sí podrían verse amenazados en un plazo más corto son los choferes de vehículos, sea en la forma de taxis, remises o vehículos más grandes como combis. Los sistemas de alquiler por demanda y por qué no, la conducción autónoma, cuestionan fuertemente la necesidad de depender del factor humano en ciertos trayectos. En cuanto a las modalidades más pesadas, como camiones u ómnibus es muy probable que la transición pueda resultar un poco más lenta, aunque como ya han demostrado los sistemas de automatización de trenes subterráneos, es posible encomendar el transporte de muchos humanos a un sistema robotizado e inteligente.
¿Cómo seguimos?
El objetivo de esta columna por supuesto no es sembrar el pánico, sino aportar una mirada que colabore con la previsión de objetivos de formación del talento de cara a este nuevo panorama. Honestamente creo que la industria de la movilidad, particularmente en nuestro país, puede ser optimista respecto del desarrollo de su fuerza laboral en tanto y en cuanto se planifique con la mirada puesta en el mediano y largo plazo. Sabemos que eso requiere la construcción de consensos y sobre todo fuertes y positivas figuras de liderazgo empresarial, sindical y gubernamental, otra oportunidad para estar a la altura de las circunstancias que no deberíamos dejar pasar.
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