Data de 1904 y perteneció al médico Rodolfo Koessler y la escritora Berta Ilg. Tras años de abandono, fue restaurada y hoy es una pieza valiosa del patrimonio cultural del pueblo.
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La casa de sus abuelos es, en gran parte, patrimonio de la memoria emotiva de medio pueblo. Federico Koessler, nieto del doctor Rodolfo Koessler y Berta Ilg, se propuso recuperar el consultorio y el estudio de dos personajes emblemáticos de San Martín de los Andes, que forman parte de la historia de la ciudad. Mientras que por el consultorio del médico, cirujano y odontólogo pasaron dos y tres generaciones, lo mismo ocurrió con el estudio donde Berta relevó información valiosa sobre la cultura mapuche, que luego plasmó en distintos libros.
Hoy, Federico lleva adelante la restauración patrimonial de esta casa construida en 1904, una de las primeras que se levantaron en la ciudad patagónica, en el corazón de la Av. San Martín al 1200. “Me acuerdo patente el sonido de los catangos cuando pasaban por la casa, las ruedas de esos carros tirados por bueyes que repartían la leña hacían un ruido muy particular en el ripio. En ese momento la casa estaba en las afueras de lo que hoy es el centro histórico”, dice Federico Koessler, ex guía de turismo, que ya abrió una cervecería en una de las esquinas del complejo que, en sus comienzos, funcionó como almacén de campo.
Entre las historias que se fueron transmitiendo oralmente, Federico repasa un dato que le quedó grabado: “Ampliaron las 27 puertas de la casa para mejorar la accesibilidad de los pacientes que llegaban desde zonas rurales a atenderse”, dice de la casa donde nacieron intendentes, comerciantes, profesionales y vecinos de varias generaciones. “Mi abuelo murió a los 90 años, totalmente lúcido decía que fueron alrededor de 4 mil partos los que se hicieron acá”. Por “acá” se refiere al interior de la vivienda que ahora huele a madera restaurada, lustrada y pintada por él mismo con el propósito de conservar el espíritu que alentó a su abuelo a instalarse en esta ciudad.
Rodolfo Koessler, de origen alemán, se graduó como cirujano médico en Munich. Se casó con Bertha, enfermera de la Cruz Roja, en Génova y viajó con ella a Buenos Aires en 1912 por un puesto en el Hospital Alemán. Fue el dueño de la estancia Collunco y del ex hotel Lácar, Enrique Schroeder, quien los alentó a mudarse a San Martín de los Andes, en principio para atender a los peones. Por ese entonces el pueblo contaba con apenas 400 habitantes.
Las fotos de las montañas que rodeaban el valle y la cultura de los pueblos originarios convencieron al matrimonio. A Bertha le fascinaban los relatos orales, tanto que naturalmente se dedicó a la investigación del folclore local. Nació en Baviera, pero se crió en la Isla de Malta, donde relevó más de 200 canciones del folclore popular. En la Patagonia, en tanto, escribió los libros de cuentos Los araucanos y Cuentos de los indios de la cordillera. “Mi abuela hablaba 8 idiomas y todos la conocían como la araucana blanca. Decía que el tema del lenguaje era fácil; que había que aprender 5 idiomas, que los demás venían solos”, rememora Federico, el nieto menor. Y apunta que esta facilidad para las lenguas también es parte de lo que se transmitió en el adn familiar, ya que sus hijos hablan latín, griego antiguo e inglés.
Como parte de la revalorización del patrimonio histórico que organiza la Secretaría de Cultura de San Martín de los Andes se relevaron 134 inmuebles que fueron ilustrados por el taller de Croquiseros Urbanos. La Casa Koessler integra los materiales que se difunden a través de trípticos y también llegará a una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén. “Es necesario conservar y conocer las antiguas construcciones para conocer y valorar la historia de nuestro pueblo, porque sin historia no hay cultura y sin cultura no hay desarrollo sostenible”, señala Gustavo Santos, de Cultura de San Martín de los Andes, que impulsa esta actividad.
Un nuevo capítulo para la casa
Si bien en un momento funcionó un museo ahora la casa cambió de piel, aunque se la puede visitar de todas maneras en la misma esquina, pero en su nueva versión, en el bar de montaña La Gale. “Todos los muebles y objetos se conservan en perfecto estado, los tiene la familia. Los frascos de medicinas y la camilla, una de las herramientas más utilizadas por mi abuelo, están en la Municipalidad”, dice Federico, que, entre otros trabajos de conservación, rescató dos palenques para atar caballos que siguen en la vereda.
Koessler trabajó ad honorem como médico forense. Visitó casas alejadas, muchas veces a caballo o en bote, casi siempre acompañado por Bertha. Estos detalles que Federico relata en la ficha de registro patrimonial que conforma el inventario impulsado por el Ministerio de las Culturas de la Provincia de Neuquén, se suman a los datos de la ampliación de la casa que en 1930 pasó de tener 5 ambientes a 18, con altillo incluido. Mientras Bertha se ocupaba de la granja familiar, donde además cultivaba rosa mosqueta, lavanda y hongos, Koessler ampliaba la sala de espera y la cocina, donde los pacientes de más confianza solían pasar el tiempo.
Catalogada como Patrimonio Arquitectónico e histórico, el recuerdo vivo del médico sigue su curso en la avenida del ingreso principal a la ciudad que lleva su nombre.
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