A la hora de pensar en las vacaciones no sólo se trata de elegir un destino, sino también hay que decidir cómo llegar a ese lugar, especialmente cuando la idea es recorrer nuestro país.
Es cierto que nuestra red vial deja mucho, muchísimo que desear. Ya avanzado el siglo XXI todavía transitamos por estrechas (y maltrechas) rutas que hace tiempo deberían haber sido reemplazadas por autopistas o autovías que hagan nuestra marcha más rápida y segura. También es cierto que las cabinas de peaje proliferan y están listas para cobrar por obras que a veces ni siquiera comenzaron. Y no falto a la verdad cuando afirmo que miles y miles de kilómetros de caminos todavía son de tierra y están a la espera de los asfaltos tantas veces prometidos en las campañas políticas previas a las elecciones. Pero algo extraño sucede (alguna vez será tema de estudio de la medicina) porque una y otra vez los candidatos que resultan ganadores padecen claros signos de amnesia al ocupar sus responsabilidades ejecutivas o legislativas, y el asfalto nunca llega.
Sé que con todos esos antecedentes habrá quien me acuse de masoquista. Pero formo parte de ese grupo que prefiere hacer turismo al volante de un vehículo. Para defender mi postura diré que por extensión y diversidad geográfica, nuestro país ofrece innumerables lugares que esperan ser descubiertos.
Claro que para disfrutar de esa experiencia es necesario cambiar un poco el chip y entender que el viaje puede (debe dirían los más fundamentalistas) ser parte de las vacaciones. Si, por ejemplo, decidimos viajar a Bariloche desde Buenos Aires, podemos intentar hacerlo del modo más rápido posible (respetando las leyes de tránsito, obvio) o planificar el viaje con tiempo y detenernos en aquellos sitios que ofrecen puntos de interés (les aseguro que hay cientos).
Además, una vez en el destino final, disponer de un vehículo propio abre infinitas posibilidades de las que, obviamente, no disponemos cuando estamos limitados a la combi del tour. Para mí, nada como poder detenerme donde quiero y disfrutar de los paisajes sin tener que mirar el reloj.
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