Circuitos, museos, rutas y fábricas imperdibles para los apasionados por la velocidad y la historia de los automóviles. Lugares legendarios a lo largo de Europa, Asia y Estados Unidos
Cuando la idea de unas vacaciones perfectas incluye el rugido de un motor, la vibración de un volante conduciendo a toda velocidad y el olor a ruedas quemando el asfalto, la brújula apunta a Europa, Asia y los Estados Unidos. Desde la casa de Ferrari, en Italia, hasta el camino mejor escondido de Rumania, pasando por la legendaria Ruta 66, aquí va una guía de lugares bien fierreros.
Italia. Velocidad y adrenalina convergen en la región Emilia-Romaña, en el norte del país. Ostenta pueblos como Maranello, cuna de Ferrari y testigo del nacimiento del primer Cavallino Rampante: el 125 S, en 1947. Es, también, sede del Museo Ferrari, donde descansan modelos emblemáticos de la marca, y del circuito Fiorano, la pista de pruebas de Ferrari. Desde ahí, un chárter lleva a los visitantes a Modena hasta el Museo Casa Enzo Ferrari.
Esa ciudad es también la que eligió Maserati para localizar su planta en 1940 y donde los argentinos Alejandro De Tomaso y Horacio Pagani construyeron las marcas que llevan sus apellidos. A unos pocos minutos, camino a Boloña, se erigen el museo y la planta de Lamborghini. Este área, junto con las ya mencionadas, completa el Motor Valley de Italia.
La dosis extra de vértigo se esconde pasando Milán, en el autódromo de Monza. Sede del Grand Prix de Italia, es una de las pistas más rápidas (hasta 369 km/h) y fatales de la Fórmula 1.
Alemania. Envidiada por su sistema de autopistas Autobahn, que incluye tramos sin velocidades máximas, Alemania es un destino ideal para los fanáticos del acelerador. Entre los bosques de Eifel, la pista Nordschleife del autódromo Nürburgring impone respeto. Infierno verde, la apodó Jackie Stewart. “Difícil de manejar, fácil de morir”, lo describió, Jochen Rindt. Un mito simple de comprobar: la pista está abierta a cualquiera que tenga un auto y 29 euros.
Quienes busquen estilo podrán deleitarse con el Museo Mercedes-Benz, en Stuttgart. Tiene nueve pisos, 160 vehículos –entre ellos, una colección de Flechas de Plata– y más de 1500 exposiciones que repasan la historia y el futuro de la industria.
Unos 10 kilómetros lo separan del museo de Porsche, desde donde se puede visitar la planta de Zuffenhausen, cuna del legendario 356; ahí también nacen los modelos Boxster, Cayman y 911.
Bavaria es la siguiente parada. Allí, el gigante de Munich BMW combina tres tours: visita al museo, recorrido por la planta de producción y caminata por el BMW Welt, que explica cómo se entregan los autos en diversas partes del globo. Al norte, en Ingolstadt, otros puntos de interés son la fábrica y el museo de Audi.
El paraíso fierrero Autostadt de Wolfsburgo, a una hora en auto de Hannover, ofrece más circuitos, museos y plantas de producción; entre ellas, la de Volkswagen.
California, Estados Unidos. Desde Orange County hasta el norte de San Francisco, la Ruta 1 de Estados Unidos se extiende por la costa, serpenteando al filo de los acantilados de Monterrey. Allí, el circuito de Laguna Seca atrae a los adictos al vértigo por su famosa curva Sacacorchos.
El recorrido continúa en la bulliciosa Los Ángeles, donde icónicos autos de películas y series made in Hollywood descansan en el Petersen Automotive Museum. La colección incluye el popular DeLorean de Volver al Futuro; el Batimóvil de Batman (1989) y Batman Regresa (1992), y el Pontiac Aztek que manejó Walter White en Breaking Bad.
Al sur de la ciudad californiana, se encuentra nada menos que la sede del Grand Prix de Long Beach.
Inglaterra. No hay que alejarse demasiado de Londres para descubrir las cunas de legendarias marcas como McLaren, en Woking, o Aston Martin, en Warwick. Ésta, a su vez, está a unos 15 kilómetros del headquarter de Jaguar. En Crewe, camino a Liverpool, es posible apreciar el meticuloso proceso de artesanía en la planta de Bentley, abierta al público por tiempo limitado. La planta de Mini, en Oxford, también ofrece un recorrido por sus instalaciones. Estratégicamente, entre Londres y Birmingham, está el circuito de Silverstone sede del Grand Prix de Gran Bretaña, permite a sus visitantes correr con sus propios autos e, incluso, reservar un box de Fórmula 1.
Francia. Al borde del río Sarthe, Le Mans es anfitriona de la carrera de resistencia más célebre del mundo, Las 24 Horas. Data de 1923 y se corre cada junio. Tiene un museo dedicado exclusivamente a ella donde se repasa su historia y evolución.
Sin embargo, la exposición automotriz más atractiva se encuentra en Alsacia: con unos 400 ejemplares, el Cité de l’Automobile, que alberga la famosa colección de los hermanos Schlumpf, se jacta de ser el museo de autos más grande del globo. Ostenta, además, la mayor colección de Bugatti y de autos para niños. A unos 50 kilómetros, la comuna Sochaux esconde la planta de producción automovilística del Grupo PSA donde también se puede visitar el museo Peugeot.
Más en los Estados Unidos. El estado de Indiana es sede de Las 500 Millas de Indianápolis, una de las carreras más aclamadas del mundo. Se disputa en el óvalo del Motor Speedway, que ofrece un tour por las instalaciones y el museo del autódromo.
Al norte, en el estado de Michigan, otra ciudad seductora es Detroit. La Meca de la industria automotriz estadounidense ya no brilla como antes pero sus principales atracciones siguen en pie: el museo Henry Ford, los siete rascacielos de General Motors y el monstruoso complejo fabril de la marca del óvalo en River Rouge.
Bélgica. El museo Autoworld, en Bruselas, se enfoca en la historia de los primeros automóviles del siglo XIX. Una joya para los amantes del vintage.
El cementerio de autos en los bosques de Châtillon, al sur del país, es un gran misterio belga. Llegó a cobijar cientos de modelos de los años 40 que siete décadas después quedaron cubiertos entre ramas, moho y tierra. Se cree que los autos fueron abandonados por soldados estadounidenses al terminar la Segunda Guerra Mundial. El acceso al público ya no está permitido, pero vale la pena tener el mito presente al recorrer el área.
El toque de adrenalina se encuentra al oeste de la capital belga, en Spa-Francorchamps. Inaugurado en 1922, es uno de los circuitos más antiguos del mundo y está abierto a conductores amateurs.
Mónaco. Es la vidriera perfecta para los apasionados de los autos. Muchos de ellos debaten en foros y blogs cuáles son los mejores spots para descubrir los modelos más extravagantes: los alrededores del Casino de Monte Carlo, la zona del Fairmont Hairpin o Port Hercule. Sinónimo de glamour y riqueza, el principado es sede del circuito callejero donde se corre el Grand Prix de F1.
Japón. Innovación, tecnología y precisión convergen allí. El Toyota Automobile Museum, cerca de Nagoya, narra la historia del automóvil haciendo hincapié en la influencia de las marcas japonesas en la evolución de la industria. Tiene una exposición dedicada a los autos clásicos y más de 160 vehículos en exhibición. Cerca, el Toyota Commemorative Museum of Industry and Technology explica cómo la marca pasó de fabricar textiles a ser el mayor productor de autos mundial. Otra visita obligada es Toyota City, donde funciona la mayoría de las plantas del gigante japonés. Las niponas Honda, Nissan, Mazda, Subaru, Suzuki y Mitsubishi también tienen museos dignos de visitar.
Al pie del monte Fuji –excursión recomendada, si la niebla lo permite– el Fuji Speedway es un templo. Allí, James Hunt y Niki Lauda disputaron la famosa batalla del GP de Japón 1976.
Rumania. Fue una de las rutas mejor escondidas, hasta que los periodistas de Top Gear viajaron en 2009 para revelarla. “Mejor camino del mundo”, lo bautizaron. Inaugurado en 1974, el Transfagarasan alcanza los 2042 m de altura. Se extiende 90 km entre los montes Cárpatos y une Transilvania y Wallachia. Sus curvas y túneles se asemejan más a un circuito para fanáticos que a un simple camino montañoso. En su parte sur se puede ver el castillo Poenari, donde vivió el príncipe Vlad Tepes, inspiración del personaje de Drácula en la novela de Bram Stoker.
Por la 66
En Illinois, Estados Unidos, nace la Ruta 66. Inaugurada en 1926, se convirtió en la más popular del país y una de las más famosas del mundo. Recorre 3940 kilómetros a través de ocho estados, desde Chicago hasta Santa Mónica. Aunque dejó de existir oficialmente en 1985, aún es posible manejarla siguiendo los carteles que leen Historic Route 66.