
Una de las polémicas con bandos irreconciliables entre los usuarios de vehículos en nuestro país es la que genera la utilización de vidrios polarizados, tema que se pondrá rápidamente en el tapete si, como se anuncia, finalmente la verificación técnica vehicular (VTV) es declarada obligatoria en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
¿Es realmente útil polarizar los vidrios del auto? ¿Hay reglamentación sobre su utilización? Los defensores de los vidrios polarizados esgrimen dos razones para su uso: que disminuyen el calor generado por la radiación solar dentro del habitáculo y que resultan más seguros porque desde el exterior no se puede ver dentro del vehículo. Los detractores dicen que limitan la visibilidad del conductor hacia afuera y no permite una correcta visión activa (percibir las maniobras de los vehículos que nos preceden) y el "contacto visual" entre los conductores para ponerse de acuerdo en ciertas maniobras.
Un estudio del Cesvi nos ilustra al respecto. Dice: los polarizados, ¿reducen el calor en el habitáculo? No; dos autos idénticos, uno con polarizado y otro normal, dejados al sol durante una hora, arrojaron temperaturas de 59,6° y 61,6°, respectivamente. Sólo dos grados de diferencia.
Respecto de la transparencia, la norma IRAM-AITA 1H3, el grado de transparencia de los cristales (transmitancia lumínica) debe ser superior al 70%, porcentaje en el que se basa la Ley Nacional de Tránsito. En conjunto con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), Cesvi verificó todas las láminas de polarizado en el mercado y sólo una (siglada como CR-90), totalmente transparente, cumple esta norma y, de paso, es la única que filtra en forma efectiva los rayos infrarrojos.
En cuanto a la seguridad, según las estadísticas del mencionado organismo, los vidrios polarizados incrementan en un 30% la probabilidad de estar involucrado en un accidente. El problema básico es la reducción de la visibilidad, especialmente de noche y en los días lluviosos.
Como se dijo, un tema polémico y poco claro, valga el juego de palabras, desde el punto de vista de las normativas.