El corredor contó cómo fueron sus inicios en la conducción y cuáles son sus autos favoritos; la importancia de la concentración en el manejo
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Luego de recorrer a fondo la pista de pruebas de Toyota en su planta de Zárate arriba de la nueva Hilux GR-S III, el 17 veces campeón de Rally argentino, Gabriel Raies, compartió cómo fueron sus inicios al volante y aquello que para él es lo más importante al manejar dentro y fuera de las pistas: la concentración.
“Empecé a manejar muy jovencito, a los 10 años. Me enseñó mi papá con un Renault Gordini. Vivía en Villa Carlos Paz y en esa época podían hacerse ese tipo de cosas, porque era más pueblo. Empecé a ir primero en la falda de él, luego se pasó al lado y después ya me dejaba manejar solo pero siempre con él al lado mío”, comentó el piloto.
Sobre su padre destacó: “Papá fue todo para mí. Él es del automovilismo, Alcides Raies, hizo su primera carrera en 1958 en Córdoba, justamente el año en que nací, así que mamé automovilismo toda mi vida. Papá fue corredor, mis dos hermanos corrieron, yo corrí, mi hijo corrió... Es toda una familia que no hicimos más que esto”.
Sacó su licencia de conducir al día siguiente de cumplir 18 años y cuatro días después corrió su primera competencia: “El 11 de mayo cumplí años, debuté el 14 y me retiré con 43 años, el 11 de mayo de 2003, todos esos años como profesional viviendo del automovilismo. La primera competencia fue en un Fiat 128 para mi equipo en Tucumán, una carrera de Rally que salí tercero en la primera etapa, y en la segunda me tumbé y caí a un precipicio por querer ir más rápido de lo que se debía. Fue culpa del ímpetu y las ganas de estar esperando para poder correr”.
Cuenta que diseñó y creó su primer auto: “No me lo compré, me lo armé porque papá tenía un equipo de carreras y con lo que había quedado armé un 128 junto con mi amigo Osvaldo Guignard. Armamos una carrocería y le pusimos los asientos. Luego tuve muchos autos porque me encanta cambiarlos y hoy gracias a Toyota lo cambio todos los años: tengo una camioneta asignada por ellos. He tenido Fiat 128, Renault 12, 18, 18 Break y 21, BMW y Lexus. Ese, como auto, el más lindo que he tenido; realmente me gustó mucho”.
En cuanto a la tecnología en los autos, dice que está “al día” porque la considera muy importante y le pone ganas si hay un daño: “Le meto mano si es algo sencillo, pero los Toyota no se dañan. Pero si hay que meterle mano lo hago sin problema”, comentó.
Hace poco alcanzó la cima del Cerro Áspero, en Córdoba, donde es muy difícil acceder: “Normalmente llegan en cuatriciclo y yo llegué con la Hilux GR-S; es un camino de cinco kilómetros y tardas una hora y media por las dificultades que tiene”.
Dice que cuando viaja como copiloto “sin duda veo la concentración de quien maneja y que vaya bien sentado con las manos bien puestas en el volante y a una distancia lógica para poder hacer una maniobra exigida en el caso que sea necesaria. No tengo problema en ceder el volante, pero para que yo me duerma miro un rato que tal maneja la persona. Con mi mujer, por ejemplo, duermo”.
Respecto del tránsito, afirmó que “andar por Buenos Aires es de locos, pero me manejo con total prudencia. Quienes fuimos o somos corredores y tenemos la posibilidad de andar en un circuito con jaula, casco y a fondo, después no te dan ganas de pisar a fondo. Ahora me quiero ir para capital escuchando música a 100 km. Te sacás todas las ganas acá”.
¿Qué genera ir al volante en una pista? “Mucha adrenalina y lo digo con mucha humildad. Tener la posibilidad de controlar el auto en maniobras cuando el auto se pone de costado provoca una sensación muy especial. Hay maniobras que se piensan y después salen, y eso es realmente increíble la emoción que produce. Pero, claro, hay momentos extremos, como una vez en Tucumán donde se me desgranó una llanta, caí en una alcantarilla y di cinco tumbos. Fue mi piña más fea”.
Para Raies un vehículo debe ofrecerle comodidad, una muy buena posición de manejo, muy buen andar y una potencia considerable por si tiene que pasar un auto. Hoy, usa un Toyota SW4 GR-S y un Yaris GR-S y su esposa una Hilux GR-S II.
“Las mujeres generalmente se inclinan por los autos chicos, pero a mi modo de ver la camioneta les da más seguridad para un montón de cosas: por la altura, los pozos, las calles están rotas… Y en la montaña por ahí te tocan caminos rotos y la camioneta es ideal para ellas”.
Dice que salir de automovilismo deportivo le fue natural: “Hay dos formas de dejar el automovilismo. Una por un problema de salud, un golpe o un tema económico; y la otra es por una decisión personal, como la tuve yo de retirarme porque creía que ya estaba hecho con todo lo que había logrado: fueron 17 campeonatos argentinos. Ya no quería más, era un problema ir a correr porque lo hacía contra los hijos de mis amigos, entonces dije ‘ya está’. Y, para mí fue muy normal”.
Comenta que el auto de sus sueños es un Lamborghini. Sin embargo, recuerda a su padre y comenta: “Le gustaba mucho el Mitsubishi 4x4. Para él fue una novedad porque ya estaba grande y le gustaba el turbo y la tracción integral. Más o menos lo mismo que me pasa hoy a mí con el Yaris, que lo tengo como mi chiche. Un auto con 300 CV, tracción integral, con la posibilidad de cambiar las tracciones y más… es increíble. Pero si papá estuviera estoy seguro de que quisiera tener una camioneta, no tengo duda”.