El actor, humorista y conductor tiene coches desde muy joven y los reconoce como una herramienta fundamental en su profesión; pero, no le pregunten nada de mecánica
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Fiat 600. Con 18 años gastó sus ahorros en una “Bolita” ’64, que compró antes de aprender a manejar y sacar el registro en San Martín
Caballero, jovial, dedicado, enaltecedor de la cultura gastronómica artesanal nacional, de la argentinidad y amigo de sus amigos, dentro y fuera del escenario, el actor y humorista Diego Pérez, con casi 30 años de trayectoria, ha sido camaleónico en papeles como el protagónico en la obra de teatro ¿Qué hacemos con Walter?; la conducción de ciclos por televisión como Pantagruélico o en la actualidad y hasta fines de febrero junto con Carna (Jorge Crivelli) en el programa Los Compactos de siempre, de lunes a viernes de 20 a 21 por FM Compacto 97.7 de Mar del Plata.
Con su inalterable sonrisa, Pérez recuerda sus inicios al volante y cómo su vehículo es hoy el espacio para estar más cerca de los maestros del humor argentino y de su familia.
Nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires e hincha de Platense, tuvo primero a su auto que a la licencia de conducir. “Mi primer auto fue un Fiat 600 del 64, marrón clarito, con volante chiquitito; el que abría la puerta para adelante. También soy modelo 64 (risas). Lo compré a mis 18 años, vivía con mis viejos y todavía no aportaba en casa. Ahorré todo el dinero de mis primeros sueldos de ferroviario en la estación San Martín, donde vendía boletos, y lo único que hacía era pagarme los estudios de actor; ese 600 estaba muy barato y lo compré”.
Un registro para festejar
Para aprender a manejar, ese Fitito fue fundamental. “Un poco me enseñó mi papá; pero, no me tenía mucha paciencia. La verdad me costó al principio hasta que aprendí a manejar con ese auto en una academia a dos cuadras de la Municipalidad de San Martín donde luego di las pruebas y saqué el registro”.
Sintió que por ser zurdo y tener los controles del lado derecho le costó más obtener el registro y tuvo la misma sensación que “tener la cédula o el pasaporte por primera vez, fue un momento de emoción, de compartir y celebrar”.
En su súper nave, las primeras salidas fueron con sus amigos, ya que, del grupo fue el primero en tener auto. “Íbamos al autocine en General Paz, llegamos a entrar seis apretados hasta que mi amigo Ricardo se compró otro Fitito y ahí, para ver cine, sumábamos en los dos autos a las que eran nuestras novias en ese momento”.
En su casa paterna hubo dos autos: un Renault 4L y un Fiat 1500; así, “mi segundo auto fue un Fiat 1500 porque me era familiar y entraba más gente; pero no me salió tan bueno como el Fitito: se quedaba en todos lados. El que me lo vendió no lo tenía en el mejor estado y soy cero mecánico. Cuando se quedaba, lo dejaba y me volvía en colectivo o en tren, fue un caos”. Un mal momento fue en el autocine: “íbamos ocho y se nos quedó a la salida, no había ni grúa, ni nada, todos empujaron hacia mi casa, a unas 40 cuadras y ¡podés creer, arrancó faltando tres!”
Con sus trabajos paralelos a su oficio de actor como un kiosco que tuvo con un amigo o un video club, “me compré un Dodge 1500 de 1971 rojo y lo quise un poco más. Luego, el Dodge lo entregué como parte de pago porque nadie me lo tomaba; fue en la época de Alfonsín mediante algo llamado “el desguace” (N. de la R., se refiere al Plan Canje impulsado por Menem en los ’90): entregabas tu auto y te lo pagaban para que no anduvieran autos viejos por la calle, me compré un Volkswagen modelo 1982, con tapizado lindo, una radio mejor y recómodo; fue el auto que tuve por más tiempo, hasta 1994 cuando entré a Video Match”.
Por su gran calidad profesional, “al segundo año de trabajar en Video Match, pude comprar mi primer 0km; fue un Ford Escort bordó. Era mi sueño tener uno. Le dije a mi amigo Marcelo de Bellis que me iba a comprar un Fiesta y me preguntó: ¿Pero vos no tuviste siempre el sueño de comprarte como primer 0km un Escort? Le dije que sí y me retruca, ¿y... llegás?; le digo: sí; me pregunta ¿y por qué no te lo comprás? y respondí: y, no sé... Y ahí me lo dijo: porque sos culposo, gallego. Y fue suficiente, agarré, me jugué todos los ahorros y me compré mi Ford Escort, mi primer 0km”.
Espacio para compartir
En su profesión, el auto ha sido y es una herramienta. “Me ayuda muchísimo, siempre me lleva a mi trabajo. En las temporadas de casi tres meses, lo cargo con todo lo necesario y más adelante van mis hijos con mi esposa. Deben ser autos cómodos. Hoy tengo una camioneta Chery Tiggo 5, automática; bárbara. Le pongo nafta y lo que dure. No sé cuál es la cilindrada ni los caballos, es cómoda y ahora en Mardel la uso muchísimo. Cuando los hombres hablan de esas cosas, yo rajo porque las conversaciones de autos me embolan”.
Sin embargo, es cuidadoso en el mantenimiento de su vehículo para que lo traslade con seguridad. Durante el viaje “escucho AM a la mañana y mi música: Serrat, Sabina, Heredia, Gieco, Kiss, Queen, Beatles, ochentosa y si tengo ganas de relajarme, flamenco. En los viajes largos y solo escucho rutina de monólogos de Moldavsky, Cacho Buenaventura, El Negro Álvarez, Landriscina o las bromas de Tangalanga para no dormirme, me río y mucho. Y si no conecto el teléfono por Bluetooth y escucho sketchs de Olmedo, el de Álvarez y Borges, por ejemplo. Y, si voy con mis hijos, nos repartimos y también escucho su música Duki o Maluma, todos los que les gusta, porque el auto es un espacio para compartir”.
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