Hoy, 10 de junio, se celebra el Día Nacional de la Seguridad Vial. Como la gran mayoría de las fechas conmemorativas, poca gente presta atención o reflexiona sobre el significado de esta jornada.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo dependiente de las Naciones Unidas, 1,3 millones de personas mueren anualmente en accidentes de tránsito, lo que representa más de 3500 víctimas diarias en todo el mundo.
Es un número más que significativo para que tanto las autoridades nacionales, provinciales y municipales de todo el planeta no le presten atención. Sin embargo, lo cierto es que este flagelo rara vez figura en la agenda política antes y después de las elecciones. En la última votación para presidente en nuestro país, por ejemplo, ningún candidato le dedicó un párrafo a este tema en sus alocuciones.
Poco se hace en actualizar las normativas vigentes, que en muchos casos son demasiado indulgentes. Tampoco se realizan controles adecuados y el personal que los hace no suele tener la formación necesaria. Por otro lado, obtener el registro para conducir es prácticamente un trámite burocrático y poco se hace por incrementar el estudio de la seguridad vial en el colegio, cuando los jóvenes y futuros conductores están en período de formación. Ni hablar, por supuesto, de nuestra obsoleta red vial.
Por eso, el Día Nacional de la Seguridad Vial no debería pasar desapercibido. Por el contrario, debería servirnos a todos para reflexionar sobre cómo nos comportamos en el tránsito y cómo podemos ayudar para disminuir este flagelo, recordando que los accidentes viales matan a más personas que algunas guerras o que la peor de las enfermedades.