El artista porteño nos muestra parte de sus más de cien pinturas y dibujos con los que rememora hechos históricos, autos de carrera inolvidables y pilotos legendarios que dejaron su huella en las páginas del deporte mecánico argentino y mundial
"Creo que dibujo desde la cuna. Lo primero que recuerdo, cuando era muy chico, es un papel en blanco y un lápiz HB", relata Daniel Sonzini, porteño de 56 años, quien desde pequeño se dedica a la pintura y que hoy realiza exposiciones con sus obras en diversos lugares del país y del mundo. Luego de estudiar publicidad en el E.N.E.T. Nº 15 "Maipú" de artes gráficas, continuó su formación estudiando bellas artes, historia del arte, anatomía, dibujo y pintura.
Su otra pasión, los autos de carreras, comenzó de la mano de su padre, José Rubén, quien lo llevaba a ver los Grandes Premios del Turismo Carretera, cuando éstos aún se corrían en asfalto y tierra. "Siempre me volvieron loco", reconoce Sonzini quien tiene preferencia por los coches clásicos, los que van desde la década del ‘30 hasta los de mediados de los ‘80.
Una muestra virtual en Internet provocó su lanzamiento a exponer en público. "Ya era hora de salir a la pista. Siempre hice esto. Primero dibujaba y pintaba para mí; después, ya en la adolescencia, para mis amigos, hasta que aquella muestra me impulsó a hacerlo", expresa el artista, que concretó su primera exhibición en La Biela, un lugar emblemático en el barrio porteño de la Recoleta para los amantes de los fierros.
"Fue Nazli Kalayci, una marchand que me guió, quien me aconsejó e hizo realidad mi primera muestra pública. Después siguieron el Ateneo, el Wilton Hotel, Nueva York, el Museo de las Torres Petronas en Kuala Lumpur Malasia, La fundación Lory Barra, Auto Clásica…", afirma Sonzini, que fue el encargado de engalanar, por medio de algunas de sus obras, el Museo Fangio de Balcarce.
Todas sus pinturas tienen un estudio previo sobre lo que va a plasmar en el lienzo: el lugar, cómo era ese día, si había sol, si llovía, la moda de ese momento, los colores de la ropa, todo. Nada queda librado al azar. "Esa es la parte más linda, aunque a veces lleva semanas armar la documentación. Y cuando esta no es buena o no hay registros, ahí se empieza a crear", asevera el porteño, dueño de un centenar de obras, que nos muestra aquí para que las disfrutemos.