La centenaria saga de un Vauxhall Sports Torpedo Prince Henry de 1914, para muchos el primer modelo deportivo de la historia, que se vendió por 650.000 dólares
La mañana del domingo 4 de diciembre se mantuvo despejada. Atípico clima para Londres, sobre todo, en pleno otoño. En el corazón del exclusivo barrio Mayfair, la crème de la crème del coleccionismo de automóviles llegaba a la casa de remates Bonhams para presenciar la subasta de un Rolls-Royce Phantom I (1926), un Jaguar XK150 (1958) y un Aston Martin DB4 Series II (1960), entre otras reliquias. Pero los ojos de las 300 personas que asistieron al evento se posaron en un Vauxhall Prince Henry Sports Torpedo, de 1914.
Reconocido por varios historiadores como el primer auto deportivo del mundo, la puja por este modelo de 102 años arrancó en 250.000 libras (unos US$ 314.000). Dos interesados convirtieron la lucha en un duelo intenso, en el que ambos compitieron directamente contra el otro por llevarse el centenario ejemplar, uno de los últimos siete que quedan en circulación. Después de varios minutos, el martilló finalmente cayó en 516.700 libras (US$ 650.000).
“Es la primera vez en más de 40 años que se subasta un modelo como este. Son ejemplares muy raros,” explicó a la nacion James Knight, director del departamento de automovilismo de Bonhams. Si bien los datos del comprador son confidenciales, Knight, quien acumula más de tres décadas en este mercado, estimó que el nuevo dueño lucirá el auto en exclusivos círculos, como el Veteran Car Club de Gran Bretaña, cuyos miembros ostentan modelos construidos hasta 1918.
Un ejemplar con historia
Este Vauxhall Sports Torpedo no tiene motor eléctrico de arranque, sino manual. Tampoco cuenta con frenos delanteros. Recibió el apodo Prince Henry, o Príncipe Enrique, por las competencias organizadas en nombre de Enrique de Prusia (1862-1929), hermano menor del emperador Guillermo II de Alemania. Sobrevivió dos guerras mundiales, anduvo unos 225.300 km (sólo en sus primeros 17 años de vida) y participó en varias carreras internacionales.
El primero de sus cuatro dueños, el ciclista británico T.W. Badgery, lo recibió en forma de chasis en marzo de 1914, año en que alcanzó una velocidad máxima de más de 80 millas por hora (128,7 km/h). Fue él quien contrató a la firma Messrs Hoskison, de Birmingham, para que construyera su elegante carrocería. Su segundo propietario, Laurence Pomeroy Jr., compitió en el auto diseñado por su padre –reconocido ingeniero de Vauxhall– durante 21 años. Tras su muerte, el modelo pasó a Nick Ridley, por entonces, presidente del Veteran Car Club de Gran Bretaña, quien lo lució en eventos de autos vintage hasta 1970. Ese año, Príncipe Enrique conoció a su cuarto y último dueño, Reg Long, a quien perteneció durante los últimos 46 años. Long lo paseó por diversos tours en Europa; siempre, manejando desde Inglaterra. Bonhams desconoce el kilometraje total del modelo, pero asegura que se mantuvo activo durante la mayor parte de sus 102 años. Fue encendido por última vez en julio, cuando cubrió 30 millas (48 km).
Quién es quién en una subasta
El departamento de automovilismo de Bonhams ostenta el récord mundial del auto más caro vendido en un remate: una Ferrari 250 GTO 1962, liquidada en US$ 38,1 millones en 2014. Algunas de sus subastas, como la del Vauxhall, son abiertas al público: no hay que ser un potencial comprador, ni haberse registrado previamente para presenciarlas. Otras, en cambio, son sólo por catálogo: habrá que pagar 30 libras (US$ 38) para recibir el inventario de Bonhams o comprarlo el mismo día de la subasta para poder asistir. Hay compradores que prefieren mantenerse anónimos y ofertar online, por teléfono o a través de sus representantes. Otros, asisten al evento y ofertan en persona. Después del grito “¡vendido!”, el nuevo dueño del auto podrá pagar con cheque, en efectivo (hasta 3000 libras), con tarjeta o vía transferencia bancaria. Sólo cuando se concrete el pago completo, los autos podrán ser retirados por sus nuevos dueños o representantes. Bonhams nunca revela la identidad de los compradores, quienes cobijan buena parte de la historia del automovilismo.