Un rascacielos diferente
La Torre Bouchard Plaza es un caso único de construcción en el mundo. Se levantó sobre un edificio existente, sin que dejasen de funcionar la Redacción y otras dependencias del diario LA NACION
En sintonía con la evolución de los rascacielos en el nivel mundial, en Buenos Aires la tipología de las torres siguió un itinerario más o menos semejante. Así, a partir de las torres escalonadas, de las que el Kavanagh es un paradigma indiscutido (pero tiene en el Safico y en algunos ejemplos de Alejandro Virasoro otros casos dignos de mención), se sucedieron los modelos de torre y basamento (inspirados en la Lever House, de Nueva York), de los que la torre Olivetti, de Suipacha y Santa Fe (de Pantoff & Fracchia), es un claro referente.
Vino después la época de las torres de perfil continuo, como si el volumen estuviera clavado en la tierra. Algunos los llamaron rascacielos extruidos, ya que la planta -cualquiera que fuera su configuración, cuadrada, circular, oval u otras- se repetía sin cambios desde abajo hasta el remate del edificio. Dentro de esta tipología se inscriben, con matices, las dos construcciones que flanquean la nueva Torre Bouchard Plaza: la Torre Bouchard, de Bouchard y Lavalle (Peralta Ramos-Sepra) y el Edificio República, diseñado por César Pelli.
En los años recientes se produjeron tipos diversos como derivaciones de los mencionados. Así lo propusieron Lier y Tonconogy con la torre Lloyd´s, en General Paz y Panamericana, un cilindro de base elíptica que está flanqueado por muros de hormigón calado en las cuatro esquinas a modo de contrafuertes. También muestra variaciones la torre del BankBoston (César Pelli), con la inclinación de algunos planos que rematan de modo original en su culminación superior.
Un planteo distinto
El introito vale para señalar que el Edificio Bouchard Plaza nace de un punto de partida diferente y da como resultado, gracias a la creatividad arquitectónica puesta en juego, una torre que es por completo distinta de las existentes en la ciudad.
En el origen estuvo el edificio diseñado hace casi medio siglo por el Estudio Sepra (Sánchez Elía-Peralta Ramos-Agostini), con una planta adecuada al programa de LA NACION. En los pisos bajos se instalaron las rotativas y en las plantas superiores la Redacción, las oficinas y las linotipos. Una vez trasladada la planta impresora a su flamante edificio de Barracas, vacante una gran parte de la superficie cubierta, la conducción de la empresa integró el Fideicomiso Financiero Edificio LA NACION y encomendó el diseño conceptual a la firma HOK (Helmuth-Obata-Kassabaum) International Ltd. St Louis, USA, y el desarrollo de proyecto de arquitectura y supervisión de obra al Estudio Aisenson de la Argentina.
Una de las premisas establecía que la construcción de la torre de oficinas no debía impedir la operatoria que implica un diario de alcance nacional, donde se trabaja las 24 horas todos los días.
Así es como nace el original volumen vidriado que aparece en el skyline porteño con la habilitación del nuevo edificio. Porque a partir del ya aludido proyecto de Sepra, que quedó envuelto en el curtain wall de la nueva torre, la misma crece con una serie de retiros y pliegues, planos verticales y superficies curvas, lo que produce esta nueva tipología de torre escultórica a la manera de un bloque de cristal tallado.
Se trata de 65.000 m2 cubiertos, con 32.000 de oficinas de gran flexibilidad de uso; una gran planta baja libre con un lobby de 700 m2; tres subsuelos de estacionamiento más tres niveles de cocheras superiores, y cuatro pisos renovados de oficinas de gran superficie, con 3000 m2 cada uno. Hay un piso de transición estructural en el que se alojan equipos técnicos y transferencia de circulaciones verticales. A eso se suman las 16 nuevas plantas de oficinas, que incluyen un penthouse de 500 m2 sobre la avenida Madero.
Proyecto a medida
El nuevo edificio está compuesto por dos volúmenes articulados en torno del núcleo de circulaciones. Sus formas, medidas y lenguaje responden a las demandas del nuevo marco urbano, las orientaciones y las vistas, el variado programa de oficinas y la tecnología por utilizar. El resultado ofrece una nueva relación con el entorno, absorbe el edificio existente y presenta un perfil inédito en la silueta de la ciudad.
Para aprovechar la capacidad residual de la estructura existente se optó por un sistema constructivo liviano conformado por columnas y vigas de acero, entrepisos de steel-deck, hormigón alivianado, piso técnico flotante y fachadas de aluminio y cristal.
Para trasladar las cargas del nuevo edificio al viejo con la menor cantidad de refuerzos posibles en las columnas que atraviesan la Redacción de LA NACION, se estudió la compatibilización de los módulos con los existentes y se generó un modelo bidimensional.
Nuevo, por donde se lo mire
Las dos alas del edificio miran hacia la plaza Roma, con planos verticales que se escalonan y forman un rico juego plástico de reflejos y luces y sombras; y hacia el Río de la Plata y al conjunto de Puerto Madero, con una gran superficie curva que se alza y se escalona sobre los ejes norte y sur, con una variada oferta de terrazas-mirador en varios pisos de oficinas.
Pero el diseño de las plantas (y del volumen general) respeta la geometría de los edificios linderos. Así, tanto con relación a Edificio República como con la Torre Bouchard, se previeron amplios espacios aéreos entre los edificios. Este recurso permite, además, evitar las oficinas internas o aquellas que podrían quedar enfrentadas a los edificios preexistentes.
Un reto asumido en conjunto
El nuevo edificio de LA NACION se ubica en el nuevo corredor Este, entre la flamante urbanización de Puerto Madero y el casco céntrico de la Ciudad. La manzana está formada por la avenida Madero y las calles Tucumán, Bouchard y Lavalle. Una ubicación privilegiada que realza a este emprendimiento en el mercado inmobiliario de la Ciudad.
Por un lado, la fachada Este, con vistas hacia Puerto Madero y el Río de la Plata, le da carácter e identidad al proyecto y permite una clara visualización del edificio. Por el otro, hacia el Oeste (la Plaza Roma), se disfrutan largas vistas sobre la trama urbana y la nueva torre se hace presente incluso para los que transitan por la avenida Alem.
Esta condición bifronte de la flamante construcción revela que fueron muy respetadas las relaciones con el entorno, tanto visuales como espaciales y funcionales
Así, situado a metros de la estación terminal del subterráneo B (que desde hace poco vincula a Leandro N. Alem con la estación Los Incas) y con la prestación de decenas de líneas de transporte público en superficie, el nuevo edificio tiene las ventajas de la ubicación en Puerto Madero (vistas, verde, gran apertura visual y servicios de alto nivel) y las del Casco Céntrico (accesos simples y directos, presencia urbana contigua con la trama de la City, contactos, etc.).
Cuando se observan signos de recuperación económica, Bouchard Plaza está en el lugar y momento justos.
Sobrecargas contempladas
La estructura original del edificio LA NACION preveía la sobrecarga de bobinas de papel de la planta impresora, que se trasladó a Barracas. Esto permitió que se agregaran 16 pisos más, resueltos con vigas y columnas de perfiles de acero, y losas con deck metálico y hormigón liviano.
Entre una y otra estructura se colocó un reticulado metálico de transferencia que sirvió, además, para aumentar la distancia entre columnas de las nuevas plantas libres de oficinas.