Ruptura de tradiciones en la arquitectura del último siglo
La esencia se basó en el concepto de funcionalismo y en el uso de materiales utilitarios
A finales del siglo XIX, la arquitectura continuaba recurriendo a prácticas del pasado; sin embargo, la vorágine del momento y la necesidad de dar respuesta a intereses colectivos brindaron nuevas variables al mundo de las formas.
La preocupación por el crecimiento demográfico y la búsqueda del confort y de la higiene, lograron que el arte de construir no se redujera a cánones, estrictamente, estéticos. Así, se originó un nuevo lenguaje conceptual, que acarreó una sucesión de estilos y movimientos artísticos que se basaron en el uso de técnicas y materiales que no formaban parte de las reglas del clasicismo.
Algunos ejemplos de estas corrientes son: el expresionismo, que reflejaba las emociones del autor y se preocupaba por la impresión que la obra causaba en los observadores; el cubismo, que se caracterizó por el predominio de formas geométricas y es conocido como el precursor de lo abstracto; el futurismo, que se destacaba por su voraz intento de captar la sensación de movimiento; el constructivismo, que defendía los materiales modernos y las líneas puras; entre otros.
Cada uno de ellos, logró sorprender por sus múltiples novedades y por su valentía por romper con la estética ancestral.
Revolución
La particularidad del Movimiento Moderno radicó en la transformación y la ruptura de las tradiciones del pasado. La Revolución Industrial, que se caracterizó por procesos de producción mecanizados, cambió el contexto tecnológico y social de la construcción. Con la aparición de las estructuras de hierro independiente y el hormigón armado se le dio mayor fluidez a los espacios. Y la arquitectura comenzó a desprenderse de la estética clásica para empezar a buscar formas más puras y lineales.
Así, los principales arquitectos y urbanistas del momento usaron materiales industriales, tales como el hierro, el acero laminado y el vidrio en grandes dimensiones. La tendencia se basó en la idea de utilizar, coherentemente, los elementos con el objeto de conseguir mayor funcionalismo en las edificaciones.
A lo largo de esos años, la arquitectura presentó soluciones cada vez más válidas a las respuestas de un sujeto que demandaba su propio espacio y un estilo de vida más relajado.
El arquitecto y teórico suizo Le Corbusier manifestaba que el arte debía servir para la superación del individuo y que el urbanismo debía adecuarse a las necesidades fundamentales de los hombres. En su libro Principios de urbanismo (La Carta de Atenas), subrayó: "En lo sucesivo, los barrios de viviendas deben ocupar los mejores emplazamientos en el espacio urbano, aprovechando la topografía, teniendo en cuenta el clima y disponiendo de la insolación más favorable y de los espacios verdes oportunos".
Existen numerosas construcciones en todo el mundo que reflejan la expresión moderna y todas sus concepciones. Como así también, figuras destacadas del último siglo, como Mies van der Rohe y Frank Lloyd Wright, que dejaron su legado a los nuevos arquitectos, urbanistas y diseñadores en beneficio de la belleza arquitectónica, confortable y funcional.