La Opera de París reestrena colores
A partir de abril próximo y por un año, el gran teatro se ocultará tras un inmenso panel, para saludar al 2000 con la misma colorida fachada que imaginó su creador, el legendario Jean-Louis Garnier
PARIS.- ¿Austera la Opera de París? No para los que presenciaron su fundación y tampoco para aquellos que la verán cruzar hacia el siglo XXI redescubriendo sus espectaculares colores. Los años de gris notoriedad del más famoso de los edificios franceses del siglo XIX tienen los días contados.
"Los parisienses van a redescubrir la Opera -sostiene su director, Hugues Gall-; la fachada será la que su legendario arquitecto Jean-Louis-Charles Garnier había imaginado y la misma que ofreció al público en 1867: colorida, contrastante y dorada."
Azul turco, amarillo de Siena, negro de Dinant, rojo pórfido de Finlandia, verde de Génova, blanco de Altissimo, ónix de Algeria, jaspe de Mont-Blanc, granito de Aberdeen. Los nombres de las tonalidades originales prenuncian su exotismo y hablan de un mundo más cosmopolita que el global en el que vivimos.
"Garnier era un hombre sumamente meticuloso y eso nos está ayudado muchísimo", explica Alain-Charles Perrot, el hombre al frente de la restauración. "Durante los 13 años que pasaron desde la colocación de la primera piedra hasta la inaguración, él anotó lo que se iba haciendo en la obra día por día."
La lectura de sus escritos ha revelado la extraordinaria riqueza del emplazamiento. Más de una veintena de piedras distintas, tanto calcáreas como mármoles, fue empleada en su construcción. Garnier visitó personalmente cada una de las canteras, una misión que lo llevó de Escandinavia a Italia, pasando por Escocia, España y Bélgica.
"Y esto, paradójicamente, es lo que nos crea ahora algunos problemas -advierte Perrot-. Por razones medioambientales muchas de esas canteras han sido clausuradas y las que aún funcionan no siempre lo hacen con los criterios de hace cien años. Es el caso del mármol verde de Suecia, que deja pasar maravillosamente bien la luz y que Garnier empleó para los medallones sobre las ventanas. Sólo dos canteras lo producen actualmente y los precios que exigen son prohibitivos. Tendremos que conformarnos con un mármol de calidad inferior, pero de color parecido."
Perrot tuvo la suerte, sin embargo, de encontrar en actividad el mismo atelier de artesanos venecianos que realizó el techo y las paredes de mosaico dorado de la loggia (antesala) hace 130 años. "Es un milagro que después de dos guerras mundiales e infinidad de años este pequeño taller familiar siga funcionando. Más aún, que se hayan pasado los secretos del oficio de generación en generación y es eso -subraya- lo que hace su contribución realmente única."
Corregir errores
A partir de abril próximo y por un año, la Opera ocultará su rostro púdicamente detrás de un inmenso panel protector (70 metros de ancho, 32 de alto), que reproducirá unas acuarelas discretas que Garnier había utilizado como boceto para su gran obra. El público accederá a su magnífico hall central a través de un túnel de modo que no tengan que pasar bajo los andamios durante una velada de gala.
Como todos los monumentos parisienses, la Opera ha sido víctima tanto del paso del tiempo como de la polución. Sus característicos mármoles perdieron la pigmentación y se tornaron opacos. El vidrio pulverizado que protegía las piedras, tanto en las paredes como en las esculturas, desapareció permitiendo que el agua, el polvo, el hollín y los excrementos de las palomas se introdujeran en ellas.
Fallidos salvamentos tuvieron lugar entre 1931-1932 y también en la década del 50. En 1959, la Opera fue el primer edificio en ser limpiado con agua a presión por orden de André Malraux. Pero en cuestión de días los obreros se dieron cuenta de que la técnica era demasiado agresiva: las paredes se estaban pelando como la cáscara de una banana. Desde entonces -y hasta ahora-, nadie se animó a tocarlas.
"Para efectuar la limpieza utilizaremos rayos láser en las estructuras que demuestren ser sólidas. Pero en la mayoría de los casos tendremos que reemplazar por completo las piedras. Y ésta es una enorme responsabilidad -destaca el experto-. Porque si hay algo que ha tornado a este edificio en el gran monumento arquitectónico del siglo XIX de París no es sólo su ecléctico estilo, sino el hecho de que, a pesar de todos sus problemas, llegó a nuestros días en toda su integridad."
Los esfuerzos de preservación irán más allá de la mera fachada. "Cuando terminemos con ella -adelanta el arquitecto-, nos abocaremos a restaurar los candelabros y las cariátides y, ante todo, pondremos al día el grand foyer con la colocación de las cortinas y mobiliarios originales. Pero esto es probable que lleve nuestros trabajos mucho más allá del 2001."
Una obra genial
PARIS (De nuestra corresponsal).- Basta decir Garnier para pensar en la Opera de París. No importa que el genial arquitecto francés, muerto hace exactamente cien años, haya sido autor de otras maravillas, como el Casino de Montecarlo y el teatro Marigny. Su nombre estará por siempre asociado a lo que él mismo calificó su chef-d´oeuvre . En 1861, a los 36 años, Jean-Louis-Charles Garnier ganó el concurso para la construcción, no sólo de la nueva opera parisiense, sino también de la más grande en superficie en el mundo, con 11.237 metros cuadrados. Un récord que aún no ha sido batido. La Opera de Chicago es la más alta, con 42 pisos, y la Metropolitan de Nueva York tiene el mayor número de asientos, con 3788 plazas, pero en materia de superficie la Opera Garnier no tiene aún rival.
Y este hasta entonces desconocido arquitecto logró hacerlo a pesar del escepticismo de la emperatriz Eugenia, que no lograba comprender sus bocetos porque no respondían "ni al respetable estilo griego ni al Luis XVI".
Con su policromía, que sorprendió al público francés más acostumbrado a una estética sobria, Garnier buscó representar las pasiones de todas las artes transformando al edificio en un "templo de la música y de la danza". Dieciocho escultores colaboraron en la fachada, aun cuando el mismo Garnier diseñó minuciosamente la mayoría de los modelos.
La guerra franco-prusiana y la rebelión de la Comuna contribuyeron a que las tareas, iniciadas en 1862, no llegaran a su fin hasta su inauguración, en 1875, por el presidente Mac Mahon.
En el ínterin, Garnier había logrado superar unos cuantos inconvenientes. El primero fueron las dificultades del terreno luego que los obreros descubrieran debajo de la obra una importante napa freática. Para evitar que los cimientos se hundieran, todo el líquido fue contenido en una inmensa piscina. Un episodio que hizo circular la leyenda de que la Opera había sido construida sobre un lago.
A esto le siguieron unos cuantos escándalos, como el sufrido en 1869, con la inauguración del grupo escultórico de la Danza , una obra de Carpeaux considerada como impúdica por la sociedad de la época. Una copia de Paul Belmondo luce ahora en su lugar mientras que el original -apreciado hoy como una joya escultórica- se encuentra en el Louvre. La Opera de París fue declarada Monumento Histórico el 16 de octubre de 1923.
Características técnicas
- Proyecto original del arquitecto Garnier (11237 m2)
- En su construcción se utilizaron más de una veintena de piedras calcáreas y mármoles, extraídos de canteras de Escandinavia, Italia, Escocia, España y Bélgica, que se encuentran deteriorados y de difícil reposición en la actualidad
- Fue declarada monumento histórico el 16 de octubre de 1923
- La restauración estará dirigida por Alain Charles Perrot, comenzará en abril próximo y demandará un año
- Por dificultades técnicas y de presupuesto se empleará mármol de calidad inferior pero color parecido
- Se restaurará el techo y las paredes de la loggia con el mismo taller de artesanos venecianos que lo construyó hace 130 años
- La limpieza de las paredes se realizará con láser, para no dañar su superficie
- Se reemplazarán dos ángeles dorados que coronan el edificio
- Se equipará el grand foyer con mobiliario y cortinados originales