Frank Gehry: "Yo no actúo al voleo"
El extravagante arquitecto autor del Museo Guggenheim de Bilbao proyecta la nueva sede en Abu Dhabi, la ciudad más rica del mundo, al tiempo que colabora con Bono en la lucha contra el sida en Africa
Este hombre de escaso pelo plateado, a punto de cumplir 80 años, recibe millones de menciones por la Web que ningún otro de sus rivales vivos o muertos. Brad Pitt, que trabajó con él, dice: "Le interesa mucho la arquitectura del futuro y es un hombre de buen corazón".
Estuvo en Los Simpson -último barómetro de la fama- y guarda una imagen del dibujo animado en su celular. Construyó su propia casa en Hyde Park, y estamos agradecidos por eso. El Pabellón Galería Serpentina es la última de una ambiciosa serie de misiones anuales que contrata a los mejores arquitectos, especialmente los que nunca construyeron en Inglaterra; Gehry es una excepción, pues ya hizo un proyecto para el centro Maggie de Dundee. Esta vez, como de costumbre, Gehry presentó algo sorprendente: robustos trozos de madera en ángulos locos que llegan muy alto en el cielo, erizados con acero puntiagudo, debajo del cual se izan grandes paneles de vidrio superpuestos. Este es, sin duda, el gazebo más grande de la historia, y no tiene demasiada intención de resguardar de la lluvia y el viento. "¿Parece una antigua catapulta romana?" -me pregunta Gehry-. En realidad me inspiré allí; pero no sé por qué me vino esto a la cabeza", explica. Posiblemente, para proteger del clima ya que las tormentas de verano bautizan los pabellones de la Serpentina. Gehry es consciente de que su obra no protege totalmente de la lluvia y que los visitantes deberán llevar paraguas. Pero, ¿cuándo nació la idea original de esos robustos trozos de madera angulada? "En un principio la pensé para una casa que diseñaba para mí, pero como nunca la construí, ahora imagino que hice mi casa en la Serpentina", asegura. Igual, en ese instante estábamos en Arlès, donde está proyectando un nuevo distrito artístico para la filántropa y promotora de arte Maja Hoffmann, y sus bocetos también parecen incluir gruesos trozos de madera similares.
"¡Oh! -asegura sonriendo-. No dé por sentado que voy a hacer lo mismo." Esto dice mucho de Gehry y su manera de trabajar; esta obra aún está en pañales. El diseña todo personalmente luego de muchos cabildeos, y el principal motivo de orgullo de su compañía es que todo pase por sus manos. Pero entonces, ¿qué hacen sus 175 empleados? Juegan con trocitos de madera, plástico, cartón y papel. Gehry se muestra orgulloso de ser iletrado en computación, aun cuando dirige un negocio mundial de diseño computarizado llamado Gehry Tecnologies, utilizado por arquitectos como Zaha Hadid. Sus asistentes a menudo inician proyectos según el estilo Gehry, pero después él modifica casi todo. Así, lentamente, con este proceso de ensayo y error, el diseño va tomando cuerpo definitivo. Sólo cuando Gerhy está convencido comienza a funcionar la poderosa computadora con su labor de escaneo, creando las plantillas sobre las que después se construirán los edificios. "Me gusta tener los modelos en las manos", corrobora. Y los modelos que hace están cambiando. Acostumbraban ser curvos e inspirados en las formas musculares de los peces, y coherentemente cubiertos con escamas de titanio, acero inoxidable y vidrio; pero ahora se inclina por lo fornido y macizo, apilando muchos compartimientos cuadrangulares. Siempre hubo un escorzo tosco y manuable en los edificios de Gehry, pero ahora se están volviendo primitivos.
"Creo que como reacción, observo y analizo la nueva arquitectura que está surgiendo, suave y voluptuosa, totalmente manejada por computación, y compruebo que toma un cariz que detesto", reconoce. De todos modos, advierte que tal vez este ciclo macizo tenga corta vida. Su diseño de un nuevo Guggenheim, ahora en Abu Dhabi, integra la amplia lista de edificios culturales hechos por distintos arquitectos famosos para los Emiratos, revierte aquí de nuevo el estilo hacia la fluidez, con dramático uso de las formas cónicas. Abu Dhabi representa la actual culminación de la locura por los edificios icónicos, de lo que Gehry no es devoto. "Es como un grupo que anda a tientas; un edificio mío, otro de Norman Foster, uno de Zaha, otro de Jean Nouvel o de Daniel Libeskind, convierten la ciudad en una cabina de horrores; eso es lo que están haciendo en Abu Dhabi", comenta.
Es lo caótico y ambiguo lo que critica, y no la arquitectura llamativa. "Los edificios públicos merecen tener personalidad, y un cierto nivel de importancia y representatividad. Eran los que definían el perfil de las ciudades y comunidades en las que se encontraban", explica. Además, todo depende de la ubicación que se ofrezca y en Abu Dhabi a él le dieron una ventajosa. "Si me hubieran dado la zona de Zaha o Nouvel no hubiera aceptado; pero me dieron esa área externa, en el límite, donde estoy solo y eso es bueno. Estoy haciendo Mont Saint Michel", dice. Un museo como romántica isla monasterio afuera, en el golfo: posiblemente sólo Gehry pueda pensar en eso. De todos modos, ¿no se siente de alguna manera responsable por ese delirio de los edificios icónicos? Eso lo enfurece y contraataca. "El único arrepentimiento que tengo es que los periodistas letrados digan esto. Yo leo libros, escucho música, estudio muchas cosas y no actúo al voleo", declara. Sabe adónde iba dirigido: la crítica a la linda forma. Y tiene razón, sus edificios no se hicieron al pasar; nos gusten o no, hay que reconocer que fueron pensados. Sólo el talento menor actúa irresponsablemente y éste no es el caso. De todos modos, de pronto, en esa hermosa mañana de julio en Arlès, café y medialunas de por medio, Gehry con un poco de humor dio por finalizado el tema. En Gran Bretaña diseñó tanto el Maggie Center de Dundee como la nueva Galería Serpentina, con lo que quedó en cero en cuanto a rédito financiero, pero no se queja.
Casi a los 80 años, Gehry, canadiense de nacimiento, pero radicado en California, está en camino de imitar la productiva longevidad del americano Frank Lloyd Wright, que casi llegó a los 90, o a Oscar Niemeyer, codiseñador de Brasilia, que sigue activo a los 100. Admite que no puede imaginarse haciendo otra cosa y ese temor lo incentiva. "Cuando terminé Bilbao hace 10 años, nadie más me llamó para hacer otro museo... hasta ahora. Cuando hice el Concert Hall de Disney, hace cinco, tampoco nadie me ofreció repetir la experiencia. No es importante, pero como curiosidad, mi amigo, el director de teatro Peter Sellars, dice que tampoco a Wagner le pidieron escribir otro Anillo de los Nibelungos , pero yo no creo que tenga que aceptar esa razón". ¿Cuál entonces? "Cuando alguien elige arquitecto, sólo elige estilo. Si me contratan piensan que tal vez no obtengan lo que buscan y no quieren correr riesgos. Piensan que no los escucho; que sólo hago esto con sus ideas -arruga una hoja de papel y la tira al suelo, como haría su alter ego de Los Simpsons -. Pero a veces me tomo el tiempo de preguntar a alguno de mis clientes y ellos me confirman que ocurrió todo lo contrario de lo que habían imaginado", asegura.
Le pregunto si se sintió alguna vez intimidado por su propio trabajo y si fue duro sostener el triunfo de Bilbao. "Si tomo conciencia o analizo demasiado, estoy muerto; entonces, actúo. Asumo que debo seguir esforzándome y lo hago. Siempre me siento inseguro y nunca sé por anticipado si el edificio que estoy haciendo resultará grande; pero igual me exijo, y ocurra lo que ocurriese me siento afortunado por haber podido hacerlo", concluye.
Durante toda la entrevista permanecimos inadvertidos allí, en la plaza, pero ahora se terminaba el tiempo. Se levantó y se puso a caminar por el escenario provenzal; la lluvia de Londres lo esperaba. Mientras se alejaba, abrí mi cuaderno de anotaciones y encontré los bocetos. ¿Quién iba a creer que los había hecho él? Lamentablemente no los había hecho firmar.
Fotos: gentileza FRANK GEHRY, ALBERTO OG, CENDAX, IVANX, LLPO’S SOJOURN, LUISVILLA, SHAYAN (USA), TANAKAWHO
Traducción: Beatriz Baruzzi
Muebles y objetos
El multifacético arquitecto canadiense-norteamericano diseñó gran cantidad de muebles y objetos, como relojes, anillos, o las Fog chair and table de Knoll, que se publicitaron con su propia imagen. Además, a partir de los años sesenta desarrolló una serie de muebles experimentales con cartón corrugado, para finalmente en la década del setenta realizar la serie de asientos Easy Widge, para Knoll.