Daniel Becker: "La crítica es nuestra mejor herramienta"
Es titular de cátedra en la FADU-UBA y uno de los autores del proyecto más emblemático del momento, el Centro Cultural Bicentenario; aquí opina sobre los grandes tabúes de la profesión
Daniel Becker se graduó en la Universidad de Buenos Aires y realizó una maestría en Arquitectura en la Graduate School of Design, de Harvard. Es profesor titular de Proyecto Urbano y Proyecto Arquitectónico en la Facultad de Arquitectura de la UBA, y a los 47 años, junto con Claudio Ferrari, Enrique Barés, Federico Barés, Nicolás Barés y Florencia Schnack, codirige la obra pública más importante prevista para los festejos del Bicentenario: el reciclado del Palacio de Correos como centro cultural. A diferencia de los grandes maestros, que usan pantalón y saco con camisa , Daniel Becker tiene un estilo informal más estudiado, de equipo negro. Está casado con Brenda Angiel una gran bailarina y coreógrafa que inició el baile por el aire. Becker nos recibe en el piso sexto del ex Palacio del Correo, donde tiene armadas su oficinas, llenas de computadoras, muestras de sillones, y gente que circula con papeles en la mano.
-¿Qué significa ser un arquitecto de la generación intermedia? ¿Son más realistas que los maestros, más negociadores?
-Por supuesto. Soy bastante negociador y trato de que todo lo que hago pueda ser aplicable a la realidad sabiendo que lo que voy a hacer va a cambiar la realidad. Hay una frase que tiene el arquitecto Rodolfo Machado: realismo sin precedente. Es decir, tratar de hacer algo que sea realista, pero al mismo tiempo cuestione, cambie y critique la realidad. La herramienta mayor que tiene hoy el arquitecto es la crítica. Arquitecto inteligente es el capaz de entender y sintetizar los distintos aspectos de la realidad.
-Hablemos de los maestros. ¿No tiene como ideal a Clorindo Testa, Jujo Solsona...?
-Nosotros somos huérfanos intelectuales. Porque hay una generación intermedia desaparecida, la que hoy debería tener 55 o 60 años. Son los tipos que fueron desaparecidos no sólo física, sino intelectualmente, porque a muchos de ellos les vaciaron la cabeza, se dedicaron a otra cosa, se fueron del país.
-¿Pero hubo alguien que lo marcó?
-En algún sentido, Tony Díaz y Rodolfo Machado y Jorge Silvetti fueron los que más me marcaron, pero en casi poco tiempo. Cuando ellos vienen a la Argentina no pueden creer que acá no cambie nada. ¡Nada! ¡Yo ahora soy titular de cátedra, pero los tipos grandes no se quieren ir! Están aferrados a esos lugares. No hay recambio en la Universidad de Buenos Aires. Hay tipos que siguen estando, tienen 75 años y no se quieren ir. Y eso que yo le tengo mucho afecto a Solsona.
-Esto se terminaría con concursos abiertos.
-Pero hay una ley que dice que después de los 75 años tenés que jubilarte.
-¿Y si ganara el concurso?
-Serían profesores consultos, pero no pueden ejercer la docencia tal cual la ejercemos los titulares, es decir, como profesores con alumnos a cargo. Pero pueden realizar trabajos de investigación, escribir libros.
-¿Y su opinión sobre Rafael Viñoly y César Pelli, que no trabajan en la Argentina?
-Son personajes muy distintos. Creo que todos ellos hoy le hacen mal a la arquitectura. Pelli está mitificado como el gran profesional. Es un tipo que estuvo muy vinculado a la academia, aunque no es muy considerado en la academia: no es alguien a quien la gente admire. Es un buen profesional, muy seductor y muy agradable. Sobre Viñoly diría que es el epítome del arquitecto de ideas: ese arquitecto idealizado, que sale haciendo publicidad de la tarjeta Diners: el creativo que tiene una idea brillante en un viaje en avión.
-¿Cuánto tiene que ver la terapia con esta mirada? Me refiero a ponerse en el lugar del otro, a relativizar y a querer matar a los padres.
-Hice muchos años de terapia. Pero tengo amigos que nunca se analizaron. Hoy por hoy, el mundo intelectual estalló en mil pedazos, en cambio, esa generación se basaba en certezas absolutas.
-Hablemos del dinero. Del tema honorarios. ¿El dinero es una variable para tener en cuenta, y no todo es por los honores?
-Justamente, creo que esa generación no tenía ningún problema ni ninguna culpa con el dinero. Al contrario, el prestigio les dio cierta libertad para decirle al cliente: si te gusta, bien, y si no, también. En cambio, mi generación estuvo marcada por la comparación: si Solsona cobra tanto, ¿cómo vos vas a cobrar esto?
-¡Los mata la comparación!
-Por supuesto. Si yo me tengo que comparar con Alvarez, me van a decir: Alvarez hizo cuarenta torres y vos una; si me cobrás tanto, me voy con Alvarez. Pero es otra realidad. Alvarez hizo cuarenta torres, y después las copia, las repite. Hay un sistema de producción que le puede abaratar ciertos costos. Nuestra generación tuvo muchos más problemas, y muy serios, para cobrar honorarios comparada con los arquitectos de toda la generación anterior. Nos costó mucho que nos reconocieran. Y más aún: nos costó y nos cuesta recuperar no sólo el proyecto, sino la dirección de obra, un rol que nosotros mismos, los arquitectos, dejamos de lado por cierto desprecio a la construcción y a los materiales.
-Además, ahora tienen el AutoCAD y toda la tecnología a mano.
-Nosotros somos la generación que se formó con la mano y se desarrolló con las computadoras. De todas formas, la computación tiene una gran trampa: homogeniza muchos aspectos que no son tan homogéneos.
-¿Su arquitectura es más light ?
-No, al contrario. La arquitectura contemporánea es mucho más comprometida con la realidad, con el hacer, con el hoy. Lo otro es escenografía.
PRINCIPALES PREMIOS
En 2006 conforma el estudio B4FS junto a los arquitectos Enrique Barés, Federico Barés, Nicolás Barés, Claudio Ferrari y Florencia Schnack con quienes obtuvo el Primer Premio en el Concurso Internacional de Anteproyectos para el Centro Cultural del Bicentenario e ideas para su entorno urbano. Su compañero de ruta es Claudio Ferrari con el que compartió facultad y trabajos. Juntos, Ferrari-Becker en 1995 ganaron el primer premio en la Bienal de Buenos Aires por el proyecto para el túnel de Avenida Libertador y Sarmiento. Obtuvieron la Medalla de Oro en la Bienal de Miami 2003, el primer premio en el concurso de anteproyectos para el parque Central de Mendoza (1999), el primer premio en el Concurso de Ideas para la Ciudad Universitaria (1998) Asociados con Baudizzone, Lestard y Varas. También ganaron el primer premio en el Concurso Nacional de Ideas para el área de Retiro.