Arquitextos: Brasilia y el problema de las nuevas ciudades
Se cumplieron 45 años de la fundación de la nueva capital de Brasil y creí razonable trazar algunas reflexiones acerca de las dificultades que enfrenta la creación ex novo de una obra tan compleja y comprometida como es una ciudad. Y más cuando se trata de una ciudad capital. Primero, una referencia cronológica que puede servir para compararnos con los brasileños (cuando en estos días se suele hablar de las relaciones entre los dos países). En 1936 llegó por segunda vez Le Corbusier a Brasil (la primera había sido en 1929, año de su única visita a la Argentina). Basada en un boceto del maestro, en 1937 empieza la realización del Ministerio de Educación en Río de Janeiro (Costa, Leäo, Moreira, Niemeyer, Reidy y Vasconcellos). En 1956 empiezan a dibujarse los planos de la nueva capital y el 21 de abril de 1960 se inauguró Brasilia.
Recuerdo una frase de Oscar Niemeyer en la que decía: "En el tiempo que le llevaba a Ernesto Rogers elegir el color para las telas de un interior, nosotros hicimos Brasilia". Hoy, con sus frescos 97 años, Oscar es un tenaz defensor de esa rotunda propuesta urbana. Como flamante arquitecto, tuve entonces la impresión de que aquella quimera podía congelarse en una maqueta de tamaño natural. La estructura de supermanzanas, la escala elegida, las distancias y las relaciones entre las distintas áreas eran supeditadas en forma exclusiva al protagonismo del automotor. Y eso alentaba una crítica antropológica que aún pervive: la dificultad para pensar en "vagar por la ciudad", la carencia del fenómeno calle.
Ahora, Marshall Berman (autor de aquel libro que tituló con una frase de Marx: Todo lo sólido se desvanece en el aire) reaparece en la entrega de abril-mayo de Tipográfica. Es un ensayo que data de 1988, El camino ancho y abierto, donde Berman golpea sin disimulo sobre la ciudad diseñada por Lucio Costa. Entre el apoyo incondicional de Niemeyer y el duro rechazo de Berman o Frampton, hay un punto medio en el que trato de situarme aun aclarando que nunca estuve en Brasilia. Que dialogué en Río, a comienzos de 1956, con Oscar Niemeyer y Henrique Mindlin, cuando empezaban a dibujar la nueva capital.
Dijo Juscelino Kubitschek, definiendo una postura infrecuente entre nuestros políticos: "Desde temprano comprendí que la arquitectura moderna era para Brasil más que una tendencia estética y, sobre todo, más que la proyección de un movimiento universal en el seno de nuestra cultura. En verdad, esa arquitectura se proyecta como vigorosa fuerza de afirmación cultural" (citado por Adrián Gorelik en un ensayo publicado por Block, diciembre de 1999). Lograr que estos valores estén en la cumbre de la política de un país fue un triunfo incomparable.