Una clínica egipcia ayuda a las víctimas de la ablación a reapropiarse de su cuerpo
En Egipto, varias campañas de información exhortan a terminar con la ablación ritual de las niñas. Pero aunque el Estado quiere proteger a las generaciones futuras, los 28 millones de mujeres ya mutiladas solo tienen una clínica, privada, que las ayude.
Nurhan (un seudónimo), treintañera, dio el paso a finales de 2021. Residente en la ciudad costera de Alejandría, en el norte, llamó a la cirujana Rehma Awwad para "volver a ser la que decide sobre [su] cuerpo".
Ocho meses después de la operación de reconstrucción, sus dolores crónicos dieron paso a "sensaciones completamente nuevas" y a una "clara mejoría física y también psicológica", cuenta.
En Egipto, este tipo de operaciones empezaron a ser posibles en 2020.
Con la clínica Restore FGM, la doctora Awwad y su colega Amr Seifeldin ofrecen a las víctimas un espacio hasta entonces inexistente en un país en el que hablar de la ablación sigue siendo tabú.
Junto a un equipo de psicólogos, ofrecen terapias, inyecciones de plasma para regenerar tejidos dañados y la reconstrucción del clítoris.
"La operación es el último recurso", insiste la doctora Awwad. Según ella, la inyección de plasma sumada a un seguimiento psicológico "permite reducir en un 50% el recurso a la cirugía" y evitar un nuevo gesto traumático.
Sin embargo, Intissar, que también recurre a un seudónimo, se plantea la opción de la operación.
"Algo se rompió dentro de mí y quiero que me lo arreglen", explica la mujer, de unos 40 años, a la AFP.
Según relata, su abuela la llevó al médico para que le practicaran la ablación cuando tenía 10 años, diciéndole: "es por tu bien, eres mejor así". Sus padres -un médico y una directora de escuela- estaban de acuerdo.
- Una vieja tradición -
Para luchar contra esta práctica "hay que llevar a cabo campañas de prevención en las escuelas antes de las vacaciones de verano", que es cuando más ablaciones se practican, defiende Lobna Darwish, encargada de cuestiones de género en la Iniciativa Egipcia para los Derechos Humanos (EIPR).
Las cifras son vertiginosas: en 2021, un 86% de las egipcias casadas de entre 15 y 49 años habían sido sometidas a una ablación, según las autoridades. Unicef calcula que a 200 millones de mujeres de todo el mundo se les ha extirpado el clítoris. Más de una de cada diez es egipcia.
En Egipto, el más poblado de los países árabes, la ablación consiste en la extirpación del clítoris y de los labios menores. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esa práctica causa dolores, hemorragias, infecciones, relaciones sexuales dolorosas y complicaciones durante el parto.
Desde 2008 es ilegal, y las autoridades musulmanas y cristianas suelen denunciarla, pero la práctica, milenaria, sigue estando muy extendida en el país, patriarcal y conservador.
Después de años de campañas contra las ablaciones tradicionales, a tres cuartas partes de las egipcias la ablación se la practicó un médico, según cifras oficiales.
Según Intissar, periodista de profesión, se trata de una práctica que no entiende de "clases sociales".
Promovida como una operación "estética", la ablación busca en realidad "desconectar a las mujeres de su cuerpo y de su placer", señala Intissar.
"Nos decían que era algo religioso, que era mejor, más limpio", apunta Nurhan, que fue mutilada cuando tenía 11 años junto a su hermana, de 8, ante la mirada de las mujeres de su familia.
- Un espejo para descubrirse -
Cada cierto tiempo, se endurecen las penas contra los médicos que practican la ablación o contra los padres de las menores mutiladas.
Pero, para Darwish, esta "criminalización" es contraproducente pues nadie quiere denunciar a su propia familia.
"Sobre todo, hacen falta cursos de educación sexual" y "dar a conocer el número verde", creado en 2017 por el Estado, asegura.
Según la doctora Awwad, los médicos también carecen de información. "No oyen hablar de cirugía reconstructiva ni durante sus estudios ni durante la residencia", sostiene.
Y las mujeres, por su parte, conocen mal su anatomía. En la primera consulta, la doctora Awwad le da a sus pacientes un espejo para que descubran sus órganos genitales.
Intissar ya ha pasado por ahí. "Me enteré de que me habían quitado los dos labios y una parte del clítoris. Pensaba que solo me habían retirado un trozo de piel. Me enfadé mucho", cuenta.
Nurhan también está enojada. En primer lugar, por su mutilación, pero también por la poca ayuda que hay para la cirugía reconstructiva. Necesitó más de un año para conseguir una donación que cubriera la operación: 1.200 euros (1.300 dólares), seis veces más que el salario mínimo en Egipto.
Al menos, ella ya se ha marcado una victoria: con su madre, consiguió evitar la ablación de sus dos sobrinas.
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