Reserva indígena yanomami cumple 30 años en Brasil con pocos motivos para celebrar
La mayor reserva indígena de Brasil cumple 30 años este miércoles, pero los habitantes del territorio yanomami dicen que las muertes, violaciones y contaminación de su entorno por parte de los buscadores de oro les dejan pocos motivos de celebración.
Ubicado en la zona donde la Amazonía brasileña limita con Venezuela, el territorio indígena yanomami -una porción selvática más grande que Portugal- fue establecido el 25 de mayo de 1992, tras arduas décadas de lucha.
Pero lo que podría haber sido una celebración de ese hito en la protección de la selva y sus habitantes es un lamento sobre la barbarie que se desarrolla allí, con la complicidad -dicen los activistas- del presidente Jair Bolsonaro.
Según líderes indígenas, más de 20.000 mineros ilegales invadieron en busca de oro el territorio yanomami, donde mataron habitantes, abusaron sexualmente de mujeres y niñas y contaminaron los ríos con el mercurio que se usa para separar el oro de los sedimentos.
Los mineros, conocidos como "garimpeiros", también propagan la malaria, la tuberculosis y el covid-19 en la reserva, hogar de unas 29.000 personas, entre los yanomami, los ye'kwana y varios grupos aislados.
El resultado es devastador para estas poblaciones con limitada inmunidad a las enfermedades externas.
"Los treinta años podrían ser un momento de celebración para los pueblos, y no es nada de eso", dijo Sonia Guajajara, líder de la Asociación Brasileña de Indígenas (APIB).
"En cambio, tenemos esta violencia y destrucción, con complicidad del Estado", dijo a la AFP.
- "La Tierra está sufriendo" -
La reserva no fue la primera de Brasil, pero es la mayor, con 96.000 km2, y ayudó a allanar el camino para la demarcación de otros 725 territorios indígenas, que cubren el 13,8% del territorio del país.
En un mundo que intenta frenar el cambio climático, lo que está en juego va mucho más allá de los yanomami.
Varios estudios han mostrado que proteger a los pueblos indígenas es una de las mejores formas de preservar los bosques que absorben carbono del planeta, debido a sus conocimientos y prácticas medioambientales.
Reconocidos por sus cuerpos pintados, "piercings" y su espíritu guerrero, los yanomami son tradicionalmente cazadores-recolectores seminómadas que viven en chozas colectivas llamadas "shabonos".
Su encuentro con los "garimpeiros" es un choque entre dos mundos.
Los mineros, que tienen vínculos con bandas de narcotraficantes, llevan helicópteros, maquinaria pesada, generadores, internet satelital, alcohol y drogas.
La Asociación Hutukara Yanomami (HAY) informó el mes pasado que los mineros están usando alcohol, drogas, alimentos y baratijas para atraer a los yanomami y luego abusar sexualmente de mujeres y niñas. Hubo además varios reportes de asesinatos.
"Estamos sufriendo. Los 'garimpeiros' están violando a mujeres y niñas yanomami. Nos están matando y contaminando las aguas", dijo Mauricio Yanomami, un trabajador de salud yanomami de 35 años.
"La selva necesita paz. También está sufriendo. La Tierra está sufriendo".
Impulsada por los altos precios del oro, el área empleada por la minería ilegal en la reserva yanomami aumentó el año pasado hasta 32,7 km2, el mayor avance anual desde que comenzó el monitoreo en 2018, según HAY.
En toda la Amazonía brasileña, la minería destruyó un récord de 125 km2 en 2021, según datos oficiales.
- "Genocidio" -
La reserva se creó en parte en respuesta a la minería ilegal en la década de 1980, que llevó a la zona la malaria y la violencia que mató a aproximadamente el 20% de la población yanomami en siete años.
Activistas que lucharon para crear la reserva dicen que la situación hoy es peor: los mineros ahora están organizados y bien financiados, con maquinarias pesadas y una red de pistas de aterrizaje clandestinas.
Y tienen a Bolsonaro, cuyo padre ejerció de 'garimpeiro', y cuyo gobierno ha presionado para abrir las tierras indígenas a la minería.
"El gobierno de Bolsonaro ha hecho todo lo posible para socavar y destruir los derechos indígenas y la legislación ambiental. Han declarado la guerra", dijo Fiona Watson, directora de investigación del grupo de derechos indígenas Survival International.
La oficina del presidente no respondió a las solicitudes de comentarios.
"Es un genocidio", dijo el misionero católico Carlo Zacquini, un italiano de 85 años que ayudó a establecer la reserva a partir de 1968.
Zacquini pasó día y noche en la oficina de asuntos indígenas de Brasil (Funai) reuniendo mapas, estudios y otros documentos sobre la reserva, cuenta. Aquel arduo trabajo lo dejó con una úlcera.
Pese a todo, no pierde la esperanza: "Lo más hermoso que veo hoy es a los yanomamis luchando por sus derechos".
jhb/wd/mls/app/dem