Los sastres de Hong Kong se reinventan para sobrevivir la pandemia
La familia de Roshan Melwani en Hon Kong ha vestido a presidentes, aristócratas y celebridades. Pero con su negocio vacío durante la pandemia, este sastre tuvo que adaptarse y vender a distancia sus trajes a medida.
En Sam's Tailor, el enjambre de teléfonos móviles a manos de sus asistentes son casi tan importantes como las tradicionales cintas métricas, agujas y telas que hicieron famoso este negocio fundado por su abuelo.
Si no hubiera sido por esta reinvención, y por las ganancias acumuladas durante décadas, la sastrería hubiera naufragado, como pasó con gran parte de esta industria otrora floreciente.
Esto "no puede llenar el vacío que existe porque durante tanto tiempo la gente no ha podido entrar libremente a Hong Kong (...) Pero nos ha mantenido en la mente de todos nuestros clientes globalmente", afirma.
Pocos lugares estuvieron tan aislados durante la pandemia como esta ciudad.
Durante este tiempo, Roshan impulsó las ventas en línea e intentó captar nuevos clientes con dicharacheras sesiones en directo en redes sociales.
"Si no tuviera 60 años de dinero detrás mío, no podría operar", dice. "Antes de la pandemia, tenía un mínimo de 20 personas con las que trabajaba a diario, a veces hasta 40 personas, seis días a la semana".
Algunos se mantuvieron fieles como Tim, un empresario estadounidense que ha renovado todo su armario durante la pandemia y busca ahora un artículo más atrevido.
- Los viejos tiempos -
Antes del covid, Sam's Tailor era una parada obligatoria para muchos visitantes de Hong Kong.
Las paredes del pequeño local están decoradas con fotos de sus ilustres clientes: Bill Clinton, Boris Johnson, George Bush, Meghan Markle, el rey emérito español Juan Carlos, Bruno Mars, Russel Crowe o Harry Kane.
Discreto y reflexivo en su mostrador, su padre Manu Melwani añora la época dorada del negocio, antes de la moda rápida y la llegada de un estilo más casual.
"En los antiguos tiempos coloniales, todos los ejecutivos, los banqueros, querían un traje a medida", recuerda. "Los jóvenes ahora quieren ir al colgador, tomarlo e irse", afirma.
Su negocio había navegado las dificultades y estaba "a tope de capacidad". "Pero cuando el virus empezó en 2019, ¡bam! Colapsó y todavía no remonta", explica.
El sentimiento es compartido en la industria, que floreció en los 1950 con la llegada de habilidosos sastres de Shanghái, siguiendo a su clientela occidental que emigró tras la victoria del comunismo en China.
Los sastres de Hong Kong se hicieron un nombre por su calidad, su eficiencia y su bajo coste. En uno o dos días, un viajero podía obtener un traje a medida a un precio más barato que en Londres o Nueva York.
- "¿Debería llorar?" -
Aunque la industria de la moda rápida y el cambio de tendencias habían afectado ya el sector, la pandemia fue especialmente brutal.
"Nunca hemos enfrentado estas dificultades", dice Chan.
Hong Kong pasó de recibir 65 millones de visitantes en 2018 a 91.000 en 2021. Y pese a la retirada reciente de restricciones, en octubre solo llegaron 80.000 personas.
"Estimamos que en estos cuatro años, un 40% de los sastres han cerrado", afirma Chan.
Pero Chan no cree que sea "el fin".
"El mundo entero ha cambiado. Simplemente enfrentamos algo interesante, excitante, algo nuevo", asegura.
"Podemos sentir pena por la pandemia, pero tenemos que sobrevivir. La vida continúa", añade.
Hiperactivo y vitalista, Roshan Melwani también se niega a hundirse. "Estoy sangrando dinero, ¿pero qué puedo hacer? ¿Debería llorar? (...) No tengo tiempo de sentir ese dolor, me debo entregar a sacarnos adelante".
Dbh/zm