La Asamblea General de la ONU, teatro político del mundo postpandemia
El debate de la Asamblea General de la ONU reúne esta semana en Nueva York a la cúpula política mundial, en un formato que de nuevo vuelve a ser híbrido por la pandemia de COVID-19 pero que contará en principio con la presencia 'in situ' de más líderes, lo que dará pie también a más encuentros al margen.
Será la septuagésimo sexta edición de un debate que llega este año bajo el lema de "construir resiliencia mediante la esperanza", una bandera ambigua que engloba desde la recuperación tras la pandemia a los retos medioambientales, pasando por los Derechos Humanos o la necesidad de "revitalizar" la ONU como faro de la multilateralidad.
Las sesiones sirven como eje en torno al que organizar diferentes encuentros, pero el principal foco volverá a estar puesto en el debate general de la Asamblea, nombre técnico que recibe la sucesión de discursos que comenzará este martes a las 9.00 hora de Nueva York (seis horas más en la España peninsular) y a la que están invitado todos los Estados miembro.
El presidente de la Asamblea General, Abdulla Shahid, de Maldivas, toma en primer lugar la palabra, para acto seguido dejar paso a Guterres y a los representantes políticos de cada uno de los países. Aunque no figura escrito en ninguna parte, la tradición establece que Brasil es el primer país en hablar.
Así se ha establecido 'de facto' e independientemente del nivel de la delegación que envíe Brasil, de que vaya o no su presidente. En esta ocasión, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se ha convertido ya en uno de los protagonistas antes incluso de que empiece la cita, dado que su rechazo a vacunarse teóricamente le vetaría para acceder al recinto.
Desde 1955, Brasil es el primer orador y Estados Unidos el segundo, con contadas excepciones. En 2016, fue Chad quien tomó la palabra tras la representación brasileña, mientras que en 2018 le ocurrió lo mismo a Ecuador, en ambos casos por el retraso en la llegada del presidente de Estados Unidos.
A la edición de este año está previsto que acuda por parte estadounidense el presidente, Joe Biden, que de esta forma se estrenará en el principal plenario de la Asamblea General de la ONU.
Al margen del contenido de los discursos, la Asamblea General de Naciones Unidas también ha dejado imágenes y discursos para la historia, como el "huele a azufre" proclamado por el venezolano Hugo Chávez desde el atril en 2006, o las cuatro horas y media que dedicó el cubano Fidel Castro a cargar contra el capitalismo y Estados Unidos en 1960.
"que suenen las alarmas"
El secretario general de la ONU, António Guterres, tiene claro que "es momento de que suenen las alarmas", ya que el mundo está "al borde del precipicio", y no solo por la pandemia. El cambio climático se colará también previsiblemente en numerosos discursos, habida cuenta de que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Glasgow se celebrará en noviembre.
"Necesitamos cambiar el rumbo, necesitamos despertar", declaró Guterres en una reciente entrevista con el servicio de noticias de la ONU en la que dejó claro cuál será su mensaje a los líderes que desfilen estos días por la sede central de la organización: "Despertad, cambiad el rumbo, uníos y vamos a derrotar a los enormes desafíos a los que nos enfrentamos hoy".
Afganistán se engloba dentro de este cúmulo de emergencias y previsiblemente figurará en la agenda de los numerosos encuentros organizados al margen de la Asamblea. Italia ya ha confirmado una reunión ministerial del G20 centrada precisamente en la crisis afgana.
También ha sacudido la geopolítica global en los últimos días el acuerdo tripartito suscrito entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia y que, centrado en temas de seguridad, ha supuesto para Francia la anulación de un contrato millonario para la fabricación de submarinos suscrito con las autoridades australianas. Biden ha cerrado encuentros con los primeros ministros de Reino Unido y Australia, Boris Johnson y Scott Morrison.
La Asamblea General suele ser también la ocasión predilecta para reivindicar una reorganización de Naciones Unidas, marcada aún por las reglas del juego establecidas tras la Segunda Guerra Mundial y según las cuales el Consejo de Seguridad --el principal órgano ejecutivo-- sigue formado únicamente por 15 miembros y cinco de ellos --Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido-- tienen derecho de veto.