Impunidad e inacción: habitantes de Amazonía brasileña exigen coto al fuego
Giovana Serrao no estaba en casa cuando el fuego prendido en un campo agrícola vecino se descontroló y arrasó sus palmeras de açaí en la isla de Marajó, en la Amazonía brasileña.
Paulinho dos Santos recuerda las noches negras de noviembre, en que saltaba de la cama para apagar con cubos de agua las llamas que amenazaban su granja, rodeada de vegetación.
Maria Leao sufrió con la sinusitis de sus dos hijas, consecuencia de la nube de humo que envolvió durante semanas Breves, la mayor ciudad de esta isla rodeada de mar y ríos, en el estado norteño de Pará.
Como ellos, muchos de los habitantes de la región vivieron impotentes los embates de los incendios en la Amazonía brasileña en 2024, con más de 140.000 focos,la mayor cifra oficial en 17 años.
Pará, cuya capital Belém acogerá en noviembre la COP30 de la ONU, fue el estado más afectado, con más de 56.000 focos.
Según los científicos, los fuegos están relacionados con el calentamiento global que vuelve la vegetación más seca y, por tanto, más proclive a arder.
Pero casi siempre están provocados por individuos que buscan limpiar la tierra para el pasto o la agricultura, pese a las prohibiciones que rigen durante el periodo de sequía, y que luego quedan impunes.
- "Insostenible" -
"Vivimos semanas insostenibles. No conseguíamos salir a la calle porque no veíamos nada. El centro de atención médica estaba saturado por pacientes con dolencias respiratorias", explica el profesor Zairo Gomes, de 51 años, uno de los líderes sociales de Breves.
El medidor de la calidad de aire de la universidad federal de la ciudad marcó picos de 480 microgramos por metro cúbico de las nocivas partículas finas (PM2,5), lo que supera con creces la cota máxima de 15 en un lapso de 24 horas fijada por la OMS.
Breves es una empobrecida ciudad de 107.000 habitantes, cuya principal actividad reside en el puerto que conecta Marajó con Belém.
El desempleo arrecia y parte de la población vive del cultivo de la fruta de açaí, básico en la alimentación paraense.
El poder público parece ausente en esta ciudad afectada también por la insalubridad, con vertederos donde campan los buitres en medio de un fuerte hedor.
Según Gomes, la alcaldía no se pronunció durante los dos meses que duró la crisis del fuego.
Contactados por la AFP, ni el alcalde ni el secretario de Medio Ambiente se mostraron accesibles para brindar informaciones.
- "Derecho a respirar" -
La ola de incendios hizo no obstante surgir una inédita movilización popular.
"Conseguimos algo muy importante: los ciudadanos empezaron a hablar de medioambiente, cambio climático e incendios criminales. Dejamos de sufrir pasivamente", afirma Gomes.
Así nació el colectivo "Breves pide socorro, por el derecho de respirar", que se reúne periódicamente para incrementar la presión sobre las autoridades y evitar que el fuego vuelva a causar estragos cuando empiece en julio el periodo seco.
"Queremos más recursos para los bomberos locales", que están desbordados. "Y castigos para los responsables", dice Maria Leao, una partera de 50 años y activista del movimiento.
Según datos de Greenpeace, la inmensa mayoría de los incendios en Amazonía quedan impunes y de las escasas multas impuestas, se pagan menos de 1%.
- "Nadie quiere hablar" -
"Nos faltan recursos para combatir el fuego y detener a los responsables", admite el teniente coronel Luciano Morais, en la sede de la policía militar de Breves.
Este año, "solo realizamos dos detenciones", porque es "muy difícil probar" quién está detrás de los incendios, que suelen provocarse de noche, agrega.
A esas horas las fuerzas "no quieren entrar en el bosque. Y nadie quiere hablar", por miedo o ignorancia, admite.
Frente a su granja, Paulinho dos Santos, de 65 años, asegura desconocer quién encendió los fuegos que durante noches le mantuvieron en vilo.
"Casi mejor, porque hubiese podido cometer cualquier tontería", dice.
Este jubilado perdió el 40% del terreno donde vive con su familia, aunque conservó su casa y su corral de gallinas.
- "La misma lucha" -
Serrao en cambio señala a su vecino, que al querer quemar su campo para cultivo, arrasó su plantío de açaí.
"La policía fue a hablar con él, pero ahí sigue", dice esta mujer, de 45 años.
Junto a su esposo, Serrao plantó hace siete años sus palmeras gracias a un préstamo bancario que al fin iba a poder reembolsar con la venta del açaí a las escuelas de Breves.
"Ahora no sabemos qué vamos a hacer", confiesa, en medio de los árboles calcinados.
Junto a ella, Gomes replica: "Debemos articularnos y juntarnos con las ciudades vecinas, que también piden ayuda. Estamos en la misma lucha. ¡Basta de incendios!".
app/ffb/mar
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