Hernández, el outsider millonario que abofeteó a la política en Colombia
Un constructor millonario pateó inesperadamente el tablero presidencial en Colombia. Rodolfo Hernández, de 77 años, desplazó a la derecha y disputará el poder a la izquierda en un balotaje. Su fórmula: un programa anticorrupción para todo los males difícil de encasillar ideológicamente.
Desde cerrar embajadas para condonar créditos estudiantiles hasta promover que todos los colombianos conozcan el mar, Hernández rehúye a cualquier etiqueta.
Su primera decisión presidencial, asegura, será restablecer relaciones con Venezuela, si bien en su plan de gobierno amenaza con deportar a los cientos de miles migrantes en situación irregular.
El imprevisible ingeniero aterrizó en esta campaña como un outsider sin partido y obtuvo casi seis millones de votos, superando al derechista Federico Gutiérrez (4,6 millones), quien contaba con el respaldo de la mayoría del poder establecido.
Ahora Hernández inicia una nueva carrera contra el senador y exguerrillero Gustavo Petro (8 millones de votos), quien aspira a llevar a la izquierda al poder por primera vez.
Asesorado por el estratega español Víctor López, que llevó a la victoria al presidente de El Salvador Nayib Bukele, Hernández siguió este domingo el cómputo de los votos en traje de baño y tomando cerveza en la piscina de su mansión, según un video de su campaña compartido a medios.
"Bebe de todas las cosas, del fastidio con la clase política tradicional, de comunicarse de manera muy sencilla usando lenguaje coloquial (...) y claramente cae en el mundo del populismo", dice a la AFP Angela Rettberg, politóloga la Universidad de Los Andes.
Apenas conocido el resultado, el autoproclamado "rey de TikTok", que hizo una fuerte campaña en las redes sociales, comenzó a recibir el respaldo de varias figuras de la derecha derrotada en las urnas.
- a golpes -
Hernández hizo fortuna construyendo urbanizaciones populares en su natal Piedecuesta (norte) durante los años setenta. A finales de 2015, fue elegido alcalde de la vecina ciudad de Bucaramanga, la capital del departamento de Santander con 580.000 habitantes.
Entonces derrotó a la clase política que llevaba gobernando la región por tres décadas. Durante su mandato (2016-2019) se dio conocer en el resto del país por sus transmisiones semanales en Facebook, en las que hablaba directamente a los ciudadanos.
Pero potenció más su imagen con sus peleas públicas con los ediles de la ciudad, a quienes acusaba repetidamente de ser "ratas" (ladrones) y "corruptos".
Incluso llegó a la agresión física a finales de 2018, cuando abofeteó frente a las cámaras al concejal John Claro, quien acusó a uno de sus cuatro hijos, Rodolfo José, de estar involucrado en actos de corrupción.
Por ese ataque fue apartado tres meses del cargo. Hoy uno de eslóganes de campaña invita a "darle una cachetada a la corrupción".
Pero el propio exalcalde está imputado por la fiscalía por favorecer a una empresa vinculada con su hijo Luis Carlos durante su mandato. Como empresario ha sido cercano a la clase política que jura derrotar.
Hernández ha sufrido de cerca la violencia. Su hija adoptiva Juliana fue secuestrada en 2004 por la guerrilla del ELN, que le exigió dos millones de dólares a cambio de liberarla. El exalcalde no accedió a pagar y desde entonces está desaparecida.
Aún así, en campaña ha dicho que está abierto a firmar la paz con los últimos rebeldes reconocidos en el país. Fiel a su estilo pragmático, quiere abreviar la negociación e incluir directamente al ELN en los acuerdos firmados por las FARC en 2016.
- errático -
Con unos escasos cabellos rojizos estirados para disimular la calvicie, Hernández parece un calco de Donald Trump, según sus críticos.
El presidenciable colombiano de mayor edad también suele tener cambios súbitos de opinión como el expresidente estadounidense.
En cuestión de semanas pasó de mostrarse abierto al fracking y las fumigaciones con glifosato para destruir los cultivos de coca, a cerrarle la puerta a ambas políticas.
Nunca explicó por qué cambió de parecer ni asistió a los debates de la semana final de la campaña.
También reculó luego de expresar admiración por "Adolfo Hitler", explicando que en realidad quiso decir "Albert Einstein".
Sus salidas en falso poco le importan a un "electorado que le tiene miedo al candidato de izquierda, de que surja el comunismo en Colombia, y que por otro lado también está fastidiado con la derecha", agrega la analista de la Universidad de Los Andes.
Voló bajo los radares de sus rivales hasta la recta final de la primera vuelta, pero ahora Hernández deberá soportar tres semanas de examen a su trayectoria con escándalos de corrupción y declaraciones destempladas, además del peligroso apoyo de los desprestigiados políticos tradicionales.
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