Etiopía fracturada y frágil tras dos años de guerra
Dos años después de que estallara la guerra en el norte de Etiopía entre las fuerzas federales y los rebeldes, el país sigue sumido en una profunda crisis, con su economía en ruinas y un desastre humanitario que asola la región de Tigré.
- Balance humano desconocido -
Una fuente militar entrevistada por AFP afirmó que es imposible dar una cifra precisa del número de combatientes en el frente de Tigré.
Pero dos países, Etiopía y Eritrea desplegaron allí el grueso de sus ejércitos, reforzados por fuerzas y milicias de las regiones de Amhara y Afar.
Por otra parte, los numerosos combatientes de Tigré cuentan con medios -especialmente equipos pesados- "que los asemejan más a un ejército convencional que a una fuerza guerrillera", afirma Benjamin Petrini, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) en Washington.
Cuentan con el conocimiento del terreno y la experiencia militar de los 27 años durante los cuales el partido de la élite de Tigré, el Frente de Liberación del Pueblo Tigrense (TPLF), controló el aparato político y de seguridad en Adís Abeba.
Patrick Ferras, doctor en geopolítica y otrora oficial de inteligencia, estima que varios cientos de miles de soldados y combatientes están en el frente. Se desconoce el coste humano de este conflicto.
Además de las pérdidas en combate -que los beligerantes no publican- hay innumerables víctimas civiles de los enfrentamientos o de los abusos de ambos bandos, así como un excedente en las tasas de mortalidad debido al hambre y a la falta de atención sanitaria en Tigré, que lleva unos 18 meses aislado.
- Una prudente esperanza de paz -
Tras diez días de conversaciones en Pretoria, bajo los auspicios de la Unión Africana (UA), el gobierno y los rebeldes de Tigré firmaron el miércoles un "Acuerdo para una paz duradera y una cesación de las hostilidades".
El acuerdo no se publicó, pero ambas partes resumieron en una declaración sus principales compromisos, principalmente un cese del fuego inmediato, que es imposible saber si se cumple.
Los observadores siguen siendo prudentes en vista de la larga lista de cuestiones pendientes y de las modalidades poco claras de aplicación de los compromisos.
"El acuerdo es un acontecimiento positivo" pero contiene "demasiadas incógnitas", subraya Benjamin Petrini.
- Etiopía, gigante fracturado -
Abiy Ahmed, primer ministro desde hace un año, recibió en 2019 el Premio Nobel de la Paz por el acuerdo firmado con Asmara para cerrar 20 años de guerra entre Etiopía y Eritrea.
Una guerra que se había iniciado cuando el TPLF gobernaba Etiopía. El partido es, desde entonces, el enemigo declarado del presidente eritreo Isaias Afeworki.
Al llegar al poder, Abiy afirmó buscar la unidad de Etiopía, mosaico de más de 80 comunidades étnico-lingüísticas.
Cuatro años más tarde, es jefe de guerra de un país fracturado, mucho más allá de Tigré. Sus promesas de apertura despertaron reivindicaciones sofocadas bajo los sucesivos regímenes: problemas identitarios, rivalidades comunitarias y controversias sobre tierras.
La guerra en Tigré enmascara múltiples conflictos localizados, en particular en la región de Oromia, la más extensa y poblada.
La ONG Acled, que recopila datos de las zonas de conflicto, destacó recientemente "el aumento de los niveles de violencia en numerosas zonas de Etiopía", en particular la continuación de las "insurrecciones en las regiones de Oromia, Benshangul Gumuz y Gambela".
- Una situación económica desastrosa -
Ahmed prometió modernizar la economía estatal de Etiopía, una ambición que en gran medida no se cumplió. El crecimiento sostenido de alrededor del 9,7% entre 2010 y 2018 -entonces uno de los más altos del mundo- cayó a alrededor del 6% en 2020 y 2021 y se espera que alcance solo 3,8% en 2022, según el FMI.
La inflación, que se situó en una media del 13,5% entre 2010 y 2018, se disparó hasta rondar 33,6% en 2022, impulsada por los precios de los alimentos.
"Esto se debe, en gran medida, a los contratiempos en la agricultura etíope, que sufrió recientemente una plaga de langostas, inundaciones y sequías, señala un diplomático, que advierte que el impacto total de la guerra en Ucrania aún no se ha dejado sentir.
Etiopía es un gran importador y está viendo cómo sus reservas de divisas se agotan drásticamente hasta el equivalente de apenas tres semanas de compras externas, estimó recientemente el FMI.
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